The Objective
Ricardo Dudda

Lo importante es no ser pesado

“‘Una inesperada ilusión’, de Aloma Rodríguez, es una inesperada joyita. Una miniatura llena de reflexiones brillantes, de una sabiduría melancólica y entrañable”

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Lo importante es no ser pesado

Libro Una inesperada ilusión

Todas las referencias que se me ocurren sobre el nuevo libro de Aloma Rodríguez, Una inesperada ilusión (Prensas de la Universidad de Zaragoza), son francesas. No en vano es autora de París tres, donde narra su año de Erasmus en la capital francesa. Rodríguez es también la autora española que mejor conoce la obra de Annie Ernaux; la conocía mucho antes del Nobel, mucho antes del fenómeno y de los podcasts de literatura.

Una inesperada ilusión me recuerda no solo a los libros de Ernaux más fragmentarios.

También a autoras francesas como Monique Lange o Marguerite Duras. Pero tiene más de otros autores franceses que me encantan como Valerie Mrejen o Édouard Levé, sobre todo porque tiene humor y no se toma a sí mismo tan en serio. Levé es uno de mis autores favoritos gracias a Aloma y, de hecho, Una inesperada ilusión me recuerda al libro Obras del escritor francés: ambos están llenos de ideas, premisas, sinopsis de libros y películas y obras artísticas que no existen. “Un libro que contenga todas las cosas que no decimos para no hacer daño a los demás o para no discutir, que no es solo la bondad, a veces es también la pereza lo que posibilita la convivencia”, escribe Aloma Rodríguez.  “Una novela sobre la imposibilidad de comunicación con los padres: la idea de que, cuando consigues vivir algo parecido a lo que fue su experiencia y por fin los comprendes, ellos están en otra. La comprensión es imposible, y la comunicación también”.

Son apuntes pero también aforismos, pequeñas reflexiones. Es un libro fragmentario, a ratos diario, a ratos ensayo sobre la escritura, a ratos app de notas donde uno escribe cosas que se le ocurren en la ducha o en el metro y que siempre resultan ser más interesantes que las que uno escribe frente al ordenador, concentrado, convocando a las musas. Es, en el fondo, una autobiografía lateral, oblicua, indirecta.

“El escritor exitoso, y esto es algo que creo que sirve también para otros sectores, lo es sobre todo por ser un pesado”

Hay libros elaboradísimos, prodigios de orfebrería, que tienen mucha menos alma que este. La narradora tiene una voz melancólica y divertida. Hay un constante síndrome del impostor, un pudor y un miedo enorme a la vanidad o a ser un trepa, que es como funciona el sector literario. El escritor exitoso, y esto es algo que creo que sirve también para otros sectores, lo es sobre todo por ser un pesado. Si Aloma Rodríguez no ha tenido el éxito que merece es porque no es una pesada.

Me gustan mucho las anécdotas de niños, que están muy presentes en sus artículos y en Puro glamour, su libro anterior. “-¿Cuántos años tienes?» -pregunta el niño. Y después añade con un tono entre temeroso y hastiado-: «¿Cuánto falta para que te mueras? El niño pregunta quién era su madre cuando su madre era pequeña. La madre le dice que aún no había nacido, ni él ni sus hermanas, que ella era pequeña e iba a ser su madre. Entonces ¿quién nos preparaba la comida?, pregunta. Metafísica y comida siguen unidas, piensa la madre”. Me gusta mucho su curiosidad por los demás, por el amor y las relaciones de los demás.

Hay también una amargura por las amistades perdidas. “Una mujer intenta recuperar casi todas las amistades que ha ido perdiendo a lo largo del tiempo: traslados, malentendidos, un excesivo sentido de la lealtad y cierta arrogancia juvenil son las razones de la pérdida. Manda mensajes, se producen encuentros, algunos casuales, los aprovecha. Se esfuerza. Fracasa. Piensa que quizá sea el karma: es lo que le corresponde a cambio de tener una pareja estable y feliz. No conoce la ruptura amorosa, el desengaño, después de los trece, nunca le han roto el corazón por amor”.

Una inesperada ilusión es una inesperada joyita. Es una miniatura engañosa. Parece una obra menor y sin embargo está llena de pequeños descubrimientos, de reflexiones brillantes que nunca resultan sentenciosas, de una sabiduría melancólica y entrañable.

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