The Objective
Javier Rioyo

Extremeños, extremados, centrados

«Tenemos que defendernos de estos extremistas en el poder. De los radicales y los populistas. De los cretinos que rechazan las palabras de Navidad del rey Felipe VI»

El verso suelto
Extremeños, extremados, centrados

Jerez de los Caballeros.

«No cura si la fama canta con su voz su nombre pregonera,

ni cura si encarama la lengua lisonjera

lo que condena la verdad sincera»

Fray Luis de León

De vez en cuando quiero ser extremeño. Sueño con ser uno de aquellos aventureros que transformaron el mundo, que españolizaron América, que se mestizaron sin olvidar sus tradiciones, sus creencias y sus ambiciones. Muchos regresaron a sus orígenes más ricos, más palaciegos, más abiertos a un mundo que parecía no tener fronteras. Cambiaron imperios, descubrieron océanos, cruzaron el Mississippi o descendieron por el Amazonas, atravesaron el Gran Cañón del Colorado. Hombres fuertes, arriesgados, extremados y extremeños. También hubo extremeñas heroicas como la intrépida Inés Suárez o la aventurera Mencía de Calderón. Soñar ser un aventurero, un soldado de aquel rey emperador que eligió Extremadura para recordar y morir.

Algunos no volvieron. Otros conocieron la fortuna, construyeron sus palacios, sus casas solariegas que todavía nos admiran con su belleza y el recuerdo de pasados esplendores. Cuando regreso a Extremadura siempre hago parada en Trujillo. En su Plaza Mayor me siento orgulloso y pequeño, saludo a Pizarro bajo esa imponente estatua ecuestre que en bronce la preside, lo que hizo el escultor americano Charles Cary Rumsey y me dan ganas de comprarme un palacio con las sobras de mi miseria. Nunca pude, nunca podré.

Envidio a Pilar del Castillo, recordada y querida exministra de Cultura, que conoce nuestra historia. La grande de los conquistadores y la de los acompañantes anónimos de aquella aventura. También me dan temblores fríos pensando que pueda pasar por esa tierra el ministro de Cultura Urtasun, ese pijo progre que hace de atizador de los desencuentros culturales, y que con su poder e ignorancia pretenda terminar con esa memoria. No le basta con pedir perdón por aquella colonización. Está, en compañía de amigos, en el empeño de reinterpretar o clausurar la memoria de lo que fuimos.

Tenemos que seguir defendiéndonos de estos extremistas en el poder. De los radicales y los populistas. De los cretinos que rechazan las palabras de Navidad del rey Felipe VI por su reconocimiento de la colectiva labor de la Transición. También le critican por llamar a la convivencia, por señalar la polarización y apelar a la democracia. Hay que seguir vigilantes porque los extremistas nos quieren tocar, nos quieren hundir. Las urnas extremeñas hablaron, no nos libraron de los extremistas de derechas ni de los de izquierdas pero sí fue el principio para librarnos de esa turbia manera de desgobierno que llamamos sanchismo, un nuevo franquismo disfrazado de progresismo. Ni Franco, ni Sánchez, ni tensiones, ni murallas, otros gobiernos, otros gobernantes son posibles y necesarios.

El rey estaba vestido, estaba erguido, serio y cercano, sensato y memorioso. No sacó en procesión a ninguna inexistente santa Transición. No fue fácil ni perfecta, sí fue posible y necesaria. Hay que entender esa lección, seguir peleando por la superación del desencanto. Esa palabra, desencanto, nos persiguió desde los principios del camino democrático. Dio nombre a una de las películas esenciales para entender lo que fuimos. Cuando Jaime Chávarri en el año 1976 filma ese documental estábamos en el principio de saber construir otro camino sin olvidos, sin maquillajes. La familia Panero, los hijos y la mujer de aquel poeta franquista, ma non troppo, mataban al padre pero no liquidaban ni su pasado ni su poesía. Como tantos de aquella generación de jóvenes que en la transición se hicieron rojos o ácratas.

«Esas dos Españas son las que supimos superar. Esas que ahora los derrotados en Extremadura pretenden resucitar»

Los hijos de los franquistas se volvieron antifranquistas. Algunos cayeron en el hastío y el desencanto. Otros se encontraron cómodos en otras ideologías que también venían de los totalitarismos. No era fácil salir de aquella España demasiado fuera de la modernidad, lejos de Europa y sometida a consignas. Las cambiamos por otras aunque pronto tuvimos que mudar esas letras y esas músicas. Chávarri lo supo hacer. Hijo de una de las más significadas mujeres del falangismo, Marichu de la Mora. Marichu como su amigo Dionisio Ridruejo supo evolucionar y ser una convencida demócrata. Sin dejar un punto descreído en el que se sentía muy cercana a otra de esas personalidades geniales que supieron cambiar de bando, sin renunciar a su genio ni a su ingenio: Edgar Neville. Fue uno de los grandes amigos de Marichu de la Mora. Pocas personalidades tan fascinantes hemos conocido como aquella desprejuiciada dama sin anillos que supo seducir a unos y otros. Iván Zulueta lo supo muy bien. Pedro Almodóvar lo sabe.

