Sorolla
«Nunca fue un artista de inventiva e imaginación extremas, pero sí un artista con admirable dominio cromático, verdadero talento para la luz y excelente dibujante»

Joaquín Sorolla. | Ilustración de Alejandra Svriz
Una exposición sobre el pintor levantino ha producido una cierta emoción en el mundo culto de la ciudad de Madrid. Ese ya es un éxito innegable. Luego, si usted se anima a visitarla, vaya con ojo. Hay verdaderas masas, sí, pero no movidas por ninguna curiosidad cultural o artística sino por las compañías que explotan el ocio universal llamado “turismo”. Grupos compactos se interpondrán entre usted y la visión de las obras, guías seguramente eficaces le impondrán su trabajo como un derecho superior al suyo de ver algo en silencio, y turistas desesperados le empujarán para ver u oír un poco mejor en medio del caos.
El caos comienza a la entrada misma de la exposición si accede usted por el patio de armas que es la entrada, por así decirlo, sensata, porque la otra entrada, la recomendada en la publicidad, por la Cuesta de la Vega, es remota y casi inaccesible. En el gran patio de armas hay muchedumbres tratando de entrar a las Colecciones Reales y formando unas colas desesperantes por el maldito control de mochilas, bultos, abrigos y bolsos que han convertido en un infierno el uso de los aeropuertos. La industria de la seguridad es tan enorme que ya es inútil esperar que algún día desaparezca semejante tortura.
Si logra usted localizar la exposición, lo que no es fácil por la ausencia de ninguna indicación o señal que le informe de que ésta se encuentra en el piso menos tres, y si consigue que las masas dirigidas no le oculten por completo las pinturas, se encontrará con unas setenta piezas de valor muy irregular. Hay algunas realmente buenas y difíciles de ver en exposición porque pertenecen a colecciones particulares (la extraordinaria Koplowitz o a la admirable Hispanic Society de Nueva York). Casi todas las demás vienen del Museo Sorolla. Y se deduce que, estando el Museo Sorolla en obras de remodelación (¡tiemblo al pensar qué estarán haciendo con un lugar tan hermoso!) han traspasado sus fondos para evitar molestias.
Esta es, aunque no lo digan, una exposición Sorolla del Museo Sorolla, lo cual tampoco está mal ya que el museo no se puede visitar y Dios sabe cuándo estará listo. Hay, además, algunas piezas de la máxima calidad en su colección y aquí se exponen. El problema es que también han colgado de las paredes un totum revolutum que incluye lo bueno, lo mediocre y lo malo. Incluso lo rematadamente malo. Y esto pide una aclaración.
“Sorolla ha sido un pintor despreciado durante la dictadura de las vanguardias”
Sorolla ha sido un pintor despreciado durante la dictadura de las vanguardias. Sólo las personas sin prejuicios comisariales o pretensiones curatoriales han visto en él a un excepcional artesano tan despreciado como Fortuny, Zuloaga o Solana, por ejemplo, durante el señorío de los mandarines. Nunca fue un artista de grandes ideas o de inventiva e imaginación extremas, no era un inventor ni un experimentador, que también los hubo durante la represión contra los pintores figurativos, pero sí un artista con un admirable dominio cromático, un verdadero talento para la luz y un excelente dibujante.
Lo perverso es que, debido a la mala conciencia surgida por los ataques vanguardistas, ahora se le quiere hacer pasar por un modernista. Hoy mismo, en la radio, lo he oído presentado como “impresionista”. Esto es un disparate. Pero, espoleados por esa culpabilidad, suelen exponerse de Sorolla los bocetos, los apuntes, los esbozos para hacerlos pasar por obras terminadas. Pero no lo son. Esos apuntes (magníficos, por otra parte) hacen bien en exponerlos porque dan testimonio de las cualidades del pintor, pero no significan que Sorolla hubiera llegado a descomponer las escenas, las figuras o los paisajes a la manera de los vanguardistas, como le oí decir a una de las guías más vocingleras. Eran pequeñas piezas que el pintor ejecutaba a toda velocidad como recuerdos, propuestas o memorias, para transformarlos en obras reales más tarde.
Si tienen ustedes presente estas cauciones, la exposición merece la pena mientras el Museo Sorolla esté cerrado.