THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

'Matadero de reputaciones' y cancelación de Cervantes

«El libro de Julio Valdeón es una guía de perplejos y perseguidos, de contemporáneos que han sido cancelados o condenados, con o sin juicio»

El verso suelto
3 comentarios
‘Matadero de reputaciones’ y cancelación de Cervantes

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Es de vidrio la mujer; pero no se ha de probar

si se puede o no quebrar, porque todo podría ser.

Y es más fácil el quebrarse, y no es cordura ponerse

a peligro de romperse lo que no puede soldarse»

 Miguel de Cervantes

Si nuestros mandatarios de la cultura, si nuestra moralista, controladora y reaccionaria izquierda en el poder hubiera leído a Cervantes, ya lo habrían cancelado. Es intolerable que El Quijote se siga considerando la obra maestra que nos identifica. Es manifiestamente machista y su visión sobre la mujer le delata. Sinceramente hay que revisar el papel de Cervantes, la perniciosa influencia de su obra más universal y borrar de nuestras lecturas a alguien capaz de escribir que «la mujer es animal imperfecto».

Este ministro de cultura tan preocupado por perseguir tauromaquias o por descolonizar museos, este Ernest Urtasun, debería dar un paso adelante y, como señala Julio Valdeón en su Matadero de reputaciones, atreverse con Cervantes. Contra Cervantes. Si, según su agudo ingenio, «la cultura es una herramienta de combate contra la extrema derecha», debe actuar en consecuencia y derrotar a esos enemigos quijotescos, sanchopancescos, bachilleres, curas, barberos, amas o criadas, que habitan esa obra tan incorrecta para la necesaria construcción progresista, feminista e igualitaria de una sociedad mejor. 

No hay que leer a Cervantes. Que arda el Quijote, que desaparezca del escrutinio de lo adecuado para así poder moralizarnos y hacernos mejores. Hay que cancelar esa, y otras muchas obras clásicas, incluso modernas, que nos confunden y nos hacen estar más cerca del heteropatriarcado. Como bien demandaba esa imprescindible pensadora llamada Irene Montero dirigiéndose a los que fueron sus compañeros de viaje progresista, hay que ser firmes pedir, exigir al Gobierno «que no de pasos atrás contra las violencias machistas».

El lenguaje de Cervantes, sus obras y escritos, son intolerables desde el pensamiento igualitario. No podemos reír los dichos de Sancho. No podemos permitir que se hagan esos juicios, de descarado micromachismo, sobre la hermosura de la mujer, sus comportamientos y esas veladas acusaciones de veleidades: «Entre el sí y el no de la mujer, no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría». No podemos seguir riendo estas gracias. Empecemos por cancelar a los clásicos y después asaltemos el paraíso de los progres del mundo, uníos.

Hay ensayos que nos alimentan ese humano deseo de mejorar y reconducir nuestras desviadas conductas. Cuando Marcelino Menéndez Pelayo, sin querer, nos ilustró sobre el peligro de los heterodoxos, nos incitó a muchas lecturas ortodoxamente incorrectas. El ensayo, los escolios que Julio Valdeón, hijo, ha recogido en forma de libro tuvo su presentación el pasado miércoles en uno de nuestros más históricos refugios. El primer bar de España, y sin duda el de mayor referencia vital y cultural de esta ciudad alegre, confiada y llena de tentaciones llamada Madrid. Otra vez hablo de El Cock, ese lugar de las traseras de Chicote y que ya existía antes que Hemingway hiciera famoso el bar de Perico Chicote.

«El libro de Valdeón es un aviso para caminantes que quieran prosperar en su ser progresistas»

En esa presentación se dieron cita algunos de los más libres, incorrectos y provocadores periodistas de nuestro tiempo. Unos chicos muy formales. Y no estaban solos. Entre copas y conversaciones, sin reverencia pero con atención, se habló de cancelaciones y censuras, de feminicidios y otros excesos. Todo ello en compañía de poetas, escribidores, damas, caballeros y otros habituales de la vida ciudadana —sin olvidarnos del general Félix Sanz Roldán cada vez más presente en tinglados culturales— y los del bar estuvimos muy entregados pero interrumpiendo sin descanso, a las intervenciones de los colegas Palmero, Prieto, Albert de Paco o Ussía Hornedo que eran los encargados oficiales de acercarnos el libro de Valdeón. En los corros estaban clásicos libres como César Antonio Molina, Mecedes Mommany, Ricardo Cayuela, Beatriz Pérez Aranda, Fernando Rodríguez Lafuente, Rebeca Argudo o Alessia Putin entre otros muchos habituales lectores y bebedores más, tirando a menos, atentos al escenario. 

El libro de Valdeón , nuestro nuevo Menéndez Pelayo sin catecismo, es un aviso para caminantes que quieran prosperar en su ser progresistas. Una guía para los deseosos de plegarse al dogma de este neopuritanismo que recorre Occidente como un viejo y renovado topo. En sus páginas se señalan algunos de los históricos y recientes cancelados por sus varias incorrecciones. Por sus culpas, por sus grandísimas culpas. De González Ruano a Hernán Migoya, de Picasso a Plácido Domingo, de Paula Fraga a Kellie-Jay Keen o de Teddy Bautista a Ramoncín, a ellos y muchos más de los que han sabido lo que es vivir portando y soportando sambenitos inquisitoriales. Presente en la sala, con su pelo a lo Ramones, estaba el muy crucificado Anónimo García. A Juan Soto Ivars le debemos un valiente libro, Nadie se va a reír, que dedicó a esa historia que quiso hundir al bromista que nadie entendió. 