Cuando hablo de la libérrima Marichu de la Mora, estoy hablando de nuestra superación de ideologías extremas, de una ruta con más o menos desencantos, de lo totalitario a la convivencia. Camino que no tuvo tiempo de recorrer su hermana Constancia de la Mora, interesante mujer, gran personalidad que pasó del franquismo de un Bolín al comunismo de otro de nuestros grandes «raros», el aristócrata Hidalgo de Cisneros. Jefe de la aviación republicana, comunista de la «gauche caviar» y seductor de moralidades dudosas. Algún día hablaré de su peculiar camino de imperfecciones, de su amistad con los peores y con alguno de los mejores como Saint-Exupery. Esas dos Españas, las del enfrentamiento y la polarización, son las que supimos superar. Esas que ahora los derrotados en Extremadura pretenden resucitar. No pasarán.

Vuelvo a Extremadura, ese paraíso desigual y cercano, esa tierra dura que ha sabido mejorar pasados y pelear por tener el lugar que se merece en nuestro mundo. Nada que ver su memoria, sus gentes, con esa falta de gallardía, esas músicas desafinadas, que estuvieron representadas en el hombre de los Sánchez Castejón. Ese insólito Gallardo elegido por su amigo Pedro Sánchez, ese político —o lo que sea— que nos daría pena si no fuera porque lo que representaba nos repudiaba. No es una buena imagen de las gentes de una tierra que supo pasar de ser la «tierra sin pan» de esas Hurdes que retrató Buñuel y que ahora solo existen en la memoria cinematográfica. Hace unos años tuve un desencuentro con Rodríguez Ibarra– digno socialista, digno extremeño- porque él no quería que siguiéramos proyectando y discutiendo sobre ese mundo retratado por Buñuel. Ni quería que Saura hiciera la película de Puerto Hurraco, no tenía razón. La historia no se borra, se tiene que conocer y elucidar.

En Extremadura hay que visitar el último refugio de nuestro rey emperador Carlos V en el monasterio de Yuste, en una casona que allí se construyó para vivir su retiro el hombre más poderoso del mundo. Se fue a morir sin prisas, asistiendo a su propio funeral, sabiendo que la tropa que lo acompañaba se estaba aficionando a esa bebida que el nos trajo de Alemania. El rey Carlos, además de banqueros, nos aficionó a la cerveza y otras juergas. Cerca, en Garganta de la Olla, sigue estando la llamada «Casa de las muñecas», el organizado burdel para los caballeros de las tropas que velaban por la tranquilidad del emperador. La España burdelesca tiene una rica historia que contaremos. No todo van a ser las saunas de hogaño. Muy cerca de ese emocionante y sobrio retiro de Carlos V, en Cuacos de Yuste, entre los pinos y alcornoques, se encuentra un cementerio abierto que recuerda a los soldados alemanes muertos en España en guerras. Conocidos o desconocidos jóvenes soldados de distintas ideologías que son recordados en Extremadura.

«Muchas memorias, muchas historias de lo que fuimos están presentes en Extremadura»

Muchas memorias, muchas historias de lo que fuimos están presentes en Extremadura. Dos que nunca olvido: el recuerdo de Arias Montano y la biblioteca de Barcarrota. Benito Arias Montano fue uno de los grandes humanistas. Poeta, filólogo, traductor, políglota, editor de la Biblia de Amberes, estudiante en Alcalá, amigo de Fray Luis de León. Destacado erasmista, hijo de inquisidor y él mismo perseguido por su condición de abierto europeísta. Nuestro gran polímata había nacido en Fregenal de la Sierra, cerca, en la serranía fronteriza de Huelva, se retiró del mundo este admirable extremeño. Allí, al lado de una ermita y una piedra imponente construyó su último refugio. La Peña de Arias Montano nos devuelve a un mundo abierto, una nación culta y contradictoria, unos reformistas y sus contrarios. Una manera de ser extremeños, españoles y europeos.

En Barcarrota, el pueblo de Hernando de Soto el descubridor del Mississipi, en una obra de reforma de una vivienda, aparecieron diez libros en perfecto estado de conservación. Son diez joyas bibliográficas que escondió un converso judío en los mediados del siglo XVI. Todos estaban incluidos en el índice de libros prohibidos. La única edición de La vida del Lazarillo de Tormes, en la edición de Medina del Campo de 1554. Una edición latina de Erasmo de Rotterdan, dos tratados de quiromancia, otro sobre exorcismos, el erótico italiano La Cazziara y cinco ejemplares únicos que hoy se pueden visitar en la Biblioteca de Badajoz.

Extremadura, como nosotros que nos sentimos lejos de los extremistas y los extremismos, nos merecemos una sanadora transición del sanchismo al espíritu de la non santa transición. Otras formas, otras gentes, otras dignidades. A veces lo nuevo muere antes que lo antiguo. Tenemos dónde mirarnos en esas tierras de nuestros extremos y nuestros centros. Erguidos y sensatos como nuestro rey Felipe nos deseo. Que la lotería del niño, que el año que ya está a punto nos sea más benéfico y con menos desencantos.

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