THE OBJECTIVE
El salón contemporáneo

Evgueni Vodolazkin: «La civilización de la Era Moderna ha llegado a su fin»

El clásico contemporáneo en el género de la novela histórica ‘Laurus’ acaba de aparecer publicado en España. Daniel Capó conversa con su autor

Daniel Capó
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Evgueni Vodolazkin: «La civilización de la Era Moderna ha llegado a su fin»

Evgueni Vodolazkin. | Foto cedida

Poco conocido aún entre nosotros, Evgueni Vodolazkin (Kiev, 1964) es uno de los grandes escritores rusos de nuestro tiempo y su libro Laurus -que acaba de aparecer publicado en España en la editorial Armaenia- un clásico contemporáneo en el género de la novela histórica. Así lo ha saludado la crítica internacional -con grandes artículos y reseñas- y así se ha considerado también en Rusia, donde ha obtenido los galardones literarios más importantes del país. Ambientada en el siglo XV, Laurus cuenta la historia de un joven médico que movido por la culpa y el amor recorre una Europa infestada por la peste y el miedo al apocalipsis. Como en un juego de espejos, Vodolazkin se propone interpretar nuestra época a la luz de la Edad Media, tanto como leer la Edad Media desde la perpleja mirada de hoy. De fondo, aparecen todos los grandes temas de la literatura y de la experiencia humana: el tiempo y el espacio, el amor y el sacrificio, la lealtad y la traición, el pecado y la redención. Este diálogo se ha realizado por correo electrónico y con la ayuda del traductor del libro, Rafael Guzmán Tirado, que ha traducido las respuestas de Vodolazkin en ruso para THE OBJECTIVE.

Me gustaría empezar agradeciéndole esta conversación. Usted es uno de los grandes escritores rusos y su novela Laurus (Ed. Armaenia, 2022), un clásico contemporáneo. Al leerla estos días, pensaba en unas palabras del director de orquesta Sergiu Celibidache refiriéndose a las sinfonías de Anton Bruckner. Decía el maestro rumano que «para una persona normal el tiempo es lo que llega después del inicio. Para Bruckner, en cambio, el tiempo es lo que surge después del final. Todos sus apoteósicos finales, la esperanza de otro mundo, la esperanza de ser salvados, de ser incluso bautizados de nuevo en la luz, no existe en ningún otro lugar de este modo». Pensaba en Celibidache y en Bruckner -dos de mis pasiones-, porque en Laurus, una novela que está ambientada en el siglo XV, la concepción del tiempo juega un papel fundamental. Por un lado, usted dice que «el tiempo es una maldición» porque se encuentra ligado al mundo material y a la expulsión del Edén y, por otro lado, este tiempo humano, que es el de la novela y el de nuestras vidas, apunta hacia un final que da inicio a algo más: esa, llamémosle así, «esperanza de ser bautizados de nuevo en otra luz». Me gustaría que nos hablara del tiempo y de su movimiento, tanto en la novela como en lo que concierne a la condición humana.

Gracias por su amable actitud hacia mis textos. En última instancia, la profundidad del libro depende de la profundidad de su lectura. En cuanto al tiempo, la mayor parte de mi vida ha sido un misterio para mí. Y aún sigo sin haberlo resuelto por completo. Lo que he comprendido de él se lo debo a mis investigaciones sobre la Edad Media. El tiempo es uno de esos fenómenos que diferencian fundamentalmente nuestra época moderna de la Edad Media. No se trata de distinguir una época de otra, sino de distinguir la conciencia religiosa de la no religiosa. El tiempo para la mayoría de las personas actuales es un eje horizontal. Los eventos, desde este punto de vista, no pueden existir de otra manera que en una secuencia cronológica estricta. No coexisten entre sí, sino que se suceden. Es por eso que un estilo sustituye a otro, y no solo lo sustituye, sino que también lo anula. De esto se deduce que el último evento histórico (hasta el momento) tiene ventajas sobre el penúltimo. De ahí que el culto al futuro fuera impensable en la Edad Media, y su producto es la utopía. Colocada en la base de la política estatal, como sucedió en la Unión Soviética, la utopía negó todos los tiempos excepto el futuro y se cobró millones de vidas.