Hay otros muchos no anónimos en el libro de Valdeón. Sucinta guía de perplejos y perseguidos, de contemporáneos que han sido cancelados o condenados, con o sin juicio, con argumentos tan rotundos como «intolerantes, machistas, transfóbicos, reaccionarios…». Todo les vale a estos nuevos del wokismo, mentirosos bienqueda, cobardes y tibios con poder y altavoz. Personajes que han secuestrado a la izquierda y, como dice Albert de Paco, vigilantes de «una exacerbación de la corrección política que estabula a los individuos en identidades (mujer, negritud, LGTBI, inmigración…), ensalza el agravio como motor de la historia e impone el resarcimiento sine die de los damnificados de la heteronormatividad, el racismo estructural o lo que dicte la incomprensible farfolla de los doctrinarios queer». 

No queremos estar ahí, no queremos ser de esos rebaños de las nuevas iglesias de la izquierda moralista. Nosotros estamos por el riesgo de la libertad, por el raro privilegio de incumplir nuestro deber de ser animales obedientes. No, no somos de esa iglesia ni de la otra. Ni, en palabras de Nicolás Gómez Dávila, «en la Iglesia perdura la postración del primer simio ante la impasibilidad de los astros». Queremos seguir siendo simios que leen a Cervantes o a Rubén Darío. Libres simios que disfrutan con el cine de Buñuel o de Woody Allen. Nuestro amado Woody, el mayor de los cancelados. El mejor de los incorrectos, unos de los más criminalizados por ese montaje llamado Me Too

«El perseguido y estigmatizado Allen, al que ya habían conseguido censurar las memorias, secuestrar películas y prohibirle rodar»

Recuerdo mis paseos por Nueva York en compañía de Julio Valdeón en los que intentábamos cruzarnos con el admirado chico de Brooklyn. El perseguido y estigmatizado Allen, al que ya habían conseguido censurar las memorias, secuestrar películas y prohibirle rodar. Nosotros solo queríamos hacerle llegar que estábamos con él, con sus películas y sus escritos. Buenos tiempos aquellos de Nueva York. Ambos letraheridos, musicoadictos y cómplices amigos vividores en Harlem. Julio buscándose la vida y yo intentando vencer muertes cercanas. Yo vivía en el West Harlem, cerca de Columbia y Central Park, casi esquina a Frederick Douglas, cerca de dónde vivió la insobornable, valiente y pobre abolicionista, Harriet Tubman, a la que Valdeón dedicó una biografía en la interesantísima colección de mujeres en la historia que dirigió y coordinó Ada del Moral, 30 biografías que esperan rescate de incomprensibles olvidos.

Mientras yo vivía en ese lado histórico y amable de Harlem; Julio vivía en el East, en el complicado Spanish Harlem, cerca de la vida dura y también cerca de la alegría y esperanza que representó la llegada de Obama. Felicidad de los pobres del jazz o del rap. Esperanza por poder nacer o crecer en un momento y una cultura  donde un negro podía ser presidente; dónde se podía soñar en un mundo «más saludable, más rico, mejor educado y, en muchos sentidos, más tolerante y menos violento». Después llagarían los populismos, el trumpismo o el podemismo y todo se hizo más difícil. Tuvimos que volver a pelear por lo obvio, por seguir pensando libres y seguir disfrutando con historias tan incorrectas como Los Soprano

Nunca olvidaré aquella mañana en que murió Gandolfini, Tony Soprano. Yo había quedado con el diseñador, artista y amigo Óscar Mariné para visitar con Miguel Saco —un histórico artista y artesano gallego de Nueva York—  el estudio de Manolo Valdés. Entonces recibí la llamada de Valdeón con la noticia de la muerte de Gandolfini y la intención de colarnos en su funeral que se celebraría en la cercana, y lorquiana, iglesia católica de Saint John the Divine. Allí fuimos los tres, con nuestras camisas coloreadas y nuestro aspecto de chicos de Harlem, blancos por fuera y negros por dentro, nos colamos en el interior de la vigilada iglesia. Misa, funeral y saludos a los más glamurosos de la mafia y alrededores. 

Y de aquellos polvos, estos lodos, este fango y esta luz de un Madrid que amamos.  Ya lejos de Harlem, de cruzar el puente de Brooklyn o de encontrar en la basura las encuadernadas ediciones de Thoreau o de Hawthorne. Nuestro querido Nathaniel Hawthorne, tan gótico y tan de terror cotidiano. Admiración compartida con nuestro amigo Savater y con el que bebimos, cenamos y reímos en K’eens, la mejor carne de la ciudad, entre el humo de los recuerdos y las pipas fumadas por generaciones. Este mismo Savater que no pudo estar en el Cock pero que ya está leyendo el libro de Valdeón, entre otras razones porque es un seguidor de las historias de terror. Y en este matadero se cuentan bastantes historias de terror cercano. Seguiremos leyendo, escuchando, acercándonos a los cancelados, nuestros semejantes, victimas de este nuevo matonismo intelectual. Vale. 

Matadero de reputaciones: Las cancelaciones y sus víctimas
Julio Valdeón Comprar
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D