Distopías del mundo post-COVID
«Entre tantos profetas del apocalipsis mundial vemos que hay quienes admiten humildemente que como mucho podemos detectar tendencias y anticipar posibles escenarios analizando datos empíricos»
Hay un debate cada vez más surrealista sobre cómo será el escenario post-coronavirus y cuáles serán las mejores medidas y prácticas para contener la propagación del virus en todo el mundo y una nueva crisis global. A menudo se dice que en tiempos de crisis, las personas buscan algo en que creer. En la economía de la atención hay quienes capturan una cuota de mercado más grande de nuestro tiempo y nuestros clics. Entre tantos profetas del apocalipsis mundial vemos que hay quienes admiten humildemente que como mucho podemos detectar tendencias y anticipar posibles escenarios analizando datos empíricos y asignando posibilidades a cada escenario.
Berlin, en la introducción de su conocido ensayo El erizo y el zorro, divide a los pensadores en dos grandes grupos o categorías, siguiendo la metáfora del poeta griego Arquíloco. Para Berlin los erizos (tipo A) son más ideológicos que empíricos, creen que la solución a las pequeñas cosas parte de grandes principios e ideas. Proyectan cambios drásticos, normalmente anunciando un escenario distópico o utópico y tienden a simplificar en exceso, pero sus análisis ofrecen titulares llamativos. Los zorros (tipo B) tienen un enfoque menos grandilocuente. Dibujan varios escenarios, a veces inconexos e incluso contradictorios y basados en tendencias más concretas y datos empíricos. Tienden a ser más rigurosos, pero sus análisis no cuentan con tanto glamour.
Ocurre que, la mitad de las veces, los analistas de tipo A, de personalidades grandilocuentes y dispuestos a dar proyecciones absolutas, evitan la contrariedad y la complejidad que caracteriza a nuestras sociedades abiertas y eluden datos empíricos y tendencias si éstas contradicen sus pronósticos. La mayoría de los analistas del tipo B coinciden en que el COVID tendrá impactos múltiples y diversos, pues observan distintas tendencias micro, pero todas estas tendencias tienen algo en común: coinciden en que no se producirá un punto de inflexión a largo plazo, sino que veremos un impacto en la ‘primera derivada’: la velocidad del cambio.
Esto no significa que las cosas no cambien. Pero sería más acertado hablar de un cambio permanente, y observar que algunas tendencias ya se producían antes de esta crisis: la “desglobalización”, el coqueteo con el nacionalismo y el iliberalismo o la polarización social. El hecho de que los gobiernos politicen esta crisis, algo que se observa en países como China, Estados Unidos o España, produce un efecto de aceleración de las tendencias políticas que forman parte de la agenda y de las ideologías de cada gobierno. Toda situación de crisis es también una “oportunidad” si se sabe capitalizar bien. Puede utilizarse para dividir, pero también para revestir ideologías desgastadas, hacer caceroladas, manifestaciones online, crear más polarización y colgarse medallitas. La crisis está acelerando tendencias que obedecen a la naturaleza de la gobernanza de cada país, explicaba Dani Rodrik, observando que, en el último mes, “los países se han convertido en versiones exageradas de sí mismos”.
Seguimos haciendo click en ese titular grandilocuente sobre el mundo post-COVID como si se tratase de una novela utópica, pero realmente ya podemos ver tendencias y datos en cada país: la pesadilla de que todo se mueve y nada cambia, de cambiante permanencia que es como una constante de volver a empezar dentro de una rueda de vertiginosa monotonía. Los viejos debates de siempre, las calaveradas de siempre. Episodios trascendentales como las crisis engendran su propio “sesgo de confirmación” para que nada cambie. Esta tendencia, unida a capitalización de la crisis por parte de los políticos, funciona como un acelerador natural de las tendencias y un facilitador para la implementación de la agendas, a veces bajo la excusa de la “excepcionalidad” y otras porque “así lo indican los expertos”.
Esta pandemia es la prueba de estrés perfecta para la sociedad global contemporánea y algunos analistas económicos predicen una nueva “Gran Depresión”; pero al menos en las tierras yermas del ámbito político, lo más probable es que veamos una aceleración de tendencias, inclusive cuando estas proceden de viejas ideas desgastadas. El escepticismo de Berlin es realmente estimulante a la hora de enfrentarse a un escenario de incertidumbre, donde solo podemos observar tendencias y probabiliadades. Vargas Llosa escribió que “disfrazado o explícito, en todo erizo hay un fanático; en un zorro, un escéptico y un agnóstico”. Todas las profecías grandilocuentes del erizo participan en un acto de fe. Los adictos a las utopías y a la ciencia ficción harían bien en reducir sus expectativas.