El anti-sanchismo en Madrid
«De Ciudadanos ya no se puede decir que sea un partido primordialmente anti-nacionalista ni regenerador: Ciudadanos es, ante todo, anti-sanchista»
El columnismo veraniego es un género infravalorado y delicioso del que, lamentablemente, nos ha privado la sesión de investidura de Isabel Díaz Ayuso. Sabrán a estas alturas que la cabeza de lista del Partido Popular ha sido investida Presidenta de la Comunidad de Madrid con los votos de Ciudadanos y Vox. La jugada le sale redonda al PP, que conserva el poder pese a haber perdido 300.000 votos. Lo que es cada vez más indescifrable es la estrategia de Ciudadanos, cuyo halo de virtud se desdibuja a velocidad de vértigo. Su actuación en Madrid confirma lo evidente: ha supeditado todo a la batalla por la Moncloa renunciando en el camino al que fue su doble eje moral: la regeneración política y el antinacionalismo.
La necesidad de regeneración invocada hace meses para desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía se quedó sin aliento en Madrid, donde el Partido Popular gobierna desde 1995. El tiempo no sería un argumento si desde hace una década ese partido no estuviera gangrenado por la corrupción. Para qué insistir en la Gürtel o en la Púnica cuando a estas alturas los españoles ya saben que la corrupción no es solo un asunto de personas sino de estructuras. Si bien es cierto que sobre Ayuso no hay sombra alguna de corrupción, es innegable que es producto de una factoría corrompida, y que su nombramiento no supone una negación o una ruptura con el pasado, sino un continuismo obsceno, agravado por la escasa cualificación de la ahora Presidenta. A pesar de todo esto, Ciudadanos ha elegido al PP, dejando atrás la esperanza de un acuerdo con el PSOE para sanear las instituciones madrileñas, cerrar los llamados «chiringuitos» y abordar las necesarias reformas en áreas vitales como la Educación y la Sanidad.
Hace tiempo que Ciudadanos se propuso dejar de ser un partido bisagra para convertirse en un partido de gobierno, estableciendo una falsa oposición entre ambas posturas que puede condenarlo. Su papel anterior le permitía investir a derecha e izquierda, pero también le legitimaba a ser investido desde ambos bandos, si se dieran las circunstancias. Desde que tomó esta determinación, Ciudadanos sigue siendo una bisagra, pero ahora solo abre hacia la derecha.
Al contrario de lo que piensa Rivera, negarle la mano al PSOE en Madrid no le da más credibilidad en su cruzada contra el sanchismo, sino todo lo contrario. De Ciudadanos ya no se puede decir que sea un partido primordialmente anti-nacionalista ni regenerador: Ciudadanos es, ante todo, anti-sanchista. Y por eso Ayuso no es, como se ha dicho, la hija política de esperanza Aguirre, sino la hija bastarda del anti-sanchismo.