El narcisismo nos queda fatal
Compite menos. Colabora, comparte más. Sin esperar nada a cambio. Te sentirás mejor. El narcisismo nos queda fatal, a ti y a mí también. No hablo de autoestima, hablo de vivir la vida de un personaje que hemos creado y creído, pero que no existe.
Compite menos. Colabora, comparte más. Sin esperar nada a cambio. Te sentirás mejor. El narcisismo nos queda fatal, a ti y a mí también. No hablo de autoestima, hablo de vivir la vida de un personaje que hemos creado y creído, pero que no existe.
Compite menos. Colabora, comparte más. Sin esperar nada a cambio. Te sentirás mejor. El narcisismo nos queda fatal, a ti y a mí también. No hablo de autoestima, hablo de vivir la vida de un personaje que hemos creado y creído, pero que no existe. Que es sólo una imagen mental. La imagen de quién nos gustaría ser, de quién consciente o inconscientemente nos conviene ser, de cómo nos gustaría que nos vieran, la máscara perfecta para un conjunto de miedos e inseguridades. Una armadura para un niño asustado que en realidad lo único que demanda es querer y sentirse querido.
¿Cómo te percibes? ¿Cómo eres realmente? ¿Cómo te perciben los demás? ¿Cómo crees que te perciben los demás? Cuando las respuestas a estas preguntas son parecidas o coincidentes, hablamos de una personalidad sana. Pero cuando directa o indirectamente consideramos que las respuestas son distintas surge lo que llamamos rasgos de personalidad poco sanos, como el narcisismo. Seguro que tienes en mente a esa persona que cree saber muchísimo de todo y que se comporta desde su armadura de prepotencia dando lecciones a las personas de su alrededor, mientras que quizá su entorno más cercano puede pensar que es un fanfarrón que no sabe demasiado de nada y al que no hay que hacer mucho caso. O la persona que trata siempre de complacer a los demás sin prestar apenas atención a sus propias necesidades. O el que asume un rol de bufón, o de ejecutivo agresivo, o de femme fatale, o de víctima que siempre tiene un problema. El que vive pendiente del qué dirán. El que se deja pisotear ¿Qué están tapando? ¿Qué estamos tapando realmente?
Psicólogos, psiquiatras, coaches y terapeutas de todo tipo reciben a diario a personas que dicen sentir un gran vacío, que nada les llena, que casi siempre están tristes y no tienen energía. Que no saben qué hacer, qué les gusta, qué les apasiona y hace que les hierva la sangre, qué se les da bien. Han dilapidado su capacidad de sentir en pro de su ego. Han cambiado el bienestar por el bientener. La voracidad de tener y demostrar ha alimentado a su personaje, a su ego. Pero un ego bien alimentado no se traduce en felicidad. Cuando el yo (la persona que soy realmente), deja de ser alimentado emocionalmente y pasa a un segundo o tercer plano las necesidades verdaderas quedan sin cubrir. Y la sensación de vacío aparece. Y es hambre, hambre emocional. Hambre de vivir, no de sobrevivir. Hambre de ser, no de tener.