Rosario Pí, la vida exagerada de una optimista
«La primera directora de cine sonoro en nuestro país pertenecía a una tercera España, o inclasificable, que supo ganarse la vida»

La directora española Rosario Pí
«Dadme cretinos optimistas, porque ya estoy hasta los pelos del pesimismo de nuestros sabios. Sin optimismo no vamos a ninguna parte»
Juan de Mairena (Antonio Machado)
Tuvo que ser optimista para no ser cretina. Tuvo que torear adversidades, tontos, moralistas y censores. Procuró que sus enemigos nunca tuvieran razón, aunque tuvieran poder.
Pocos recuerdan a la primera directora del cine sonoro de nuestro país: Rosario Pí Brujas, nacida en la Barcelona de final del XIX y fallecida en Madrid a finales de los años sesenta. Ahora la consideraríamos una emprendedora. Su valentía para reinventarse produce admiración y su capacidad para resurgir de las muchas cancelaciones que conoció en su muy activa vida es admirable. Nació en una familia acomodada y muy joven esta chica no muy agraciada y poliomielítica, sabe que para hacer negocios no es necesario ser moralista ni muy honrada. En la tienda de ropa heredada había unos probadores con espejos traslúcidos, lo cual la permitía obtener un sobresueldo gracias a los distinguidos clientes, también ocultos «mirones».
Aquella muchacha de gran carácter, y de indudable capacidad para los negocios, consiguió ser una de las primeras mujeres en producir, escribir y dirigir películas en nuestro país. Una naciente industria del cine se estaba desarrollando y en Madrid estaba el centro de la inversión y la producción.
Rosario se traslada a la capital, corren los primeros años republicanos y pronto se hace amiga de jóvenes que pretenden hacer carrera cinematográfica. Uno de ellos es Edgar Neville, aristócrata culto, bon vivant, de arrolladora simpatía, diplomático que está de regreso de Hollywood, que ha conocido el desembarco -bastante fallido- de los españoles en la Meca del cine. Neville, entonces republicano, después doble espía, franquista, y siempre un genio de sí mismo además de uno de nuestros más interesantes cineastas y notable escritor de la «otra generación del 27». Neville conoce a Rosario Pí que ya ha convencido a un rico mexicano y a los hermanos Ladrón de Guevara para crear y dirigir la productora Star Films- y se hacen amigos. Con esta nueva amiga «de alientos varoniles», en palabras de Neville, dirige la primera película producida por Rosario Pí.
Todas las hermosas y los galanes de la época que querían dedicarse al cine, sueñan con hacer las américas, triunfar en California, ser contratados por los grandes estudios, pasar de la ceca a la meca. Neville escribe y dirige una película producida por su amiga emprendedora Yo quiero que me lleven a Hollywood, así se llama su primera película no muda. Un gran negocio, y una gran estafa, parece que fue esta película, hoy perdida. La protagonizó la cupletista Perlita Greco en compañía de Federico García Sanchíz, Antonio Robles, Enrique Herreros y Perico Chicote. Fue un gran negocio en taquilla y, sobre todo en producción. El extenso casting, al cual se le prometían éxitos hollywoodenses, no cobró ni un duro y así los productores obtuvieron «material» gratis para hacer una película que conoció un destacado éxito comercial.
«Es la primera directora de nuestro cine hablado con ‘El gato montés’, producida, y guionizada también por ella»
En aquellos años republicanos surgieron cineastas con la feliz ocurrencia de hacer un digno cine español y popular. Entre otros participó Luis Buñuel, que ya no era el surrealista y genial provocador de El perro andaluz o La edad de oro. Se hicieron películas de obras populares bajo la producción de Urgoiti y Buñuel, que encargaron a Marquina o Sáenz de Heredia -entre otros- y donde trabajaron Angelillo, Ana María Custodio o una jovencísima Carmen Amaya. Un modelo de producción que ya había iniciado Rosario Pí. Había producido a Benito Perojo o Fernando Delgado. Y decidió dirigir. Es la primera directora de nuestro cine hablado con El gato montés producida, guionizada y dirigida por esta insólita mujer. Da la vuelta a la zarzuela de Penella e introduce un feminismo desconocido en nuestro cine. Las protagonistas dicen «en mi cuerpo no manda nadie» y expresan su deseo sexual sin disimulos.
