La muerte de la cultura digital
«Internet iba a democratizar la cultura, y acabó dominada por monopolios tecnológicos celosos que controlan todo el patrimonio digital global»
El internet que conocíamos está desapareciendo. Durante mucho tiempo, pensamos que para que algo durara, debía estar en la nube. En la nube no se podían quemar tus fotos, no se podía inundar tu casa y estropear tus libros. Sin embargo, el proceso de eliminación de la cultura de internet está siendo muy acelerado. Según un estudio de Pew Research Center, un 38% de las páginas web que existían en 2013 ya no están accesibles hoy. Hay mucha morralla, claro, pero también mucho material importante: desde vídeos de YouTube a tuits, desde noticias importantes (si uno navega a menudo por Wikipedia descubre que muchas de las fuentes han desaparecido) a ensayos o música.
Según otro estudio de Internet Archive, mucha de la cultura que disfrutamos digitalmente no se archiva, y se elimina arbitrariamente. «Cuando los consumidores pulsan ‘comprar’ en su plataforma favorita, lo que están comprando en la mayoría de los casos es un derecho limitado a transmitir ese contenido –utilizando únicamente el software elegido por el editor– con la advertencia de que el contenido puede retirarse o modificarse en cualquier momento». Si no tienes ese contenido en físico, y ya apenas nadie lo tiene, es probable que acabe desapareciendo. Hay organizaciones, como Internet Archive, que hacen un elogiable trabajo de rescate y archivo. La organización tiene guardadas 866.000 millones de páginas web, 44 millones de libros y 10,6 millones de películas y programas de televisión. Pero se enfrenta constantemente a empresas que se niegan a que sus productos acaben en el dominio público. Como decía un tuitero recientemente, la idea de una biblioteca pública sería hoy descartada como una ingenuidad o incluso como una locura colectivista.
Luego hay otra teoría que está haciendo la cultura y la usabilidad de internet peor. El teórico de la tecnología Cory Doctorow la denomina enshittification, es decir, la progresiva conversión de la experiencia de internet en una mierda. Pasa en todas las plataformas tecnológicas, de Facebook a Amazon, de Airbnb a Twitter. «Primero, las plataformas son buenas con sus usuarios», escribe Doctorow en un ensayo que publicó hace unos meses en Financial Times. Las plataformas al principio son tan bondadosas con sus usuarios que incluso operan con pérdidas, para así atraer a más gente. Cualquiera que haya visto la serie de HBO Silicon Valley sabe que muchas empresas tecnológicas pequeñas y medianas pueden pasarse meses y años sin apenas ingresos (y hablo de ingresos, no de beneficios); hacen rondas de financiación que les permiten seguir adelante, y prometen que en el futuro habrá algo de dinero.
Una vez consiguen esos usuarios, ofrecen a clientes empresariales acceso a su plataforma: aquí puedes anunciarte, mira cuántos usuarios tengo. La mayoría de esos usuarios, además, están atrapados. Doctorow pone el ejemplo de Facebook: «Facebook, como la mayoría de las empresas tecnológicas, tenía a su favor los efectos de red. Un producto o servicio disfruta de efectos de red cuando mejora a medida que más personas se apuntan a utilizarlo». Pero Facebook también tiene el privilegio de los «costes de cambio» o switching costs, algo así como el coste de oportunidad que tiene el marcharse: básicamente, si te vas, pierdes a todos tus amigos, a no ser que les convenzas a todos de marcharse. Las grandes plataformas usan ese argumento: ¿a dónde te vas a ir, con el frío que hace ahí fuera?
«Todo el contenido creado en esas plataformas desaparecerá cuando ya no sirva a las empresas donde se aloja»
Una vez atrapados a usuarios y anunciantes, la plataforma transfiere su excedente a los accionistas, y deja de tener incentivos para mantener la calidad. Finalmente, dice Doctorow, muere, aunque es una muerte lenta y asfixiante: vamos a cargar con los cadáveres de Facebook o Amazon durante décadas, que seguirán funcionando pero ya simplemente como máquinas de extracción de rentas. Todo el contenido creado en esas plataformas desaparecerá cuando ya no sirva a las empresas donde se aloja.
Internet iba a democratizar la cultura, y acabó dominada por monopolios tecnológicos celosos que controlan todo el patrimonio digital global y lo explotan para sus intereses comerciales más cortoplacistas. Gracias a Internet Archive algo se salva para la posteridad. Pero mi consejo es volver a antes de 2010: compra libros, música y películas en físico. O, incluso, descarga, graba, regraba, comparte, archiva en discos duros. Además así tendrás algo que dejar en herencia a tus hijos.