La muerte nunca muere
Miles de muertos, miles de fotos. Seguirán muriendo y la tormenta de flashes no amainará. Porque la muerte viaja cerca, escondida, pero no se deja ver.
Miles de muertos, miles de fotos. Seguirán muriendo y la tormenta de flashes no amainará. Porque la muerte viaja cerca, escondida, pero no se deja ver.
La gente muere en la calle, de repente, cuando nadie se lo espera. La sangre que no rodea el cuerpo es precisamente aquello que torna la imagen devastadora. Los dedos tratan de juntarse con la mano para cerrar el puño, pero no han podido y, por ahí, se le ha escapado la vida. Se la han robado, de un día para otro.
Ha caído en la carretera, pero el atropello ha llegado después de la muerte. Subidos en la acera, y desde una distancia prudente –porque la carne muerta sigue contagiando- son muchos los que fotografían el último coletazo de la naturaleza. Devastador.
El ébola ha atacado a más de 18.000 personas en Sierra Leona. Quizá incluso algún infectado este tomando la imagen de lo que él vivirá, o morirá, en unos días. Miles de muertos, miles de fotos. Seguirán muriendo y la tormenta de flashes no amainará. Porque la muerte viaja cerca, escondida, pero no se deja ver. Incluso en los tanatorios un cristal separa la vida de la muerte. Ahora, el final inexorable se ha quitado el velo y se deja fotografiar. Lo hace a diario y encarna la mayor de las paradojas.
La muerte es la única noticia que nunca muere.