The Objective
Ricardo Dudda

Orejas de perro

«A mí me gusta más leer que los libros. Los libros hay que vivirlos y ensuciarlos; quizá no tanto como con agua de una maceta. Pero hay que tocarlos y doblarlos»

Al mismo tiempo
Orejas de perro

Ilustración de Alejandra Svriz.

Estoy leyendo en la terraza y viene mi hermana a preguntarme si me molesta cuando alguien me devuelve un libro con anotaciones, o doblado, o escrito. Una amiga le ha prestado un libro y se lo llevó a la piscina y se mojó un poco con el bikini, en un momento de descuido leyendo en la tumbona. La amiga leyó el libro en versión digital, le gustó mucho y se lo compró en tapa dura. Le digo que a mí no me importa mucho. Me preocupa más que no me lo devuelvan, que me ocurre más frecuentemente.

Una parte de mi estantería está formada solo por libros mojados. Bueno, ya están secos, claro. Todos tienen una especie de ahumado o sombreado marrón en la parte de abajo. Una maceta cercana se desbordó y varios libros se mancharon con agua marrón. Siguen todos en el mismo sitio, es casi una categoría de mi biblioteca: los libros mojados. Sé exactamente qué libros hay ahí y me cuesta muy poco encontrarlos. Por ejemplo, está Por qué escribo, la recopilación de textos de Félix Romeo. Abro uno al azar: «Cuenta Peter Handke cómo una vez le dieron una paliza porque le confundieron con otro escritor y no quiere ni imaginar cómo habría sido la paliza (¿quizá de muerte?) si lo hubieran confundido con Thomas Bernhard». Bernhard odiaba tanto su país natal, Austria, que prohibió que se editaran allí sus libros tras su muerte. Dicen que cuando murió no encontraron ningún libro en su casa. 

A mí me gusta más leer que los libros. Hay una librería en el centro de Madrid cuyo nombre siempre me irrita: Librería para bibliófilos. En realidad se llama Bardón. Pero encima de la puerta ponía en letras grandes «Librería para bibliófilos», y yo siempre, quizá injustamente, pienso en la gente que compra libros para rellenar una biblioteca, como decoración o atrezzo, y no para leerlos. Y entonces me convierto en el obrero que fue un día a hacer una obra a casa de Andrés Trapiello y, al ver su enorme biblioteca, le preguntó: ¿Te los has leído todos? 

Los libros hay que vivirlos y ensuciarlos; quizá no tanto como con agua de una maceta. Pero hay que tocarlos y doblarlos. Hace poco me topé en Instagram con el vídeo de una crítica literaria americana. La entrevistaban sobre su método de trabajo y mostraba la jerarquía de anotaciones que hacía en los libros, sobre todo doblando el borde de la página. En inglés eso se llama dog ear, oreja de perro. Sus orejas de perro eran enormes, casi doblando la página entera. He buscado el vídeo durante un rato, por si acaso lo guardé en Instagram o TikTok, pero no lo encuentro. No encuentro un vídeo sobre cómo recordar las cosas que leemos. 

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