THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

Cuando fuimos catalanes, homenaje a Pla

«Volvamos al mundo de Josep Pla, a defender la vuelta a una vida posible, una vida de un país diverso, unido por cocinar con aceite y comer con vino»

El verso suelto
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Cuando fuimos catalanes, homenaje a Pla

Josep Pla i Casadevall. | Fundació Josep Pla

«Al seny se le atribuye la visión corta, el techo bajo, la falta de imaginación, el vuelo gallináceo, el negocio, el tedio y una valoración excesiva del sentido de la responsabilidad»

 Josep Pla

No hay poemas en Josep Pla, hay sentencias e impresiones, hay un humor honesto y vago, una manera de saber atrapar el instante, lo efímero, lo sencillo y discreto, ese realismo sintético del escritor del Ampurdán que hoy, en estos tiempos vergonzantes, tanto echamos de menos. Siempre hay que leer a Pla, volver a sus paseos, valorar el arte del aburrimiento, los placeres de la cocina reposada, el paseo a pie, el viaje en autobús, beber el vino de cada día, escribir, tal vez fumar y volver a las comidas sencillas, lentas y pacientes. Hay que volver a Pla, a esa Cataluña dónde el arte del sofrito, del alioli, es uno de los placeres que nos merecemos. Nos merecemos esa manera de ser catalán, de ser catalanes y de ser españoles del Ampurdán.

Hay que volver a ese ideal culinario de la simplicidad con sustancia. Volver al gusto por la vida ligera, sin pesadas digestiones, sin taquicardias. Hay que volver a la Cataluña de Pla. Volver a esa manera de ser y de vivir.

«El vino ha de ser seco, fresco y de pocos grados. No me gustan las cosas crudas, ni dulces, ni demasiado saladas. El lujo, en el comer como en todo, me deprime. Siempre he creído que la mesa es un elemento decisivo de sociabilidad y tolerancia».

Hoy es un día melancólico, no exento de tristeza, habitado por grotescas formas, por políticos mentirosos, discursos absurdos, ciudadanos con vocación de estupidez, exaltados con gritos secesionistas y aplausos al arte del gran burlador. Mossos que miran para otro lado, colaboradores contra la justicia. No importa, todo vale cuando son amparados y agitados por políticos incapaces y mandatarios que han burlado la palabra, la verdad y que hacen un inmenso esfuerzo para no dar solución a nada. 

Todo es peor, el esperpento está consumado, la tensión y el desencuentro están más instalados que nunca, el país más dividido, Cataluña más secuestrada por minorías alteradas y con el cómplice silencio de corderos de los que quieren poder y disimulo. 

«Hay que romper su relato lleno de falsas palabras y de peores realidades»

Si la realidad fuera solo pintoresca nada nos preocuparía. Pero la realidad es tozuda y peor. Nada era lo que prometieron, nada cumplieron. No nos engañaron porque no los creímos, porque los conocemos, hemos vivido dentro y cerca de su relato falso. Incluso fuimos cómplices por callar, por no delatarlos, por no enfrentarlos y consentirlos. Ya no más. Hay que romper su relato lleno de falsas palabras y de peores realidades. 

Hay que volver a tener la esperanza y la ilusión. Decía Pla que a las ilusiones «hay que reservarlas para aliñar las pasiones del amor y humanizar la ironía, para hablar con los amigos, para simplificar la vida». Seamos ilusos, pidamos lo imposible. Volver al mundo de Pla, defender la vuelta a una vida posible, una vida de un país diverso, plausible, posible, unido por cocinar con aceite y comer con vino. También con agua, seamos comprensibles con los raros, moralistas e incluso con los abstemios. Pero no nos dejemos arrebatar la historia, la convivencia ni las diferencias. 

Seguimos leyendo a Pla, mientras la radio- tan ajena al ampurdanés- sigue con el sainete de un burlador de Gerona que en compañía de pasteleros y mentecatos, en connivencia de ignorantes o soberbios, está «contribuyendo» a la paz, la normalidad democrática y el anuncio del progreso y el bienestar de todos tal y como lo prometieron Sánchez y su camarilla. Tengan paciencia, todo llegará, aunque nosotros no lo veamos, otros más lúcidos, más progresistas, más izquierdistas y moralistas que nosotros, pobres bebedores de vino y de recuerdos del sabor de la nicotina, no tenemos la capacidad de entender.

Ese hombre de Palafrugell, esa hoja suelta, ese verso suelto de nuestra literatura y nuestro pensamiento, que quería sacar la política de los salones y comités, proyectarla sobre el paisaje y terminar llegando a acuerdos en algún bar como el Sport de su pueblo, hoy estaría espantado pero quizá no sorprendido. Conoció bien a su pueblo. A sus políticos y sus gentes, su escepticismo y su falta de fe en el futuro, estaba a prueba de revoluciones, involuciones y catástrofes. Lamentaba que le tocó vivir una época en que «las cebollas son cada vez mayores, pero cada vez más insípidas». Se fumaría un cigarro, leería a Montaigne, bebería su vino y esperaría el perfecto suquet que hacen en su tierra. 

