Contra la víscera
«El plató sustituye el juzgado, y ante el testimonio de ella en televisión los políticos se apresuran a tuitear sobre eso con el hashtag que promueve el programa o con el de #yosítecreo, sin tener en cuenta las sentencias judiciales»
El programa más visto el domingo por la noche fueron las declaraciones en exclusiva de Rocío Carrasco sobre los supuestos malos tratos recibidos durante el corto matrimonio con su ex y el relato de cómo él consiguió poner a los hijos en contra de su madre. Era también el relato de cómo la prensa señaló y juzgó a Carrasco durante años. La paradoja está en que los dueños de esos vídeos que se emitían sobre la vida de Carrasco son los mismos que ahora pretenden hacer pasar esa entrevista por un documental. Pero Telecinco haciendo de Telecinco no debería sorprender a nadie, aunque siempre llama la atención la falta de escrúpulos. No hay que subestimar su capacidad de regodearse un poco más en el sufrimiento ajeno, de hacer de la víscera producto televisivo.
Hace apenas dos años los reportajes sobre la mediatización del crimen de Alcásser llenaron la prensa y hoy asistimos de nuevo a lo mismo: la evisceración en prime time. El plató sustituye el juzgado, y ante el testimonio de ella en televisión los políticos se apresuran a tuitear sobre eso con el hashtag que promueve el programa o con el de #yosítecreo, sin tener en cuenta las sentencias judiciales. La sorpresa por los tuits de diferentes políticos sobre el tema quizá es una muestra de inocencia, pero más naíf será quien crea que la razón de ese interés en el caso es otra que la de sacar un rédito electoral al asunto: colocarse tal vez en el lado bueno. El precedente que sienta, por otro lado, es peligrosísimo: qué hacen los representantes tomando parte en un juicio mediático, ni siquiera tendrían por qué pronunciarse sobre las sentencias de los tribunales. Pero ha habido aún un paso más allá en el camino hacia el fango del populismo: la ministra de Igualdad Irene Montero entró ayer desde el ministerio al programa para decir que Rocío Carrasco es una mujer valiente y una víctima de violencia de género. Un poco de gloria televisiva a cambio de degradar el Estado de derecho.
Se ha hecho una defensa de la emisión de los primeros capítulos –hay más de 60 horas de material– de la exclusiva, según la cual el testimonio de Rocío Carrasco en Sálvame Deluxe, aunque sea amarillista, sirve a la causa feminista porque pone le da voz a una mujer rota. Sirve, dicen, para que mucha gente tome conciencia. En Panfletos contra la emoción y el audiovisual, editado en Pepitas de calabaza, José Luis Cuerda escribe: «La emoción es un medio de conocimiento, no un fin. Y cuando se construye cualquier tipo de discurso –artístico o no– para dirigirlo derechito derechito al corazón, se está haciendo trampa. En una época en la que –así de educados estamos– el receptor no se conforma con que se le den los estímulos masticados, ni siquiera con que se le den digeridos, sino que los exige defecados, es lamentable doblemente que no solo se le dé la razón, es decir, mierda, sino que se le dé esta envuelta en celofán y con lacito».