En la Edad Media, además del eje temporal horizontal, existía un eje vertical. Desde cualquier lugar de su vida, el hombre tenía acceso a la eternidad. Por lo tanto, las personas y los fenómenos no estaban encadenados a su tiempo, no estaban encerrados en él. Por lo tanto, todas las palabras tenían el mismo valor, independientemente del momento de su aparición. En los libros medievales, textos creados con una diferencia de mil años podrían coexistir bajo una sola portada.

La vida del protagonista de Laurus, como cualquier persona medieval, se desarrolla en la intersección de los ejes horizontal y vertical. Pero así es como transcurre en los cristianos contemporáneos. También tienen la oportunidad de sentir la eternidad todos los días, conversando con Dios. Y su muerte es su nacimiento para la eternidad.

El tiempo es el reino de la memoria y Laurus es una novela de la memoria, que nos invita a recordar continuamente. Recordar, en español, significa «volver a formar en el corazón», que es como decir que el pasado vuelva a ser carne, presente, vida y, por tanto, de algún modo, también futuro. La memoria destruye nuestra soledad, porque nos recuerda hijos, y, por tanto, deudores. Laurus nace también de una deuda que no se puede pagar, la de un joven médico que no logra salvar a su mujer y a su hijo en el parto. Y que al perder lo que más ama en el mundo, decide ligar su vida al recuerdo de aquel amor que perdió y dar testimonio de ello en el mundo. La memoria, en este sentido, se sitúa también fuera del tiempo. Es como si apelara a la eternidad. ¿Qué es la memoria, para Evgueni Vodolazkin, y qué papel juega en su obra?

Hay una canción rusa en la que se dice que «la vida es un instante entre el pasado y el futuro». Así sería, si no hubiera memoria, personal e histórica. La memoria es una experiencia sin la cual una persona es imposible. Después de todo, la Biblia es en muchos sentidos un libro sobre la historia, que es una forma de memoria.

El tema de la memoria para mí es uno de los más importantes. No es sólo la novela Laurus, sino también la novela El aviador, en la que una persona con amnesia intenta recuperar su vida gracias a la memoria. Al mismo tiempo, recuerda no solo los eventos, sino también los estados emocionales, los sentimientos, los colores, los olores, todo lo que, sin lo cual, su mundo no será pleno. Y ahora estoy terminando una novela dedicada a la memoria. Se trata de una persona que tiene una capacidad fenomenal para recordar (este protagonista tiene un prototipo concreto). Su tragedia, a diferencia del protagonista de El aviador, es que no puede olvidar nada. Mientras tanto, junto con el gran Don de recordar todo, al hombre se le da también el gran Don de olvidar. La memoria y el olvido son una pareja tan inseparable como la palabra y el silencio.

¿Todas las memorias resultan igual de valiosas? ¿Hay una memoria que redime y otra que condena? ¿Hay una memoria que llama a la eternidad y otra que conduce al infierno? ¿Y qué relación mantiene con la historia como depósito de lo que sucedió verdaderamente?

El exceso de memoria, especialmente la memoria emocional, es capaz de hacer explotar el cerebro. Muchas cosas se olvidan porque resultan no ser importantes. Esto se expresa perfectamente en el poema de Joseph Brodsky Odiseo le dice a Telémaco: «… la guerra ha terminado. Quién ha ganado – no lo recuerdo».

Usted tiene razón: hay un recuerdo que se sumerge en el Paraíso perdido. Es, por ejemplo, el recuerdo de la infancia. Pero hay una memoria que se sumerge en el infierno. Es el recuerdo de la propia culpa. Ambos tienen su propio significado, como lo tienen la recompensa y el castigo.

