THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

Muñoz Machado, tauromaquia, universidad y Academia

«A los nuevos/viejos púlpitos de nuestro pensamiento hace tiempo se suben una tropa de manipuladores, buenistas, retorcidos y progresistas de boquilla»

El verso suelto
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Muñoz Machado, tauromaquia, universidad y Academia

El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado.

«Los que gobiernan ínsulas por lo menos han de saber gramática»

Miguel de Cervantes

Santiago Muñoz Machado es una rareza en nuestro ruedo ibérico. Habla en claro lenguaje, no levanta la voz, no afila su lengua en la piedra de la adulación, es tranquilo, aunque discrepante, le gusta torear desde los medios, desprecia los extremos y sabe entrar a matar con discreción. Para dominar el arte de parar, templar y mandar hay que haber sabido torear en muchas plazas, conocer muchas faenas, no precipitarse, estudiar a los rufianes y darles una larga cambiada. 

Tiene dominio y lecturas, tiene cátedra y alumnos, buena memoria y buenos amigos, es presidente de la Real Academia Española, jurista de notables conocimientos, autoridad sin autoritarismo, español de Pozoblanco, señor de la sierra de los Pedroches, cordobés senequista, gongorino y biógrafo de Juan Ginés de Sepúlveda -otro raro humanista de su mismo pueblo- que en el siglo XVI demostró que se podía triunfar sin mentir, razonar sin manipular. Que se puede enseñar, escribir, discutir, argumentar desde la defensa de ser español sin ser inquisitorial.

Ninguna alabanza mía necesita Muñoz Machado, no es de mi jurisdicción el arte del peloteo, ni se me espera en ese lance. Simplemente quiero contar que otra universidad es posible y necesaria. Reivindicar que en las instituciones necesitamos personas adecuadas. Qué las cátedras sean libres, las actuaciones limpias y los resultados adecuados. Y que no es este el mejor momento en instituciones universitarias, culturales, jurídicas o de comunicación, para sacar pecho. 

A los nuevos/viejos púlpitos de nuestro pensamiento hace tiempo se suben una tropa de manipuladores, buenistas, retorcidos, progresistas de boquilla, reaccionarios izquierdistas o, simplemente, tontos, como piensa Savater. Pero un tonto, un ciego, un loco, un lisonjeador de los poderes o un mentiroso interesado puede hacer mucho daño. Además, puede secuestrar pensamientos débiles con subvenciones generosas. Está pasando, lo estamos viendo. No estamos callando, pero nos quieren silenciar. Seguiremos hablando contra los demagogos en el poder. Contra los que usan la pólvora del rey para destruir la monarquía. El dinero del Estado para maniobrar contra España. Se quieren quedar con la ínsula, hacer un reino de taifas, bailar con López Obrador o Sheinbaum, con música étnica precolombina y la letra de los acólitos frailunos y progres seguidores del dominico inquisitorial de Bartolomé de las Casas.

Soy más de tequila y rancheras, de Agustín Lara y Alfonso Reyes. Soy mexicano del exilio de Cernuda y de Buñuel. Soy de Sor Juana y de Octavio Paz. Y soy del Indio Fernández, carajo. También fui amigo de Carlos Fuentes que tan elegantemente vivió y escribió. Soy de Poniatowska visitando en Lecumberri a Álvaro Mutis y espantada por reconocer al asesino de Trotsky. Soy de mi familia de México y de Carlos Monsivais. De Vicente Rojo, Bárbara Jacobs y Augusto Monterroso, tan mexicano como Chavela sin importar dónde se nace.

«’Sepúlveda, cronista del Emperador’ es un libro de actualidad contra las tergiversaciones y manipulaciones de la historia»

Estas digresiones me vienen de la lectura de Sepúlveda, cronista del Emperador, imprescindible biografía que Muñoz Machado publicó hace 12 años y que tuve la suerte de rescatar. Después de oír en el Paraninfo de la Universidad Cisneriana, la de Alcalá, la primera Complutense, el discurso sobre su paisano Sepúlveda el pozoblanquino, sentí la necesidad, la curiosidad, de saber más del denostado Sepúlveda. Había que ser de Bartolomé de Las Casas, el paranoico dominico que tanto tópico buenista e interesado nos legó, e ignorar al conservador, españolista y al servicio de la Corona, como era liquidado el notable cronista Sepúlveda. Es un libro de nueva vigencia, de actualidad contra las tergiversaciones y manipulaciones de la historia.

El discurso de Muñoz Machado fue una cercana lección de humanismo, de poner en contexto y valor a tres vidas ejemplares. Tres grandes de nuestra historia, Cisneros, Nebrija y Sepúlveda, forjadores de lo que somos, y columnas vertebrales de la abierta e universal importancia de la Universidad Complutense. Cualquier comparación es odiosa, da vergüenza y es humillante para la vida e historia de nuestra universidad. 

Machado, añorado catedrático de la renovada universidad de Alcalá, en el impresionante espacio de su Paraninfo, después de su paso primero como estudiante, después como profesor y cátedro, me hizo revivir mi adolescencia, mi vida de alcalaíno que se hizo bachiller en esa vieja universidad. Me hice bachiller y jugador de billar en el espacio que había sido la casa de Nebrija. También entre las piedras bancales de la universidad aprendí a correr las chapas y tirar la peonza. En los jardines, bajo la atenta mirada de Cisneros en escultura de piedra, mejoré en mis juegos del escondite, de los médicos y otras disciplinas y alguna picardía compartida con aquellas amigas de infancia y adolescencia.

A nuestro paisano Miguel de Cervantes no le dio tiempo de aprender esas enseñanzas extraescolares. Aunque bien que supo aprender artes de juego, del trilerismo y el engaño. Para eso no hacen falta universidades, ni másters complutenses, ni baratarias o monipodios de ahora. Nuestro maestro Cervantes en su Ilustre fregona, nos recuerda que «aprendió a jugar a la taba en Madrid, al rentoy en las Vistillas de Toledo, y a presa y pinta en pie en las barbacanas de Sevilla». Esos eran tiempos cervantinos, con sus coimas, pícaros, rufos o cororreras. Aquellos «valientes de mentira», estafadores, vanos y rateros, ya no son los que fueron. No, ahora están disfrazados, son neo moralistas, izquierdistas de corta y pega y aprendices en difusión de bulos y mentiras. De estas artes, y otras maniobras, hablamos en el Patio de los Filosófos con los asistentes a la solemne, cercana y relajada investidura como Doctor Honoris Causa a nuestro cervantista Muñoz Machado.

«Había quedado con Manuel Vicent. Seremos esperpénticos, distintos, pero cómplices en la discrepancia»

Además de la pandilla de su época de bachiller y taurino en Pozoblanco, estaban alumnos de sus años alcalaínos, amigos varios y compañeros académicos. Con el cervantista Mateo Díez hablamos de pícaros y picardías. Con Miguel Saénz de Tánger. Y con Soledad Puértolas y Clara Sánchez de vinos y aguas. Con el rector José Vicente Saz, de una cualidad del honorado, esa rareza tan necesaria que se llama tolerancia. Una lección más de Santiago -y abre España- que no solo de jamón y tauromaquia se alimentan los nuevos humanistas.

Volví. Me fui al callejón del Gato. Había quedado con Manuel Vicent para mirarnos en los espejos cóncavos y convexos. Seremos esperpénticos, distintos, pero cómplices en la discrepancia y nos reímos de los impudores y los poderosos que maniobran en la oscuridad de sus miserias. 

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