The Objective
Ricardo Dudda

La lucha por la ciudad

«Tras escuchar al diputado de Vox, Carlos H. Quero, recordé a Nieves Conde, director de cine falangista, y su película ‘El inquilino’ sobre la escasez de vivienda en Madrid»

Al mismo tiempo
La lucha por la ciudad

El diputado de Vox Carlos H. Quero. | Víctor Ubiña

El otro día un discurso del diputado de Vox Carlos H. Quero provocó revuelo en redes sociales. En realidad Quero lleva años hablando de lo mismo, del problema de la vivienda, pero su relevancia es mayor hoy porque ha sido nombrado portavoz adjunto de Vox, en sustitución de Javier Ortega Smith. En un acto del partido en el sur de Madrid, criticó abiertamente a Ayuso y a «una clase política que pone alfombra roja a los buitres y les dice que vengan», que «ofrece a multimillonarios extranjeros deducciones fiscales del 20% (que niega a los compradores españoles)», que quiere que «el Madrid de los propietarios de toda la vida se convierta en el patio trasero de los ricos». El discurso provocó mucha sorpresa. Sonaba podemita, dijeron muchos. Cómo iba a ser de derechas si criticaba a Ayuso, decían otros (la lógica española de que no existen ideologías sino partidos). Algunos señalaron su cercanía a Falange (en esto estoy más o menos de acuerdo).

Tras escuchar el discurso de Quero, recordé a José Antonio Nieves Conde, director de cine falangista relativamente olvidado, y un genio español del neorrealismo. Precisamente hace un mes, la Filmoteca Española y el Círculo de Bellas Artes organizaron el ciclo de cine Un planeta de inquilinos. El derecho a una vivienda digna. En ella pusieron la obra maestra de Nieves Conde, El inquilino, película de 1957 que trata un problema absolutamente contemporáneo: la escasez de vivienda decente y asequible en Madrid. El protagonista, Evaristo, vive con su mujer y cuatro hijos en un edificio que está siendo derribado. Lleva meses buscando en vano una alternativa. El Madrid en el que vive es hostil, lleno de arribistas, aprovechados, rentistas especuladores. La cosa está tan mal que la familia ni siquiera puede permitirse un cuchitril: no solo por su pobreza sino por la escasez de vivienda.

«Incluso en las películas de Nieves Conde que no tratan tan directamente la cuestión de la vivienda, aparece como telón de fondo»

Una noche, Evaristo sueña con un llamado «Barrio de la felicidad». En él, las leyes de la oferta y la demanda están invertidas, hay mucha más oferta que demanda de pisos y las inmobiliarias y los caseros se pelean por encontrar inquilinos: hay carteles colgados de los balcones que dicen «Se bonificará al inquilino», «Se presta», «Se cede a cambio de la conservación», «¡Ocúpelo por favor!». Despertado del sueño, vuelve a una realidad deprimente. La familia visita una institución pública que presuntamente les ayudará a encontrar casa. El interior del edificio está decorado con carteles que dicen: «El problema de la vivienda es el más acuciante problema de nuestro tiempo», «La especulación sobre la vivienda es un hecho criminal», «Una vivienda propia es la base de una familia» (es una retórica grandilocuente que luego no se convierte en realidad: la pareja se topa con un muro burocrático y una lista de espera larguísima).

Es un discurso parecido al de Quero: no es solo la idea de la vivienda digna en abstracto, sino como precondición para la posibilidad de formar una familia, de construir una clase media. (Hay un matiz importante: una pata clave del discurso de Quero es el nativismo, y es una pata importantísima, siniestra y a menudo injusta).

Incluso en las películas de Nieves Conde que no tratan tan directamente la cuestión de la vivienda, aparece como telón de fondo. En Angustia, una pareja desesperada vive en una casa de huéspedes. En Surcos, una familia de agricultores se muda a Madrid para mejorar su vida. La ciudad está sobrepoblada, la única manera de prosperar es el pillaje, el amiguismo y la corrupción. Obviamente, comparten todos una gran habitación en una corrala. Los dos únicos personajes que pelean por salir de su situación solo encuentran dos caminos: la mujer joven intenta seducir a un empresario rico; el hombre joven se une al hampa.

A principios de año, Carlos Padilla entrevistó a Quero en su estupendo programa de entrevistas El purgatorio, en este periódico. Quero dijo: «La gente que nació allí [se refiere a pequeñas capitales, cabezas de comarca] se sienten como unos ‘pringaos’ o unos parias, y se tienen que venir a vivir a Madrid en un cuchitril, sin oportunidades, con un sueldo de miseria, viendo a tus padres dos veces al año». Al final de Surcos, la familia vuelve al pueblo. —Hay que volver. —¿Ahora? ¿Para que la gente se ría de nosotros? Qué vergüenza… —Pues, con vergüenza, hay que volver.

Publicidad