Anagrama y la servidumbre voluntaria
“Hoy gobierna la izquierda. La editorial tiene unas claras credenciales progresistas. El desafío a la autoridad se vuelve más difícil si la autoridad son los nuestros”

El asesino José Bretón.
Tras un mes paralizado, la semana pasada Anagrama finalmente extinguió el contrato de publicación y distribución de El odio, el libro de Luisgé Martín sobre José Bretón. Ha sido más una autocancelación que una cancelación. El libro todavía no había sido publicado. La polémica surgió por unas querellas (tanto de la mujer de Bretón como de la Fiscalía) basadas en un adelanto que salió en prensa; lo que pudo leer el público que supuestamente se escandalizó (¿cómo se mide eso? Siempre es dificilísimo medir el alcance de una polémica, y los periodistas siempre sobredimensionan lo que dicen cuatro gatos en redes sociales) fue ese fragmento.
Tras las querellas, Anagrama entonces sacó el comunicado que cualquier defensor de la libertad artística apoyaría: “Reafirmamos nuestro compromiso con la responsabilidad editorial y la libertad de expresión, sabiendo que ambas deben convivir. La Constitución reconoce el derecho fundamental a la creación literaria”. Inmediatamente después, congeló la publicación del libro. Cuando finalmente las querellas fueron desestimadas, la editorial mantuvo su congelación hasta que finalmente la semana pasada decidió finalmente no publicar el libro. El comunicado final es delirante, sobre todo porque parece vanagloriarse de la voluntariedad de su decisión. “De forma voluntaria, Anagrama decidió paralizar el lanzamiento” escriben, y más adelante vuelve la voluntariedad: “La editorial mantuvo voluntariamente la suspensión de la distribución de la obra, que ahora confirma que es definitiva”. Muestra un celo censor y autocensor mayor que el de la ley.
“De pronto, tras meses de seguimiento y trabajo conjunto entre autor y editorial, se dan cuenta de que el libro es inmoral”
Pero aún más delirante es la reflexión que acompaña a estas palabras. “En una sociedad democrática, debe existir un equilibrio entre la libertad creativa como derecho fundamental y otros principios morales”. Y otros principios morales, tú sabrás cuáles. La convivencia entre la “responsabilidad editorial” y “libertad de expresión” de la que hablaba el primer comunicado acaba sustituida por un comentario perezoso y eufemístico que se traduce en: nos hemos cagado. No hay una explicación del cambio de opinión. De pronto, tras meses, quizá años, de seguimiento y edición y trabajo conjunto entre autor y editorial, se dan cuenta de que el libro es inmoral.
Quizá lo más triste de este episodio es que lo ha protagonizado una de las editoriales más importantes de habla hispana en el mundo. El mensaje que traslada a las editoriales pequeñas es muy descorazonador: si nosotros no nos atrevemos, ni lo intentéis vosotros. O quizá el problema es otro, mucho más sencillo. Hoy gobierna la izquierda. La fiscalía depende más que nunca del Gobierno. Anagrama tiene unas claras credenciales progresistas. El desafío a la autoridad se vuelve más difícil si la autoridad son los nuestros.