Si hablamos de una forma de memoria como la historia, entonces la cuestión de la realidad de los eventos descritos es realmente importante aquí. Los eventos, como, por ejemplo, una obra literaria, permanecen en la memoria de personas concretas, con sus simpatías y gustos, y finalmente con lo que se puede llamar el estilo de la época. Debemos ser conscientes del hecho de que, al leer escritos históricos, no estamos tratando tanto con eventos como con ideas sobre ellos. Y eso es inevitable. La memoria histórica puede ser selectiva y no está determinada por los contemporáneos de los eventos, sino por aquellos que trabajan con estas descripciones posteriormente. Este fenómeno es muy común ahora. La historia es vista como un espejo en el que nuestros contemporáneos se ven a sí mismos. Con cualquier cambio social, la historia comienza a reescribirse de acuerdo con la conveniencia política. Todos nos convertimos gradualmente en personas con un pasado impredecible.

Del tiempo nos desplazamos al espacio. Rowan Williams ha señalado que lo que hace el protagonista del libro, Arsenio, más tarde llamado Laurus, tras la muerte de su mujer y de su hijo es retroceder y dejar espacio en su alma a Ustina, su mujer, para que ella viva y perdure a través suyo. Williams, que es un gran experto en literatura patrística, quizás estuviera pensando en aquella pertubadora cita de Agustín de Hipona, «Yo me rechacé para elegirte a ti». Arsenio entrega el espacio de su alma por amor, para que el amor no muera y el nombre de Ustina brille eternamente. ¿Qué relación hay entre el tiempo y el espacio? Y una vez que Arsenio se ha rechazado a sí mismo en nombre del amor, ¿ese amor es temporal o perdura en la eternidad?

El tema de la conexión del tiempo y el espacio fue desarrollado por el pensador ruso Mijail Bajtín, que llamó a su unidad indisoluble cronotopo. Mis personajes superan el tiempo y el espacio. Una de mis estudiantes, con una audacia propia de su juventud, definió la novela Laurus como cronotoless.

El espacio comprime el tiempo porque el viajero ve más personas y eventos. Otra cosa es que no siempre influya en su experiencia espiritual, que a veces es más fácil de obtener desde la comodidad de una celda monástica.

Hablando del espacio del alma, entendemos esta expresión como metafórica, ya que se trata de metafísica pura. De su yo, Arsenio elimina todo lo personal y lo que le pertenece a él. De hecho, a Ustina no la salva el «espacio vital liberado» del alma de Arsenio, sino su gran amor. En la hagiografía rusa, hay historias que se parecen en algo a la de Arsenio. Así, la famosa «loca por Cristo», Xenia de San Petersburgo, tras la muerte de su esposo, comenzó a llamarse a sí misma por su nombre y a vivir para la salvación del alma de él. El gran amor te permite aceptar a otra persona y estar con ella para siempre. Sin esa posibilidad, el amor, me parece, no tiene sentido.

Arsenio no se deja aprisionar por el presente, sino que continuamente es guiado desde fuera, como si fuera consciente de que la historia sucede aquí y ahora, pero que sus consecuencias resuenan en otro espacio y en otro tiempo. En realidad, se trata de un modo muy distinto de concebir la realidad. ¿De qué modo le habla la Edad Media a nuestra época?

En una ocasión, mi amigo, Aleksei Varlamov, escritor y crítico literario, me llamó y me dijo: «Ahora estoy en un examen oral de literatura rusa moderna. A una estudiante le ha caído una pregunta sobre la novela Laurus. Ella dice que leyó la novela y que estuvo llorando una semana entera. Pero cuando le pregunté que en qué siglo ocurría la acción, no pudo responder. ¿Qué nota le pongo?»

«El tiempo no existe»- respondí- Ponle un diez.

