THE OBJECTIVE
Omar Lugo

El conflicto en Yemen amenaza la fiesta del petróleo barato

Ahora, como un cisne negro en la bandada de noticias, asoma la cabeza el conflicto en Yemen, un proceso de pronóstico reservado, que podría impactar el mercado petrolero en el medio y largo plazo.

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El conflicto en Yemen amenaza la fiesta del petróleo barato

Ahora, como un cisne negro en la bandada de noticias, asoma la cabeza el conflicto en Yemen, un proceso de pronóstico reservado, que podría impactar el mercado petrolero en el medio y largo plazo.

La escalada del conflicto en Yemen tuvo el efecto inmediato de disparar los precios del petróleo en torno al 5%, sembrando entre los consumidores nuevos miedos acerca del fin de un celebrado ciclo bajista de precios.

Pero es temprano para apostar al fin de fiesta en la más acelerada tendencia bajista del petróleo desde 2009. Desde el verano pasado hasta enero, el marcador Brent se desplomó en cerca del 60% desde máximos de $115. Repuntó un tanto en febrero y se mantiene en torno a $58 por barril, cerca de mínimos en seis años.

Esta ha sido una buena noticia para los conductores de toda Europa -aunque no siempre los precios de la gasolina bajan como quisiera la gente, dependen también de los impuestos en cada país-. También lo ha sido para las economías de los países industrializados, pues energía más barata supone una posibilidad más clara de una más viable recuperación económica, tras los anémicos resultados de los últimos años, especialmente en la eurozona.

La tendencia bajista, sustentada en los fundamentos del mercado y en un sobreoferta de unos dos millones de barriles por día ha sido tan fuerte que ni siquiera la escalada de conflictos entre Rusia y Ucrania, o la expansión del fundamentalismo del Estado Islámico en territorios de Irak, Siria y Libia habían tenido sido suficientes para arruinar la fiesta.

Pero ahora, como un cisne negro en la bandada de noticias, asoma la cabeza el conflicto en Yemen, un proceso de pronóstico reservado, que sí podría impactar el mercado en el mediano y largo plazo.

Arabia Saudí –el segundo país del mundo que más gasta en armamento- ha logrado formar una coalición con otros nueve países (Kuwait, Catar, Emiratos, Baréin, Egipto, Jordania, Marruecos, Sudán y Pakistán) en un esfuerzo por detener a las milicias chiíes de los hutíes que han puesto en jaque, justo al lado de su territorio, al acosado presidente de Yemen, Abdo Rabu Mansur Hadi.

La coalición y el propio gobierno de Yemen han recibido el amplio respaldo de Estados Unidos, una pieza importante en este ajedrez del Medio Oriente, donde también juega otro fuerte país petrolero, Irán, que apoya a los hutíes.

Yemen, también es visto por Estados Unidos como un refugio de terroristas, especialmente de Al Qaeda y un trampolín para la expansión del fundamentalismo más radical.

“La meta de la política de Estados Unidos en Yemen es asegurarnos de que no sea un paraíso que los extremistas puedan usar para atacar occidente y Estados Unidos”, según el secretario de Prensa de la Casa Blanca Josh Earnest.

Este nuevo escenario ha dificultado aún mas la posibilidad de pronosticar tendencias de precios en el mercado mundial de petróleo, una labor ya complicada en los últimos días en los que  operadores y analistas han desplegado un abanico de apuestas que va desde $50 hasta $90 por barril para este año.

Ahora que los ojos del mercado se han detenido en la Península Arábica, podría aumentar la tensión en las pizarras electrónicas.

Después de todo, quien acaba de entrar en guerra encabezando una coalición de países suníes es Arabia Saudí, el principal exportador mundial de crudo convencional, con la mayor capacidad de producción, y que bombea 11,7 millones de barriles, con el 16% de las reservas mundiales de  hidrocarburos y que además controla la Opep.

Agobiado por constantes ataques terroristas a su infraestructura y por la declinación de sus campos, en un ambiente hostil a las inversiones,  Yemen ya ha venido sufriendo el declive de su producción desde un pico de 441.000 barriles por día en 2001 hasta unos 90.000 bpd, según datos de la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos (EIA).

Aunque no es un importante productor o exportador de energía, tiene una ubicación estratégica en la Península Arábica que explica por qué es un dolor de cabeza para Occidente. Controla el margen derecho del estrecho de Bab el-Mandab, que con dos millas de ancho es uno de los pasos estratégicos entre las rutas marítimas que alimentan el mercado petrolero mundial.

Frente a sus playas pasan 3,8 millones de barriles por día entre el Golfo de Aden y el Mar Rojo. La mayor parte de las exportaciones provenientes del Golfo Pérsico/Arabico que transitan por el canal de Suez y el oleoducto SUMED pasan por ese corredor marítimo, según cálculos de la AIE.

Si hay una escalada de conflictos y violencia en esa zona, los tanqueros se verían obligados a dar un enorme rodeo para alcanzar mercados europeos y americanos. Eso supondría no solo retrasos en el flujo de los hidrocarburos sino una permanente evidencia de que el desastre en Yemen no se  limita a  un pequeño país desértico agobiado por los centenarios conflictos tribales y religiosos. La duración del conflicto podría tener un neurálgico impacto sobre los precios del petróleo por algún tiempo.

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