Un Orwell feminista
«La obra de Orwell es, en esencia, feminista, sin necesidad de que alguien llegue casi un siglo después a decidir si lo era o no»
El diario The Guardian ha desvelado que Sandra Newman será la encargada de reescribir el clásico de Orwell, 1984, desde la perspectiva de Julia, la compañera de Winston Smith, el hasta ahora protagonista del relato. La propia autora norteamericana celebraba el hecho en Twitter, afirmando: «I am writing a feminist retelling of Orwell’s 1984». Es decir, que el ojo que todo lo ve, ese Gran Hermano omnipresente, atenderá ahora bajo la pluma de Newman los dictados del feminismo moderno. Los herederos de Orwell ya han dado su visto bueno a la reescritura, por lo que en apenas unos meses tendremos la narración de su antepasado teñida de morado en sus mejores librerías. Lo curioso de este tema es que la noticia cae en el mismo mal que denunciaba Orwell: reescribe la historia de una novela que rechazaba la reescritura de la historia. El propio Winston, otrora intérprete distinguido de la obra, puede dar buena fe de ello: él era uno de los encargados de reinterpretar el pasado cuando trabajaba para el ínclito Ministerio de la Verdad.
El mismo Orwell dejó claro que éste era el motor de su obra. Acostumbrado a ver narraciones en periódicos y obras supuestamente realistas que nada tenían que ver con la verdad -sobre todo en España, por cierto, donde según el autor británico vivió esta farsa con más intensidad que en ninguna otra parte-, decidió criticar esa especie de transformación de la verdad a través de la palabra. Me pregunto qué necesidad había de reinterpretar a Orwell, y no sólo porque se quejara de la constante reinterpretación. No podemos olvidar que la obra de Orwell es, en suma, una obra propagandística que buscar penetrar en el corazón de la propaganda para criticar el panfleteo, como el Quijote es una obra que busca liquidar la novela de caballerías desde la caballería misma. Hablamos, por tanto, de que se avecina una suerte de panfleto feminista, ojalá irónico, como el original, y deberá hilar muy fino para que no pase de la obra maestra que es, de por sí, la maravillosa novela distópica de Orwell a un pasquín del tres al cuarto.
Hay en el Orwell verdadero, además, una constante querencia hacia el ser humano desfavorecido, hacia el hombre de abajo, hacia colectivos históricamente desprotegidos. La obra de Orwell es, en esencia, feminista, sin necesidad de que alguien llegue casi un siglo después a decidir si lo era o no. Incluso Orwell llegó a decir que Julia «era mucho más aguda que Winston y menos susceptible a la propaganda del Partido». Hay en esa caracterización una velada crítica al poder que por entonces ostentaba únicamente el hombre, destacando en el personaje femenino esas cualidades por encima del arquetipo del gobernante varón -no en vano el personaje se llama Winston, como cierto Primer Ministro británico-. Por todo ello, vuelvo a preguntarme si es necesario adaptar una novela como ésta a los tiempos modernos, cuando precisamente lo bueno de este clásico es que, como todos los clásicos, pasa por atemporal. En unas semanas obtendremos la respuesta.