El resultado es una insólita película que les convendría revisar a tant@s progresist@s de nuestro cine que mantienen un síndrome adanista. Casi todo ya había pasado. Muchas veces no saben, otras no conocen, ni nuestra historia, ni la historia de nuestro cine.
Nuestra Rosario Pí siguió haciendo cine popular. Su siguiente película, Molinos de viento, también basada en una popular zarzuela, se rodó en una Barcelona que ya no era la misma de sus años jóvenes. Eran tiempos de guerra y la ciudad estaba tomada por anarquistas y comunistas. Gobernaba una moralidad de una izquierda no tenía simpatía ni por la zarzuela, los toros, la copla ni por las frívolas expresiones del mundo de las varietés. Rosario Pí, liberal, independiente, osada, libre y homosexual, no era de los suyos. Se la acusó de «filofascista», como a Neville, y a tantos de aquella generación de intelectuales y artistas posicionados en el lado no frentepopulista.
Rosario que fue perseguida y prohibida por los izquierdistas, cancelada por los franquistas -por su espíritu rebelde y vanguardista- no se dio por vencida. Junto a su enamorada, y bellísima joven actriz María Mercader -prima del asesino de Trotsky, el estalinista Ramón Mercader– fue la protagonista de Molinos de viento, película prohibida por el Frente Popular, que decidieron salvar la copia llevándosela a París. No pudo ser. Se trasladaron a la Roma de Mussolini. Rosario se dedicó al doblaje, además de regentar un club de éxito en Vía Venneto. María trabaja en el cine. Pronto se hacen muy amigas de Vittorio de Sica. Forman un extraño trío. Vittorio y María amantes y Rosario, en el papel de acompañante dolida.
«Rosario volvió a la Barcelona franquista que pronto abandonó por Madrid. No volvió a encontrar su sitio en el cine»
Intentan trabajar en el Madrid de la primera posguerra. No encontraron su sitio. Regresaron a Roma. María hizo mucho cine en Italia, tuvo dos hijos con Vittorio. El genio del cine, el ganador de cuatro Oscar, el popular, neorrealista, costumbrista y genial De Sica fue un marido enamorado. Lo que no impidió que veces la «engañara» con su adicción a los casinos. Y nunca le ocultó que había tenido una hija con Mimí Muñoz, también actriz y comedianta española. La hija, también actriz, fue Vicky Lagos, hermanastra de las hermanas Goyanes.
Rosario volvió a la Barcelona franquista que pronto abandonó por Madrid. No volvió a encontrar su sitio en el cine. Una vez más, siguió reinventándose. Bajo el nombre de Rizpay patentó un cenicero recreativo y un envase para cerillas. Organizó cenas y regentó un conocido local nocturno, Jicky Club.
En el Madrid de Franco pasaban muchas cosas en la trastienda. Un mundo, más o menos oculto, pudo ejercer discreta pero libremente sus no ortodoxas costumbres. Muchos vivieron la gran vida con el estraperlo, la especulación y la reconstrucción. Nada nuevo bajo el sol. Muchos se hicieron ricos con el Régimen y supieron darse la gran vida. La historia se repite.
Ya hablaremos de Neville y su pandilla. De Ava Gadner, Orson Welles y otros amantes de juergas y buena vida que muchos supieron disfrutar en años difíciles para la mayoría y dorados para otros.
Rosario Pí en aquel Madrid hizo lo que pudo y muchas veces lo que quiso. No estaba cómoda con la dictadura, como tampoco no lo había estado con la República tomada por las moralidades de la izquierda. Pertenecía a una España tercera, o inclasficable, que supo ganarse la vida. Su buena vida, ya fuera trabajando con el modista Marbel en los años sesenta o inventándose negocios. Siempre libre y arriesgada terminó sus días después de haber llevado al éxito un restaurante de lujo en el Paseo de la Castellana. La cancelaron en el cine, no en la vida. Fue una de las muchas figuras para rescatar por su talento y osadía. Buñuel, que había copiado una secuencia de El gato montés para su película Abismos de pasión, también brindaría con un dry Martini por esta española fea, poco católica y no muy sentimental.