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Gregorio Luri

El Pla nuestro de cada día

El martes pasado compartí mantel con Santi Vila en la cena de los Premios Planeta. Y hablamos de Pla.

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El Pla nuestro de cada día

El martes pasado compartí mantel con Santi Vila en la cena de los Premios Planeta. Y hablamos de Pla.

No hay duda ni de que amaba vivamente esta fatalidad que es Cataluña, ni de que nadie ha hecho más que él por el catalán a lo largo del siglo XX. De hecho, hizo realidad aquello que decía Cánovas, que la cuestión catalana es una cuestión de política literaria, pero de una manera que Cánovas no se podía imaginar, a pesar de los 30.000 volúmenes de su biblioteca, porque toda literatura es política. Yo me atrevería a decir que en la literatura se encuentra la esencia de la política… si es que la política es hacer creer.

Vivimos días difíciles de entender. El mismo gobierno que anima a la ciudadanía a salir a la calle le manda la Policía, para que reprima, pero no mucho. Las personas que han judicializado la política aprobando leyes se lamentan de que haya sentencias. Todo el mundo quiere ser o Antígona o Creonte.

Precisamente por la complejidad de estos días es bueno volver a Sófocles, es decir, a Pla, y, en concreto a uno de los libros de filosofía política más interesantes que se han escrito en España, su biografía de Cambó, publicado por primera vez en tres volúmenes entre 1928 y 1930.

Voy a limitarme a recoger algunas frases que he subrayado de este libro y que el martes le comenté a Santi Vila. Hacen referencia, no lo olvide el lector, a hechos ocurridos hace un siglo. Cualquier parecido con la realidad presente es, por lo tanto, mera coincidencia.

“El sacrificio más grande que puede hacer un patriota es el de, en momentos determinados, no parecerlo”.

“En este país. No ha habido nunca humor (…). Ha habido ironía y sarcasmo”.

“Almirall, como buen catalán, es mesiánico, antiirónico, sistemático, y cree que su particularismo es una panacea universal”.

“Fue una persona de un optimismo convincente y, en este sentido… fue un catalán marginal”.

“Nuestro pueblo, que no conoce, socialmente hablando, ni la ironía ni el humorismo -estas posiciones superiores del espíritu humano-, necesita una especie de voluptuosa casuística moral que sirva no para mejorar el país, sino para identificar a traidores”.

“Nuestro pueblo tiene una tendencia a destruir a los que lo sirven de una manera normal y a dotar de una aureola a quienes lo engañan de manera brillante”.

“En este país hay una manera cómoda de llevar una vida suave, tranquila y regalada: consiste en afiliarse al extremismo razonado y en lavarse las manos ante todo”.

“El pueblo catalán solo conoce de la política los grandes programas cegadores y brillantes hasta el empalago (…) y los estados de melancolía mórbida y agradable de la masa que siente el gusto secreto de sentirse pisoteada y vejada. El sentido de la verdadera política, el sentido de negociación constructivo, tenaz, responsable y prudente (…) era y es hoy una novedad tal y de un sentido tan progresivo que no es extraño que los vicios y defectos seculares del país se hayan conjurado espontáneamente contra el establecimiento de este método”.

“La peor plaga que puede caer en un país es la del extremista furioso y puro como un lirio que no le importa esperar dos o tres siglos para implantar el extremismo que predica”.

“… la incapacidad absoluta de una gran masa de la opinión catalana para entender la política tal como se entiende en cualquier parte”.

“Los catalanes se volvían a dividir entre puros e impuros, en engañados y traidores. Los impuros y traidores son los que han osado hacer alguna cosa por el país y los otros son los que no osarían hacer nada porque sobre el papel todo lo tienen resuelto y atado”.

“La poesía del catalán, incluso la poesía popular del catalán, es la política. Cuando habla de política, el catalán sabe raramente qué quiere; se coloca en un terreno de actuación imposible, solo siente alegría con los ideales remotísimos y -naturalmente- se fatiga en cuanto hay que hacer un esfuerzo de continuidad, de tenacidad, de insidia.

“¿Cuál es el catalán que no ha resuelto in mente o en la tertulia del café todos nuestros problemas? Vivimos en el país de las soluciones, y solo hace falta plantear un problema para que lluevan de todas partes como pan bendito”.

“A la más pequeña contrariedad surge el desencanto, se inicia el estado de histeria y los nervios hacen las cosas imposibles. Entonces nos contraemos en nosotros mismos y dejamos volar la fantasía sobre los programas que teóricamente lo han resuelto todo”.

“Se puede observar persistentemente la existencia en nuestro país de una corriente que tiende a confundir la filosofía con la política, la realidad con la abstracción que se desea. La filosofía no compromete nunca, permite, con su amable vaguedad, seguir las ondas instintivas de la gente, de actuar según uno de los axiomas más funestos de todos los que circulan por aquí: el axioma de que el pueblo no se equivoca nunca”.

“Cataluña es, desde hace muchos años, un país de apasionada lucha social poblado de espíritus que vibran en presencia de las formas más inciertas y flotantes del mito y de la utopía”.

¡Pla, qué crispador!

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