Hablando en serio, cualquier persona debe entender que el tiempo es solo un episodio de la eternidad, y no debe sobreestimarlo. Esto no significa que en la vida cotidiana pueda relajarse y no llegar a tiempo a ninguna parte. Se trata solo de que siempre esté presente la visión de sub specie aeternitatis, desde el punto de vista de la eternidad. Esa es la visión que nos da la Edad Media.

Algunos críticos han señalado que Laurus es una novela posmoderna. Yo no estoy tan seguro de ello. Creo que hay demasiada realidad y, por otro lado, demasiada esperanza para serlo. ¿Se siente cómodo con esa definición? ¿Qué hay de posmoderno en su novela?

En Laurus está realmente presente lo que parece corresponder a la poética del posmodernismo. Esto, sin embargo, no es posmodernismo. Esta es la poética de la Edad Media, con la que el posmodernismo ahora sorprendentemente ha comenzado a coincidir en muchos aspectos. Me refiero a la naturaleza centónica (fragmentaria) del texto, al debilitamiento del principio del autor y varias otras cosas. Sin embargo, hay una diferencia fundamental: el texto medieval es «auténtico», y el posmoderno es un juego: es una combinación de citas, detrás de la cual, por regla general, no hay nada.

Laurus está tejido a partir de eventos reales, descritos en textos medievales. Estos eventos se dan en un orden diferente, pero no pierden su realidad. Yo sentí esta realidad de forma tan conmovedora que, cuando escribía la novela, lloraba.

Como resultado de su desarrollo, la cultura de la Edad Moderna, reflejada en el posmodernismo, aceptó en gran medida la poética medieval. Pero ahora también el posmodernismo está cambiando: los juegos también se han terminado allí, se está poniendo más serio. Estoy convencido de que la Era Moderna ha llegado a su fin. Ahora la cultura sigue aceptando y desarrollando las formas poéticas medievales. Solo queda adivinar cuál será el contenido en estas formas.

Una figura rusa poco conocido en la cultura española y que aparece en su novela, es la del «loco por Cristo»o yuródivyy. El propio Arsenio termina siendo uno de ellos. ¿Qué representan estas figuras en el imaginario simbólico ruso? ¿Y por qué son ellos -y se diría que sólo ellos- los que se atreven a anunciar la verdad?

Un loco por Cristo no es un bufón ni un excéntrico. A menudo es un excéntrico, pero su extravagancia no tiene nada que ver con el deseo de divertir. Es una especie de hazaña espiritual, un deseo de ocultar su piedad tras acciones ridículas. Las extravagancias del loco por Cristo son también una forma de desenmascarar los pecados. La naturaleza de su risa se explica bien en uno de los cánticos eclesiásticos: «Con sus extravagancias desenmascaró la locura del mundo». La risa de un loco por Cristo no es un fin en sí mismo. Como se dice en otro cántico, «de día se reía del mundo, y por la noche lloraba por él». Creo que solo alguien que es capaz de llorar puede reírse de cualquier cosa. Entonces esta risa no es cruel, sino amorosa.

El loco por Cristo existía fuera de reglas y leyes, y por lo tanto, a veces era el único que podía decir abiertamente la verdad a las autoridades. Se creía que no se podía ofender a los locos por Cristo, porque son personas de Dios. Sin embargo, a menudo les pegaban, y a veces, los mataban también. Parece paradójico, pero toda la vida del loco por Cristo se construyera de acuerdo con las leyes de la paradoja. Por ejemplo, el loco por Cristo arrojaba piedras a las casas de los piadosos y besaba las paredes de las casas de los pecadores. La explicación es que los demonios eran expulsados de las casas de los piadosos, y se quedaban a la entrada, y por eso, el loco por Cristo los apedreaba. Pero de las casas de los pecadores eran expulsados, por el contrario, los Ángeles, y el loco por Cristo hablaba con ellos, y les daba besos, y les pedía que no se fueran. A los demás les parecía que estaba dándole besos a las paredes.

