The Objective
Ricardo Dudda

El testamento de Riefenstahl

«Desde el principio quedan claras sus simpatías en el documental del director Andres Veiel (Filmin). Fue una nazi convencida, y luego una nostálgica resentida»

Al mismo tiempo
El testamento de Riefenstahl

Adolf Hitler y Leni Riefenstahl, en una imagen del documental ‘Riefenstahl’.

En septiembre de 1939, la cineasta alemana Leni Riefenstahl acompañó a la Wehrmacht en la invasión de Polonia que inauguró la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo como reportera de guerra, y con la experiencia que ya tenía tras haber dirigido las películas propagandísticas La victoria de la fe, El triunfo de la voluntad y Olympia. Riefenstahl duró muy poco en el frente. A las dos semanas, pidió volver a Alemania. En la posguerra no habló mucho sobre lo que vio, pero no tardaron en aparecer fotografías de ella en el frente. Una de ellas es estremecedora. La cámara muestra de cerca a varios soldados, mirando con atención y preocupación. Riefenstahl está entre ellos, horrorizada y llorando. No se ve lo que observan, pero es fácil intuirlo.

Es una foto condenatoria. Demuestra que estuvo ahí, y que vio in situ los crímenes nazis. Durante su larguísima vida (vivió el siglo XX casi al completo: nació en 1902 y murió en 2003), Riefenstahl se dedicó a negar su complicidad con el régimen nazi. Lo hizo de diferentes maneras: haciéndose la ignorante, haciéndose la víctima, mostrándose arrogante y orgullosa. Su vida tuvo dos etapas muy diferenciadas. Antes y durante la guerra, fue una artista inmensa, responsable de obras estéticamente brillantes y moralmente repugnantes. Era admirada por Hitler y Goebbels, y la admiración parecía mutua.

Después de la guerra, dejó de ser artista para convertirse en una especie de jefa de prensa de sí misma. Se obsesionó con controlar su propio relato y biografía. Aceptaba entrevistas televisivas, recopilaba recortes de prensa, grababa las llamadas telefónicas que recibía de fans, se querellaba constantemente contra quienes la difamaban. Lo que no fue capaz de reescribir es su pasado audiovisual. Sus documentales eran la incriminación perfecta. Bellísimos y técnicamente apabullantes, no eran muy ambiguos ideológicamente: eran odas perfectamente claras a la ideología nazi. Su contribución al mito del nuevo hombre ario fue indiscutible.

En el documental Riefenstahl, que puede verse en Filmin desde hace unos meses, el director alemán Andres Veiel accede a todo el archivo de la cineasta. Lo que ella recopiló sobre sí misma, lo que otros recopilaron sobre ella. Apenas hay voz en off, salvo cuando es imprescindible un contexto. No hay teorizaciones ni psicologizaciones. Hay fotos, vídeos, cartas y audios de la protagonista. Si existían dudas sobre sus convicciones, tras el visionado de la película desaparecen. Hay una carta llena de amor a Hitler agradeciéndole su apoyo a Olympia, el documental sobre los Juegos Olímpicos de 1936.

No aparecen otras muchas, como una que le envió dándole las gracias por la invasión de Francia en 1940: «Con una alegría indescriptible, profundamente conmovidos y llenos de ardiente gratitud, compartimos con usted, mi Führer, su mayor victoria y la de Alemania: la entrada de las tropas alemanas en París. Usted supera todo lo que la imaginación humana es capaz de concebir, logrando hazañas sin parangón en la historia de la humanidad. ¿Cómo podremos agradecerle jamás?»

«Es incapaz de ocultar su resentimiento, incluso décadas después, por la derrota alemana»

Hay fotos íntimas con Goebbels; cuando un reportero, en un fragmento de entrevista que no salió a la luz, le pregunta por esa relación con el ministro de propaganda nazi, Riefenstahl se pone agresiva y se marcha. Hay una relación muy estrecha con el arquitecto del Reich Albert Speer. Y hay una relación profunda con su asistente y amante, 40 años menor que ella. La gran mayoría de metraje que existe sobre Riefenstahl hasta el final de su vida está rodado por él.

Desde el principio quedan claras sus simpatías. Fue una nazi convencida, y luego una nostálgica resentida. Basta con escucharla en intervenciones televisivas en las que es incapaz de ocultar su resentimiento, incluso décadas después, por la derrota alemana.

Las decenas de llamadas reproducidas en el documental de simpatizantes nazis, que le dan su apoyo y la animan a seguir luchando por la «verdad», son prueba de que ese resentimiento lo compartían muchos alemanes, incluso cuando ya estaban documentadas profusamente las atrocidades nazis.

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