THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

La selección y la nostalgia del verano

«Por un lado, pensaba que si España caía sería volver a la vieja vieja normalidad, a un terreno conocido y seguro en el que España nunca gana y tampoco pasa nada»

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La selección y la nostalgia del verano

Stuart Franklin | EFE

Me acuerdo de estar en la casa de la hermana de mi abuela en Ejulve, Teruel, viendo un partido de la selección española. Pudo ser el del Mundial del 94, el del codazo de Tassotti a Luis Enrique. En casa de mi abuelos no había televisión, así que íbamos a la de su hermana a ver el fútbol. Me acuerdo de las persianas bajadas para que no entraran ni el calor ni las moscas; de los sofás de piel falsa –debía de haber algún tipo de sobrecubierta porque no recuerdo que nos quedáramos pegados al sofá–.

Yo era la única niña, aunque la hermana de mi abuela tenía una nieta y tres nietos. Pero solo dos veraneaban en Ejulve. Recuerdo que España cayó eliminada. Entonces España nunca pasaba de cuartos, era una especie de maldición que recogían también las letras pop: «Dan el Mundial en la tele del bar, /España vuelve a casa, / yo juego al futbolín contigo», cantaba Amaral. 

La wikipedia agrupa de 1994 a 2006 como «etapa sin logros destacables». Pero no es lo peor, está el periodo de decadencia (1968-1982), el lento resurgir (1982-1994). La época dorada, según wikipedia, es de 2006 a 2014, España ganó la Eurocopa de 2008 y la de 2012 y el Mundial de 2010. En la celebración que se organizó en Cibeles por la victoria de 2008 Amaral tocó ‘Kamikaze’, que abría su disco Gato negro dragón rojo. El programa, que emitía Cuatro, se llamaba Zona Cuatro: Podemos. Cuando ganó España en 2008 yo trabajaba en un bar. Mi jefe acudió al bar pensando que tal vez se llenara de gente sedienta con la bandera de España en la espalda y una persona sola no diera abasto. 

Ahora hay Eurocopa otra vez, España ha empezado más bien errática. Ganó ayer a Croacia en la prórroga. No vi el partido, pero la tele estaba encendida y escuché a los comentaristas. Entiendo la presencia de Camacho como la de ese tío un poco zaforas que te avergüenza cuando llegas a casa de tus abuelos pero en el fondo gracias a eso sabes que es Navidad. Mis hijos correteaban por la casa, desmontándola como estrellas de rock en una habitación de hotel (antes de la prórroga habían roto una pecera enorme llena de conchas de mar y habíamos salvado un jarrón in extremis; en la prórroga se rompió un vaso). Por un lado, pensaba que si España caía sería volver a la vieja vieja normalidad, a un terreno conocido y seguro en el que España nunca gana y tampoco pasa nada. 

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