Existir antes de la Constitución
«Ambos extremos, que hoy desafortunadamente polarizan la política española, se basan en la creencia de que hay una fuente genuina de legitimidad anterior al contrato social constitucional»
En algunos círculos del nacionalismo español se predica la idea de que la “nación española” es anterior a la “Constitución”. Y, en consecuencia, menosprecian la palabra “constitucionalista” relativa a defender los valores liberales y el Estado de Derecho. En estos círculos se prioriza una nación anterior al concepto civil -y civilizador- de ciudadanía.
Los defensores de esta imperecedera nación, sea cual sea, tienen razón solo en la medida de que nadie puede aspirar a crear una comunidad cohesionada únicamente con la Ley. Y por eso no fue nada descabellado las afirmaciones de Pedro Sánchez tras su reunión con Torra de que “con la ley solo no basta”. Hay que hacer política.
Sin embargo, apelar a un supuesto pueblo español o catalán, y a sus instituciones milenarias y “anteriores a la Constitución” (Laura Borràs, dixit) o a unos supuestos “rasgos físicos” o “lengua propia”, como dijo la alcaldesa de Vic, Anna Erra, solo tiene un nombre, que es nacionalismo. Y del rancio.
Una cosa es tener en cuenta la historia e idiosincrasias culturales que han derivado en instituciones de autogobierno, que la mayoría de españoles, por cierto, no discute. Pero cosa muy distinta es que de allí emane un supuesto derecho iusnaturalista que reemplace el contrato social entre diferentes pero iguales ante la ley.
Cuando la señora Borràs trata de infravalorar la Constitución usa el mismo argumento de los nacionalistas españoles cuando muestran su orgullo por el glorioso Imperio que fue España en épocas pasadas. Ambos extremos, que hoy desafortunadamente polarizan la política española, se basan en la creencia de que hay una fuente genuina de legitimidad anterior al contrato social constitucional.
Toda Carta Magna suele nacer de un acuerdo de mínimos entre distintos, donde se reflejan las presiones, limitaciones, miedos y fantasmas que sufrió cada país en el momento de su redacción. La Constitución española, con todas sus imperfecciones, fue un pacto rubricado por la mayoría de catalanes. No se les excluyó ni de su redactado ni en su sufragio.
Ante los argumentos esencialistas del nacionalismo, hay que recordarles que nadie puede tener más ni menos derechos por “existir antes de la Constitución”. Esta es solo una versión renovada del tan racista “llegué antes que tú”.