THE OBJECTIVE
Andrés Miguel Rondón

Internet y la era (des)informática

«No podemos seguir pretendiendo que el mundo digital en el que pasamos tantas horas no es sino una inmensa ficción»

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Internet y la era (des)informática

Era evidente, a los albores de este milenio, que el internet lo cambiaría todo y que una nueva era empezaba. ¿Cómo llamarla? Unos proponían la Era Digital. Otros, la Era Informática. Al final nos quedamos con ambas. Daba igual: el mundo digital del internet era un mundo de datos, de unos y ceros. Es decir, un mundo de información.   De manera que eran sinónimos. O eso pensamos.

Resulta que lo digital no es particularmente bueno siendo informático. Pensamos que esta iba a ser la era de Google y de Wikipedia. Ha resultado ser la era de Twitter y de Instagram. Es decir, la era de los fake news y los fake egos.

¿Cómo nos equivocamos? Pues como siempre: sobrevalorando el espíritu humano. Jurando que el hombre del siglo veintiuno querría usar el internet para informarse. Es decir, para abrir ventanas y buscar verdades. Pues no. Lo que queríamos eran selfies y espejos. Queríamos un internet que nos mintiera.

Propongo que nos sinceremos y, como mínimo, le cambiemos el nombre. Ofrezco la Era (Des)Informática o la Era del Selfie. Da igual: también son sinónimos. Lo cierto es que no podemos seguir pretendiendo que el mundo digital en el que pasamos tantas horas no es sino una inmensa ficción. Una forma más de entretenimiento.

Y con que lo asumamos está bien, de verdad. Es humano buscar mentiras. Por eso leemos novelas y jugamos videojuegos. Es hasta sano, siempre y cuando no se confunda nuestra realidad con la del libro o la pantalla. Pero eso no es lo que estamos haciendo. Lo que estamos es volviéndonos locos.

Si el internet es un espejo, entonces nos revela el mundo que tenemos dentro. En el proceso nos disocia. Por ejemplo, a los vanidosos le enseña un mundo exageradamente optimista. Un mundo de Twitteros puritanos (¡Oh! ¡Cómo va a ser! ¡Qué escándalo que la genta no sea tan buena como yo!)  y princesas de Instagram. Un mundo cuya cada esquina tiene Photoshop. Un mundo ridículo, sí. Pero no particularmente dañino para el que lo sufre.

El peor es el internet de los depresivos. Un mundo exageradamente emo. Hace unos meses Molly Russel, una niña de 14 años, se quitó la vida tras pasar varias horas al día viendo fotos de amigos autolesionándose. Los padres dicen que Instagram la mató. Un problema creciente: las niñas de la generación Z están suicidándose a una tasa tres veces más alta que las de mi generación. Ellas también son víctimas de esta nueva era. Víctimas de la desinformación, de pensarse exageradamente tristes es un mundo exageradamente feliz.

Así es, verdaderamente, la era que nos toca. Como unos vidrios rotos desparramados por el piso, cada uno reflejando una realidad distinta. Para nombres, las metáforas.

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