The Objective
Javier Rioyo

Ángel González en la RAE

«Celebrábamos los primeros cien años de un poeta esencial que no se dejó manipular ni confundir. Nunca usó el rencor, ni conoció la envidia ni los improperios»

El verso suelto
Ángel González en la RAE

El poeta Ángel González. | Fundación Princesa de Asturias

«…Delación sin traición, denuncia clara de ningún delito,

sino revelación de lo que puede

con su ejemplo de total entrega

dignificar la vida humana»

Ángel González

Fue miércoles toda la mañana. Por la tarde cambió; se puso Ángel González y una cercana alegría invadió nuestros corazones. Y nos sentimos razonables, teníamos la memoria de los días y las noches, sobre todo las noches, que con Ángel González pasamos y añoramos días tranquilos, como si el porvenir hubiera llegado, como si fuera posible no mentir, no gritar, no enfrentarnos, no repetirnos como la morcilla de su tierra, de nuestra tierra, como la Historia, esa que también se hace con sangre y que se repite.

No queríamos ser los pobres que se bañan dos veces en el mismo río. Tampoco nos hacía falta ser los más dialécticos: los multimillonarios que nunca se bañan dos veces en el mismo traje de baño. Ni mucho menos queríamos ser de esos que se meten dos veces en el mismo lío. No queremos ser marxistas-leninistas. Ni fontaneros del sanchismo. Ni voceros colonizados por su afán de supervivir entre el fango y la corrupción. Estábamos felices en uno de los pocos territorios sin colonizar, en la RAE. El lugar donde la palabra, la lengua, la cultura y el diálogo son posibles y necesarios. Casa de la lengua, la razón y la discusión. Imagen y realidad de que otra España es posible.

No había diatribas, celebrábamos los primeros cien años de un poeta esencial que no se dejó secuestrar, manipular, ni confundir. Nunca perdió la memoria de sus derrotas, no olvidó lo áspero del mundo, pero ni usó el rencor, ni conoció la envidia ni los improperios. Se armó con sus palabras, con su capacidad para el amor y la risa, para la ironía y el sentimiento.

Con el poeta González nos merendamos una tarde de finales felices. Una tarde en que se recordó a Antonio Machado y en la que muchos también brindamos por esa otra Machado que burló a los secuestradores de la libertad, que viajó desde su oculto verano caribeño al claro invierno de Oslo. Una justicia poética que también celebramos los que no queremos volver a ninguna dictadura. La patria libre de la Premio Nobel de la Paz, la de los millones de demócratas venezolanos, es también la nuestra.

Una patria que habla la misma lengua, la lengua de Cervantes. La lengua del Quijote: «No huye el que se retira; porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la base de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo. Y así, yo confieso que me he retirado pero no he huido; y en esto he imitado a muchos valientes, que se han guardado para tiempos mejores».

«Los ‘maduros’ de la vida, sus cómplices interiores y exteriores, merecen perderse en alguno de sus paraísos populistas»

Tiempos mejores están por llegar, llegarán para Venezuela, llegarán para España. Los maduros de la vida, sus cómplices interiores y exteriores, merecen perderse en alguno de sus paraísos populistas. Se irán con sus miserables mentiras y espero que sin el dinero burlado. Que se vayan en compañía de otros, que se vayan descalzos o con sus zapatos, sus zapateros, con sus subvencionados seguidores y en compañía de ese falso Mester de Progresía. Que se vayan con sus muros y murallas, con sus guerras, con sus escritores de mediocres varietés, de falso buenismo en todo. Que dejen de colonizar nuestro mundo, nuestras instituciones, que se salgan por sus estaciones, que se lleven sus libros, su cursi sentimentalidad, sus malas poesías, sus prosas chirriantes, sus columnas roñosas, sus calumnias y sus herrumbrosas lanzas.

Escribe Alberto García Reyes sobre esos caciques verbales que son capaces de manipular, de tiranizar y rebajar el lenguaje para que los acosadores sexuales, los de sus cercanías, se conviertan en acosadores laborales. A los puteros y sus encubridores hay que llamarles por su nombre, juzgarles por sus hechos, sus gestos y sus palabras. ¿Qué están haciendo con las instituciones de nuestra cultura?: maniobras en la oscuridad, pagos a los afectos, preparar puertas giratorias, asegurar su incierto futuro y seguir disparando con pólvora de su república totalitaria. Todo es mentira. El tonto puede seguir disparando por la culata, pero algún día perderá, aunque ya esté muy perdido entre sus subvenciones y sus extraños viajes.

Menos mal que nos quedan las verdades de Ángel González y sus amigos. Tan distintos, tan resistentes, tan necesarios. Convocados por Santiago Muñoz Machado- otra vez un Machado- algunos académicos y amigos disfrutamos de la memoria compartida del poeta que nos hizo mejores sin dejar de ser diversos.