«Pla me enseñó que ‘vivir la historia es más difícil que leerla o escribirla’»

Esas lecciones de vida, esos deseos incumplidos de ser Pla los sentí desde mi primera lectura adolescente. Fue en aquella inolvidable colección de libros de RTVE. Rústicos, baratos, bien diseñados y dónde te podías encontrar con Borges, Onetti, Aldecoa o Josep Pla. También con Vicens Vives, tan amigo del escritor, tan importante en sus charlas sobre historia de España y de Cataluña, de los Reyes Católicos o del acercamiento a Tarradellas. Allí, en su viaje en autobús, me enseñó que «vivir la historia es más difícil que leerla o escribirla». Y me aficioné a leer historia, sin dejar las aventuras de Tintin, me aficioné a la lectura de la historia y de las historias, de los cuentos y las novelas, la poesía, aventuras, viajes y sueños contados que han sido, siguen siendo, parte esencial de nuestra vida. Leer nos salvó y nos condenó, nos hizo dudar y buscar. Nos hizo como somos.

Los lectores de Pla, como los de Tintin, nos reconocemos. Tenemos un sexto sentido para reconocernos como los enanos de Monterroso. Siempre viajo con El cuaderno gris, en la traducción de Dionisio Ridruejo y Gloria Ros, aunque también intento leer a Pla en catalán, como Aznar, el nieto de su amigo, el otro Aznar periodista, el que le ayudó en su posguerra colaboracionista. Sabemos de Pla y sus contradicciones, de sus cambios políticos, sus trabajos de espía, sus concesiones para seguir bebiendo y comiendo. Sus artículos en Destino fueron importantes para nuestra formación lectora. Toda la revista lo fue. Creada en tiempos falangistas y capaz de acoger a unos y otros, a exiliados y colaboracionistas del franquismo, a liberales y monárquicos, rojos y azules. Sí, eso también pasó en el franquismo, el que lo sufrió lo sabe.

Durante un tiempo dirigió la revista Néstor Luján– siempre agradeceré a Inka Martí, preciosa y culta barcelonesa que se vive entre el Ampurdán y Castilla, que lo presentara y permitiera debatir con él en aquella televisión pública- que se convirtió en amigo y maestro. Conoció y quiso muy bien a Pla, viajaron y bebieron juntos, disfrutaron y conocieron esos grandes placeres que van desde la hora del vermut hasta el último whisky de la noche. Néstor Luján, que conservaba la primera edición de La Enciclopedia, afrancesado y amante de Madrid y que tuvo el detalle de dedicarme la edición de un libro suyo sobre la cuina catalana.

Néstor fue quien de manera más cercana me contó historias de Pla y sus mundos. Además de cualquier libro de Pla- incluso esos tomos que conservo de su primera, y única, edición de su particular Historia de la Segunda República– les recomiendo conseguir la selección de su obra que hizo el más planiano de todos, el escritor y poeta manchego Andrés Gómez Flores, en su libro Sentencias e impresiones– con prologo de Valentí Puig– se encuentra lo esencial de un escritor imprescindible.

«El mejor escritor catalán nunca tuvo el Premi de las Letras Catalanas»

El mejor escritor catalán nunca tuvo el Premi de las letras catalanas. Lo creó Omniun Cultural con la pretensión de que fuera su Nobel en catalán. Nunca se lo concedieron a Pla. No era un catalán como estos de Omnium, que hoy amparan, esconden y jalean a Puigdemont. Los que siguen peleando por la vuelta al procés que les haga llegar a sus catalanes allí donde nunca estuvieron. Ellos mismos se retratan. Pla, además de ser el gran escritor en su lengua, fue extraordinario también en sus colaboraciones periodísticas y otros escritos en castellano. 

Acudo a la biografía que Xavier Pla, Un corazón furtivo, dónde más allá de discrepancias con algunas «interpretaciones» de su admirado biografiado, hay informaciones sobre el Pla cercano a la política, sobre su colaboración con Tarradellas que hoy es elucidador para entender la farsa y los farsantes políticos de hoy.

Se llevaron muy bien, se entendían y se parecían en algunas maneras de entender la vida y a Cataluña. Decía Pla de Tarradellas: «Es un antisentimental, un antiefectista y un antidemagogo. A lo único que aspira es a no hacer el ridículo, a no cometer más disparates ni más insensateces sin fundamento…aunque Cataluña y España seguirán como casi siempre latiendo a ritmos diferentes, por no decir opuestos…Nos repitió muchas veces que si un día gobierna, no destruirá nada que, habiendo sido implantado por Franco, sea positivo para el país y la estabilización general». Más melancolía.

Quiero terminar mi homenaje a Pla, a Cataluña, con palabras del buen hombre del Ampurdán: «Yo defiendo aquella capilla por un sentido de continuación, de tradición, de respeto por los hombres y las mujeres que se han quedado atrás, que vivieron y sufrieron en este mundo, como nosotros hemos vivido y sufrido. El país que no tiene ese respeto, este punto de conocimiento, es un país de locos y de primarios. Cambiad el sentido político, pero respetad las pequeñas, insignificantes cosas que nos han dejado los antepasados, tan misérrimas- en este país- pero fascinadoras, magníficas».

Al lado de mi pueblo segoviano hay una iglesia refugio dónde se podían esconder los perseguidos de la justicia. No doy más pistas. No quiero ver a ese fugado ni entre vírgenes ni mártires. 

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