THE OBJECTIVE
Fernando Savater

Racismo electoral

«No sé si los negros deben votar a Harris o a Trump. Cada uno debe elegir lo que más le convenga, sin que su pertenencia étnica le obligue en un sentido u otro»

Despierta y lee
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Racismo electoral

Ilustración de Alejandra Svriz.

Nuestra época es claramente propensa al racismo, precisamente por sus esfuerzos en denunciarlo y combatirlo. No se puede acabar con algo ignorando en qué consiste. Racismo es aplastar la humanidad de alguien bajo el peso de una identidad colectiva a la que debe pertenecer. Da igual para el caso que esa identidad sea una bendición o un oprobio. Nadie puede ser algo superior a humano ni gozar o padecer una identidad colectiva mas relevante que la suya individual. Borges atribuye a Mark Twain, en El hombre que corrompió Haylerburg, una cita que yo siempre he supuesto que pertenece a la inventiva del propio Borges: «No me importa saber si alguien es varón o hembra, religioso o ateo, negro o blanco. Me basta con saber que es humano, nadie puede ser nada peor».

Cuando alguien se refiere a la raza de otro es porque le quiere anular como persona: y éso funciona aunque su referencia racial esté basada en supuestas virtudes de esa etnia, como la inteligencia de los judíos, el sentido del ritmo de los negros o la industriosidad de los orientales. Nadie es lo que es y como es por las cualidades que comparte con sus parientes sino más bien por aquellas que lo diferencian de los demás. Para el racista sólo cuenta lo que el grupo representa en su imaginario y quien pertenece a él viene ya definido de fábrica. Y muchos de quienes pretenden emancipar a las razas oprimidas lo hacen a costa de despersonalizar a sus miembros.

Cuidado con las buenas intenciones. Siempre he tenido gran simpatía y admiración por Obama, cuya elección presidencial me emocionó profundamente como el cumplimiento histórico de uno de mis sueños de juventud. Pero por eso mismo me preocupó su indignado discurso de hace unos días dedicado a sacudir las conciencias de los afroamericanos que le escuchaban. Se dirigió a ellos como un padre colérico regañando a sus hijos díscolos porque no apoyaban con el debido entusiasmo la candidatura de Kamala Harris o aún peor, prefería votar a Trump. Les acusó de ser misóginos por no aceptar la jefatura de una mujer y preferir el perfil brutal del macho dominante. No sé hasta qué punto tienen fundamento esas reconvenciones, pero en cualquier caso el tono irritado sobra: cada ciudadano, sea cual fuere el color de su piel, debe llegar a sus propias conclusiones sin necesidad que le lean la cartilla moral adecuada a su etnia.

No veo por qué han de ser más machistas los que voten a Trump en vez de a Kamala Harris que quienes votaron a Obama en lugar de a Hillary Clinton. Pero entonces recordé haber oído algo aún peor hace cuatro años, en la campaña electoral de Joe Biden. Dirigiéndose a los afroamericanos en una entrevista radiofónica, el candidato Biden proclamó: «Si te cuesta saber si me apoyas a mí o a Trump, entonces no eres negro». Es probablemente la afirmación más racista que se oyó en toda la campaña. Y habría sorprendido a Biden saberlo… Él sólo pretendía recordarles a los negros lo que más les convenía.

«Las minorías discriminadas se van dando cuenta de que los buenos discriminan a veces más eficazmente que los malos…»

Y no se le pasó por la cabeza que cada uno de los ciudadanos negros también podría tener opiniones propias al respecto. Los negros son como niños, debió pensar, buenos en el fondo pero si les dejas solos meten la pata. Incluso quienes más los aprecian desconfían de ellos en los momentos de peligro. El arzobispo sudafricano Desmond Tutu, gran activista contra el apartheid, reconocía que esa desconfianza estaba tan arraigada que él mismo, cuando tomaba un avión para un largo viaje, si veía que el piloto era negro sentía una soterrada inquietud… ¡Ah, olvidaba decir que Desmond Tutu era negro también!

No sé si los negros deben votar a Kamala Harris o a Trump. Pero estoy seguro de que cada uno de ellos debe poder elegir lo que más le convenga, sin que su pertenencia étnica le obligue en un sentido u otro. Por lo que apuntan los sondeos, los afroamericanos y otras minorías racializadas están hartos de que los demócratas se acuerden de ellos y de exigir su apoyo sólo en los periodos electorales, pero luego descuiden cumplir las promesas que les hicieron. Son los más perjudicados por la inseguridad ciudadana y puede que se inclinen por el candidato que se preocupa más de ella, aunque en otros aspectos les demuestre menos simpatía. Ante tantos voluntariosos benefactores dispuestos a pensar por ellos, las minorías discriminadas se van dando cuenta de que los buenos discriminan a veces más eficazmente que los malos…

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