THE OBJECTIVE
Antonio García Maldonado

De John Le Carré a James Comey

La comparecencia en el Senado del despedido director del FBI, James Comey, ha tenido el aire de las citas históricas con las que luego se hará una de las escenas culminantes de una película política.

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De John Le Carré a James Comey

Reuters

La comparecencia en el Senado del despedido director del FBI, James Comey, ha tenido el aire de las citas históricas con las que luego se hará una de las escenas culminantes de una película política. Con su aspecto de puritano serio y honesto, Comey ha dicho bastante pero ha sugerido aún más sobre la infiltración de la trama Rusa en el nivel más alto de la Casa Blanca. Para empezar, que es la causa de su despido, por negarse a parar, por petición directa del propio Trump, la investigación contra el general Michael Flynn y sus mentiras contrastadas en relación a sus amigos rusos en Estados Unidos. Que al propio presidente le abruma este asunto queda reflejado en el hecho de que, en más de tres años con Obama, Comey habló dos veces con el presidente, la segunda para despedirse, mientras que con Trump fueron nueve en menos de cuatro meses.

La reveladora comparecencia de Comey se une a otra que ha pasado más desapercibida, la de John Brennan, director de la CIA entre 2013 y 2017, años álgidos en los que habría actuado la trama Rusa. Brennan dijo una frase profunda y cierta, con resonancia de fondo aplicable a otros ámbitos, y que no es difícil imaginar que fuera pronunciada por George Smiley, el mítico agente del MI6 de John Le Carré que en tantas historias contra los rusos hemos leído: “Frecuentemente, individuos en el camino de la traición ni siquiera se dan cuenta hasta que es tarde”. En El topo, Le Carré pone a Smiley a perseguir a un infiltrado de la inteligencia rusa en la cúpula del MI6, un tipo inspirado en el real Kim Philby, integrante del Círculo de Cambridge de la élite británica al servicio de los soviéticos. El propio Philby contó en sus memorias cómo fue reclutado, y escribe esta frase que le habría dicho su enlace, que recuerda a la de Brennan: “Queremos que te coloques en una situación en la que la información fluya hacia ti de forma fácil y natural y que puedas acceder a ella sin colocarte en peligro”, y continuaba el reclutador: “Se trata de un trabajo aburrido, pero es posible que en algún momento tengas acceso a información fundamental”. Esto fue en 1934, bastantes años antes de que Philby entrara primero en el MI5 y después en el MI6. Los rusos tenían mirada estratégica y a largo plazo, y cabe preguntarse desde cuándo tienen los servicios rusos dosieres de algunas personas que han estado durante años mostrando sus intenciones de intentar ser presidentes, senadores, congresistas o gobernadores.

Cuesta pensar que Estados Unidos (que en términos históricos ganó la Guerra Fría antes de ayer) pueda tolerar esta situación. Los elogiados checks and balances de su diseño institucional están ante uno de los mayores test de estrés de su historia. Sin embargo, Trump conserva el apoyo rocoso de las bases que lo llevaron a la Casa Blanca, según los sondeos. Siendo así, The Economist advertía recientemente que aún no había llegado el momento del impeachment. Habrá que aguantar hasta las elecciones parciales y ver el desgaste. Pero de las comparecencias parece quedar claro que la Comunidad de Inteligencia y gran parte de la élite demócrata y republicana tienen pocas dudas y bastantes pruebas para llevarlo a cabo con éxito. Entiendo que entramos en una etapa de persuasión pública, y que la de investigación está de facto terminada. Toda la pompa de estas comparecencias y las que vendrán con el fiscal especial (exdirector del FBI) son esencialmente una campaña de comunicación política para decirle al pueblo americano que se ha equivocado.

Y un último apunte: la opinión general de los expertos es que la influencia rusa no fue la causa de la victoria de Trump, que tenía unas bases distintas y más propiamente americanas. Si influyó, es discutible que fuera de forma decisiva. Sin embargo, al haberse demostrado el intento, ofrece un asidero para la destitución de un presidente dañino para todos y grotesco para la imagen de su propio país. De otra forma, habría durado cuatro u ocho años. Si fuera el caso: ¡Spasiva, tovarich Putin!

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