Otro personaje que aparece en el libro es el italiano Ambrogio, con quien Arsenio viaja a Jerusalén. La amistad entre los dos parece prefigurar el encuentro entre el occidente y el oriente cristianos, en un momento -el siglo XV- en el que ya se ha producido un gran corte histórico. ¿Cree que será posible, algún día, esa reconciliación definitiva entre ambos mundos?

Escribí la imagen de Ambrogio con mucho cariño, y esto refleja el amor ruso por Europa Occidental. Recordemos las palabras de Dostoievski: «¡Oh, los pueblos de Europa ni siquiera saben cómo los queremos!» Lo que digo en medio de los trágicos acontecimientos actuales puede no parecer demasiado convincente, pero lo es. Nos necesitamos mucho – tanto espiritual como culturalmente. Estoy convencido de que se superará el actual choque geopolítico. Porque todos somos representantes de la misma civilización Europea. Y realmente espero que los cristianos se unan. Ahora es difícil decir en qué forma sucederá esto, pero si Dios ve nuestro deseo de estar juntos, nos dará esa forma.

Las páginas finales de la novela son de una enorme intensidad, cuando el propio Arsenio, llamado ya Laurus, es abandonado por todos y se enfrenta a la muerte. ¿Es la soledad el destino de los mártires del amor en un mundo que no parece tolerar un exceso de bondad?

La santidad es, en términos generales, una anomalía. Como es anormal la oscuridad total, también lo es la luz brillante. Para una persona que vive en la penumbra de la vida cotidiana, la luz solar directa es difícil de tolerar, porque todos sus defectos y desperfectos se vuelven evidentes bajo esos rayos. Cuando Laurus es sospechoso de adulterio, todo el mundo se siente mejor: dado que el justo ha pecado, ¿qué se nos puede exigir a nosotros, personas corrientes? Honrar a los Santos se combina de una manera extraña con la espera subconsciente de su caída. Los Santos siempre están solos. Simplemente están en una esfera, inaccesible para el resto, y allí ven lo que otros no pueden ver.

Una última pregunta, ya para terminar. En un interesante artículo, publicado en 2016, en la revista First Things, y que se titulaba «La nueva Edad Media», usted afirmaba lo siguiente: «El pasado está regresando. Todo regreso supone una partida previa. Sin embargo, puede que el pasado nunca se haya ido, y que su ausencia resulte ser una ilusión. Ciertos rasgos incrustados en los genes no se manifiestan durante algún tiempo. Pero eso no significa que hayan desaparecido; simplemente están esperando el momento adecuado para emerger. Ese momento -el momento en el que estamos ahora- podría llamarse retorno». Seis años después, ¿cómo calificaría su afirmación inicial: «El pasado está regresando»? Y el futuro, ¿cómo será el futuro?

Sí, el pasado vuelve. Pero la forma en la que vuelve no es circular, sino una espiral: es un regreso a una nueva etapa. En su esencia, se asemeja a una rima: una transición a lo nuevo con la memoria de lo viejo.

Ya he dicho que, en mi opinión, la civilización de Era Moderna ha llegado a su fin. La globalización fue el último punto de su programa. En realidad, los dramas geopolíticos actuales son las primeras grietas del mundo globalizado. Ahora, obviamente, nos moveremos en la dirección opuesta, hacia una cierta atomización. Renacerá el interés por las culturas nacionales y, lo más importante, por el desarrollo espiritual de la persona. En este camino, redescubriremos formas antiguas. Esto no significa que todos nos sumerjamos juntos en la Edad Media. Creo que de ella tomaremos la habilidad de concentrarnos en la metafísica. Los ideales de la era del consumismo serán reemplazados gradualmente por algunas cosas más interesantes. Todo esto ya se está notando. Como bromea Julian Barnes, la idea ha superado la prueba de la práctica; ahora queda por ver si superará la prueba de la teoría.

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