THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Las ideas de otros

«Brian Dillon dice en ‘Ensayismo’ que el género es ‘una combinación de exactitud y evasión’. También habla de ‘simultaneidad de lo agudo y lo susceptible’»

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Las ideas de otros

Ilustración de Alejandra Svriz.

«El azar es, entre otras cosas, el método del individuo apresurado», escribe Bárbara Mingo en su última columna en Letras Libres. En el texto, brillante como siempre, danza por la casa cogiendo libros al azar, copiando fragmentos y buscando conexiones. Mingo es una ensayista clásica. Es un género que, como escribe Alberto Penadés sobre el ensayista mexicano Gabriel Zaid, «no es investigación académica ni erudición ni divulgación, sino conocimiento tentativo, con autoridad solo literaria y por persuasión». El baile de Mingo por su casa cogiendo citas es el método más depurado del ensayista. Y me ha recordado a un libro que no he leído de Simon Leys (otro de esos ensayistas «aproximativos» y a la vez eruditos), Ideas ajenas, una especie de autobiografía compuesta exclusivamente por citas de otros autores. 

Y recuerdo más citas de ensayistas, o sobre ensayistas. Brian Dillon dice en Ensayismo que el género es «una combinación de exactitud y evasión». También habla de «simultaneidad de lo agudo y lo susceptible». Dillon defiende el ensayo como ensayo, es decir, como acercamiento, como proyecto inacabado. Es «una actitud hacia la forma, hacia su espíritu de aventura y su naturaleza inacabada». Eso no quiere decir que el ensayo sea algo incompleto por pereza o negligencia. En España hay muchas supuestas biografías que son «apuntes para una biografía» o fórmulas parecidas. Creo que muchas veces son así por falta de dinero: nadie puede dedicar diez años a escribir un libro. 

Aunque pueda parecer al contrario, el ensayo es un género de poetas. Es la búsqueda de la palabra justa. Uno de mis favoritos, Charles Simic dice: «Aspiro a crear una especie de no género hecho de ficción, autobiografía, ensayo, poesía y, por supuesto, ¡chistes!» Tiene un aforismo que me encanta: «Ars poetica: tratar de hacer reír a tus carceleros».

Escribo esto medio enfermo, un poco febril, moviéndome de aquí para allá, haciendo la maleta para volver a casa tras unas vacaciones demasiado largas, demasiado simbólicas y solemnes. Es mi método, como el de Bárbara Mingo es danzar por la casa en una «polka bibliófila», picoteando aquí y allá. Es mi método neurótico: el movimiento me ayuda a pensar. Cada uno encuentra la lucidez como puede. 

En su célebre ensayo La experiencia, el padre de los ensayistas Michel de Montaigne explica un momento de iluminación. Llega a él tras una experiencia banal y a la vez profundamente trascendental: tiene piedras en el riñón. «¿Hay algo que pueda compararse en dulzura a ese cambio súbito, cuando paso de un dolor extremo, al evacuar la piedra, a recobrar como si se produjera un relámpago la hermosa luz de la salud, tan libre y tan plena, como sucede en nuestros cólicos repentinos y más violentos?» No me resulta muy convincente. Yo prefiero ahorrarme el dolor. 

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