Pío Baroja, tan libre y tan suyo, tan heterodoxo, humilde y errante, que ocupó un sillón en la RAE en tiempos republicanos, que con inteligencia de superviviente cuando le preguntaron si juraría o prometería el cargo se limitó a decir: «Yo, lo que sea costumbre»; nos dejó escrito que «en literatura se puede ser un cínico y un degenerado, como Paul Verlaine; se puede ser un satánico como Baudelaire; se puede ser un ególatra como Nietzsche; pero no se puede ser un cuco que disimule ante el público pequeñas artimañas y sus intrigas». Creía que siendo escritor lo mejor era ser discreto de actitud; primero, porque estamos en un país que se les quiere poco y porque a los arrogantes «las gentes les toman odio».

«Tuvimos la fortuna de encontrarnos entre escritores, filólogos, editores y periodistas sin arrogancia ni falsas humildades»

Tuvimos la fortuna de encontrarnos entre escritores, filólogos, poetas, editores y periodistas sin arrogancia ni falsas humildades. Comenzó Víctor García de la Concha, de admirable recuerdo en la Academia, en el Instituto Cervantes y en su dedicación tanta a la literatura y el diálogo. Recordó a algunos de los mejores amigos del joven Ángel González desde la juventud hasta el final. Las divertidas ocurrencias de Paco Ignacio Taibo; la fidelidad e ilustración de Manuel Lombardero y la cercanía de Emilio Alarcos Llorach. Contó que una vez tuvo que «salvar» al joven González de unas ciertas amenazas de jóvenes falangistas. Con su capacidad para el diálogo lo consiguió como también hizo posible que Ángel González ocupara el sillón que había sido de Julio Caro Baroja.

Siguió el narrador, y Premio Cervantes, Luis Mateo Díez, cariñoso y cercano, seguidor de González, admirador de su vida, de su poesía tan clara de apariencia, tan clásica y desnuda. El poeta asturiano fue el encargado de la bienvenida académica al escritor de Villablino. El también asturiano, lingüista, filólogo y académico, Salvador Gutiérrez Ordoñez, nos acercó a sus deudas y a su amistad en distintas geografías con el homenajeado.

Miguel Ángel Aguilar, además de los encuentros con aquellos felices bebedores y comprometidos poetas en las noches madrileñas, nos prometió rescatar un trabajo periodístico que le había encargado desde la Agencia Efe y para recorrer las huellas de las ciudades hispanas de Estados Unidos. Fue publicado en el Abc, todavía lo están buscando. Antonio Lucas, el periodista y poeta, que se forjó en el Café Gijón, que se alimentó de vanguardias y clásicos, que- como otros jóvenes- disfrutó de los encuentros y las enseñanzas sin didactismos ni engreimientos, de aquellos dos vigorosos mayores, amigos y cómplices, como siempre fueron Pepe Caballero Bonald y Ángel. Jesús Munárriz, poeta, editor y amigo de Ángel, nos recordó que uno de los libros que le editó y vendió muy bien fue Tratado de urbanismo, lo compraban universidades de arquitectura confundidos por el título.

«Tuvimos la suerte de estar cerca del poeta que había contado el dolor de los años oscuros pero también el que hacía un quite con ironía»

Nada mal los encuentros con aquella lectura; mejor armarse de poesía que de hormigón. Terminamos con los poemas cantados por Paco Ortega, que hicieron tocar palmas a Víctor de la Concha, Carlos García Gual, José María Merino y otros académicos y asistentes con el salón lleno. No estoy seguro si también se arrancó Andrés Rábago, El Roto, todo es posible.

Una tarde de celebraciones, recuerdos y esperanzas. «Para parar las aguas del olvido», recuperar risas y felicidades: «También estoy nostálgico de días. También fui muy feliz. También recuerdo. También yo fui testigo de otras horas». Tuvimos la suerte de estar cerca del poeta que había contado el dolor de los años oscuros pero también era el otro, el que hacía un quite con ironía, particular chicuelina de la casa. Hacía un quiebro y el mundo se llenaba de promesas de asaltar la vida. Querido y quijotesco Ángel, caballeroso y tantas veces silencioso. Pasó de aparentar ser un funcionario gris, un policía de la secreta a un elegante profesor de universidad americana. Nunca perdía la educación ni el estilo. Sabía callar y sabía utilizar el dardo certero de su opinión en pocas palabras.

Nunca olvidaré con qué elegancia se calló con su sonrisa en una noche de copas y amigos de lecturas y nocturnidades. La editora, escritora, libre y liberada Rosa Regás, se nos acercó, recordaron tiempos de gauche divine en Barcelona. Y le preguntó: «Ángel, ¿tú y yo hemos follado?». Con su whisky y su sonrisa, nada dijo, ni negó, ni afirmó. Ya no quedan poetas ni personas como aquellos, así nos lamentamos con un vino de después Antonio Lucas y yo. Feliz y pacífico asalto de una noche en la RAE. No todo está perdido mientras continúen espacios como ese, tan propicios para la cultura y el diálogo. Sigamos. Brindemos.

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