Acabará mal
«Esta historia de los indultos de Sánchez a Esquerra para mantener su Frankenstein acabará mal. Sus indultados son insaciables y viven de la reivindicación -pacífica o violenta, según convenga- de sus quimeras separatistas»
Se ha usado demasiado, pero hoy hace falta. «De todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque termina mal». Solo puede terminar mal esta historia de indultos contra el criterio unánime del tribunal sentenciador -nada menos que el Tribunal Supremo-, de la Fiscalía y de los propios indultados, que claman amnistía como señal de desprecio a su benefactor.
Los indultos para la pervivencia del Frankenstein de Sánchez ni ayudarán a la concordia ni mejorarán la convivencia. Sí lograrán, ya están logrando, envalentonar a los delincuentes: si eres suficientemente poderoso estás indultado del cumplimiento de sentencias por haber quebrantado la ley. Ya han conseguido despreciar a quienes plantaron cara a la brutalidad antidemocrática del golpismo posmoderno aquel otoño de 2017, y lo hicieron en cumplimiento de su deber: policías, guardias civiles, mossos, funcionarios… Y han intentado humillar al conjunto del pueblo español: a todos los ciudadanos que saben que la igualdad de todos ante la ley es la base irrenunciable de la democracia liberal: la que respeta y se somete al Estado de derecho.
No son indultos para la concordia sino para la desafección, para un letal desapego de la política sometida a límites y controles, y para el desafuero como vía de reivindicación de las reclamaciones propias. La publicitada magnanimidad del poder para mantenerse en el poder alimenta ‘soluciones’ de exhibición de fuerza, impulsa la reivindicación de aplaudidas arbitrariedades propias frente a abucheadas arbitrariedades ajenas. Porque en el mundo de la voluble magnanimidad del poderoso solo impera la arbitrariedad.
Habrá más desafección que discordia y muchos dirán: ¡veis, solo los ‘fascistas’ insisten en su sonora protesta! Ay, los ‘fascistas’. Ahora es abominable fascista quien reclama respetar el espíritu de la ley y la separación de poderes, y bondadoso progresista quien todo lo fía a la arbitraria magnanimidad de quien ahora decide conceder el derecho de gracia. Facciosa -de fascistas de verdad- es la actitud supremacista que exhibieron en 2017 los sediciosos en su golpe al Estado de derecho. Y la que van a exhibir en las próximas semanas y meses, ahora que se ven ganadores.
Esta historia de los indultos de Sánchez a Esquerra para mantener su Frankenstein acabará mal. Terminará mal porque sus indultados son insaciables y viven de la reivindicación -pacífica o violenta, según convenga- de sus quimeras separatistas. Acabará mal porque una sociedad muy golpeada por la pandemia y por el empobrecimiento agravado por la Covid tiene demasiados motivos para la desafección… Para la desafección y el desafuero.
Ojalá me equivoque, pero el BOE que hoy, 23 de junio de 2021, recoge la decisión de ‘Pedro I El Magnánimo’ para anular las sentencias del Supremo contra el golpismo secesionista corre el riesgo de ser un punto de no retorno en el hundimiento de la democracia española. Salvo que hagamos caso a Gil de Biedma. «Pido que España expulse a esos demonios; que sea el hombre el dueño de su historia».
Expulsémoslos. Merecen todo el rechazo y toda la censura democrática. Entre todos podremos lograr que esta triste historia solo acabe mal para sus promotores: para ‘Pedro I El Arbitrario’ y sus sediciosos indultados.