THE OBJECTIVE
Fernando Savater

Batallas de sobremesa

«La mafia monclovita está feliz de que la pelea entre Motos y Broncano sea el tema del día y de que Begoña, Aldama y el fiscal mamporrero pasen a segundo plano»

Despierta y lee
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Batallas de sobremesa

Ilustración de Alejandra Svriz.

Soy un malísimo usuario de TV y creo que voy empeorando. Me voy quitando de verla, como he ido dejando de jugar a las canicas o de hacer carreras de chapas. Hace muchas décadas disfrutaba con series como El investigador submarino con el gran Lloyd Bridges, Cinco dedos con David Hedison y la bella Luciana Paluzzi, Perry Mason, Colombo y todas las protagonizadas por bichos inteligentes que tanto me gustaban: Rin-Tin-Tin, Furia, Flipper… Por no hablar de las formidables Historias para no dormir· de Narciso Ibáñez Serrador, los primeros estremecimientos deliciosos de mi vida. También me enganché a concursos como Un millón para el mejor o Un, dos, tres, programas de variedades musicales presentados por Franz Johan o Mario Clavell y naturalmente cómicos como Tip y Coll, Cassen, Martes y Trece… Estoy tan agradecido a los inolvidables buenos ratos pasados ante la pantalla, mejores y más educativos que los del colegio o muchísimo mejores que los de la universidad, que no consiento que nadie llame delante de mí caja tonta a la tele como suelen hacer los tontos desencajados con los que uno se cruza.

Pero el tiempo me ha desalojado también de ese paraíso. Ahora la televisión se reduce para mí a un vehículo para noticias y sobre todo un modo de recuperar viejas películas (incluso alguna reciente, si no hay más remedio). Nada de concursos, ni programas de invariables variedades, ni tertulias. El otro día me quedé hasta tarde siguiendo la actualidad de la DANA y los sucesos durante la visita de las autoridades a Paiporta, hasta desembocar sin querer en la tertulia de Fortes a medianoche. No vi más de un cuarto de hora porque me entraron náuseas, al oír el desparpajo con que politólogos y politólogas secundaban el infundio de los «grupos perfectamente organizados de extrema derecha» inventado por Sánchez para encubrir su cobarde huida ante la indignación justificada de los damnificados desasistidos.

No se puede ser más caradura a sabiendas, a menos de escribir un elogio del cagarse de miedo como ha hecho supongo que por encargo Muñoz Molina. ¡Qué gente hay suelta por ahí y qué bien hacemos los que salimos poco de casa! De modo que nada de tertulias, ni Sálvame por favor, ni Salvados para llegar a fin de mes, ni Condenados, ni series sobre la dulce Nevenka o cosas parecidas. Nada, mi peliculita de Hitchcock o El tercer hombre que ya he visto mil veces pero que aún puedo disfrutar como el primer día y a los bastardos que les den por donde menos les guste.

Pero resulta que esta intransigencia televisiva me priva de seguir estos días la polémica de moda, la nueva batalla de las Termópilas en cuyo estruendo confía la banda de Sánchez para tapar el chapoteo cenagoso de sus abusos y vergüenzas que van saliendo cada vez más arrolladoramente a la luz. No he visto jamás ni El hormiguero ni La revuelta y no me atrevería nunca a ver ninguno de los dos, por miedo a comprobar hasta qué punto he perdido ese sentido del humor del que antes me enorgullecía. Ahora sólo me río cuando el rector Goyache, que ha arrastrado por el fango como nadie a la Universidad Complutense para hacerle un regalito a la señora del presidente, regaña muy digno a Díaz Ayuso por desprestigiar a la UCM. Desde luego hay que ser… En fin, eso.

De Pablo Motos recuerdo un anuncio contra la piratería digital, entonces popular incluso entre intelectuales descarriados, que estaba muy bien hecho y me hizo simpatizar con él. Pero ya digo, de los dos programas en litigio no puedo opinar porque no los he visto ni creo que vaya a verlos en lo no mucho que me quede de vida. Aunque me basta saber que el Broncano ese viene comprado al peso por la gusanera que nos gobierna para contrarrestar El hormiguero, y además encuentra apoyo triunfal para la disputa en el Telediario de la 1 (ya saben, el de los grupos de extrema derecha perfectamente organizados en Paiporta) y también tiene paladines belicosos en El País (hoy mismo, Noelia Ramírez: más tonta y se muere) para saber a qué atenerme. ¡Vivan las hormigas, a pesar de que mis simpatías siempre fueron para las cigarras y los cigarros, y a Broncano que le afeiten en seco!

Y ahora, entre nosotros, sin que nadie nos oiga: qué país este, qué paisaje y qué paisanaje. Aún no se ha limpiado el barro que cubre nuestro Levante, aún no sabemos qué medidas van a tomarse para que la tragedia no se repita y ya la mayoría de la gente está pendiente ante todo de la batalla de sobremesa entre El hormiguero y La revuelta. Y la mafia monclovita feliz de que sea ese el tema del día y Begoña, Aldama, Ábalos, Koldo, el fiscal mamporrero, el soborno a los separatistas catalanes con el dinero de todos los españoles, y Sánchez, Sánchez, Sánchez… Todo haya pasado a segundo plano. ¡Cuánto añoro aquellos tiempos felices y algo más inocentes de Lloyd Bridges buscando tesoros bajo el mar!

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