De las cariátides al cine negro (con guasa)
«La nueva entrega del novelista Petros Márkaris es un friso contemporáneo donde coloca el turismo y la inversión extranjera en el centro de la acción»
Libro
Petros Márkaris. La revuelta de las cariátides. Tusquets, Barcelona, 2024. Traducción de Ervi Marina Samará Spiliotopulu. 320 páginas. 19 euros
Kostas Jaritos es la gran creación literaria de Petros Márkaris (Estambul, 1937). Un clásico contemporáneo. En esta nueva entrega, Jaritos ha sido ascendido, por méritos propios y sobrados, a la Jefatura de las Fuerzas de Seguridad del Ática. Una nueva responsabilidad que significa la coordinación de diversos departamentos policiales. Tendrá que dejar, sin dejarlo, a su antiguo equipo de homicidios y, por primera vez, una mujer será la encargada de Homicidios, Antigoni Ferlekis.
La gracia de Márkaris es cómo mostrar, en una obra de ficción, la vida cotidiana de un centro policial aderezada con el reino interior, la familia, de Jaritos. Algo poco habitual en lo que algunos podrían denominar la novela negra, o policial. Adrianí, su mujer, su hija, abogada, su yerno, médico, su nieto, Lambros, y su íntimo amigo Lambros que dirige un centro de acogida para gentes sin hogar, ni oficio, ni beneficio. Todo un mapa humano contado con una naturalidad, extremadamente ordinaria para los modelos de este género novelístico. He ahí, su mayor hallazgo.
La vida sigue, los conflictos, manifestaciones, asesinatos, tensiones, investigaciones, todo continúa su curso, pero, en medio, el lector se adentra al interior de una familia griega en estas primeras décadas del siglo. No es nada fácil combinar ambos mundos: criminalidad y sosiego, hábitos cotidianos, celebraciones, comidas, viajes con las investigaciones, a menudo soberanamente complicadas, un damero maldito, con el quehacer de cada día y las preocupaciones más elementales: economía familiar, asuntos laborales, devoción por el nieto.
Márkaris ha logrado convertir a Jaritos en alguien tan dotado para su trabajo policial como ejemplar marido, padre y, desde hace algunas entregas, abuelo. No falta, en ninguna de ellas, la crítica política, los abusos constantes de los poderosos, de manera especial de aquellos que controlan la economía, las ambiciones políticas y los desmantelamientos sociales. Un friso contemporáneo que ahora en La revuelta de las cariátides coloca al turismo y a la inversión extranjera en el centro de la acción.
Un grupo de acaudalados empresarios extranjeros pretenden reconstruir la vida de la antigua pólis griega en atracción turística. Una suerte de parque temático en el que el decorado son los restos de la grandeza helénica. Un espectáculo atractivo que generará puestos de trabajo y, suponen, ingresos cuantiosos. Al pobre Jaritos se le encarga la seguridad de estos empresarios. Y ahí comienza el lío. Porque la sociedad griega se divide.
«No hay pistas falsas, ni conejos sacados de la chistera, en Jaritos todo es tan natural, tan cercano, tan coherente como la vida que lleva»
Por parte del Gobierno todo serán facilidades para que su estancia sea lo más cómoda y seductora; la repercusión nacional ante la llegada de esta especie de Bienvenido, Mr. Marshall del turismo cultural es formidable, medios de comunicación, estancias oficiales lo celebran y lo difunden, sin embargo, un sector de la sociedad lo contempla como una agresión a un pasado y a unos restos de ese pasado, y entra en juego la llamada revuelta. Jóvenes ataviadas con el vestuario tradicional que se oponen radicalmente a que esta patochada económica se lleve a cabo.
Comienza a complicarse la cosa y aparece la primera cariátide asesinada. Y Jaritos, junto a sus colaboradores, tendrá que poner en marcha las investigaciones. Hasta aquí llegamos. El resto lo dejamos en manos del lector. Porque todo el engranaje de la investigación, uno de los puntos fuertes de Jaritos, a diferencia de otros colegas literarios, por ejemplo, el gran Montalbano de Camilleri, que se mueven, en más de una ocasión, por la intuición, Jaritos, no, en él se conjuga el sentido común y la capacidad deductiva del engranaje de los hechos, las sospechas y el paso a paso, como avanza la novela, y el lector con ella. No hay pistas falsas, ni conejos sacados de la chistera, en él todo es tan natural, tan cercano, tan coherente como la vida que lleva.
Márkaris muestra, una vez más, la realidad con unas formidables dosis de sentido común, vale insistir en ello, porque de esta manera rompe los estereotipos de la novela negra y provoca en el lector un interés y una inquietud propios del género pero complementados con el perfil, extremadamente natural, cotidiano, de alguien como cualquiera, sin relumbrón. Una cuestión más: la sencillez narrativa, el ritmo acompasado de ámbitos tan dispares, el uso de un lenguaje próximo, el dibujo de cada personaje, la pausada acción que, sin desmerecer los laberintos de la investigación, permite completar el puzle que la genialidad del autor traza a cada página. Márkaris demuestra que su pulso narrativo está en forma y que uno se queda con el deseo de que no acabe nunca.
Película
Hit Man. Asesino por casualidad
Dirección. Richard Linklater. Intérpretes. Glen Powell, Adrid Arjona, Retta, Austin Amello. Estados Unidos. 2023. 113 minutos
Si una palabra pudiera definir a esta nueva película de Linklater -aunque sea conocido aquello de Unamuno de que «definir es confundir», salvando la advertencia del escritor español- sería la de diversión. Las cerca de dos horas de Hit Man, lo que prometen y avisan es: diversión. Una diversión inteligente. Un juego envenenado que le lanza al espectador para que no pierda ni una de las escenas. Porque todas tienen su miga. Y qué miga. Una película se fundamenta en dos hechos esenciales: un buen guion y una singular mirada del director. Ambos, aquí, se suman y se multiplican. Si, además, las interpretaciones están llenas de un encanto, digamos maravillosamente, antiguo, de cine, no ya clásico, sino de siempre, inmaculado, la ecuación resulta perfecta.
«Otro de los alicientes de esta diversión inteligente es el ritmo de la acción, de los equívocos, de las falsedades»
La historia del gris profesor de Filosofía en un instituto de enseñanza media, transmutado en sicario, que no lo es, sino colaborador de la policía, ya empieza bien. Si ese vaivén de máscaras -ya señaló Malraux que «la máscara no engaña, subraya»- es un continuo ajetreo de engaños, falsas identidades y demás fanfarria argumental, cómo no va a estar servida en bandeja de plata la diversión. Sí, pero con un añadido, una vuelta de tuerca que introduce al espectador en una, profunda o no, allá cada cual, reflexión sobre las verdaderas identidades, asunto hoy muy debatido.
A vueltas con el cine noir, a vueltas con la historia de amor, porque, de repente aparece una mujer, una suerte de femme fatale, a la manera de las conocidas en clásicos menores del género como Detour (1945) o El demonio de las armas, que rompe la trama hasta ir tejiendo al cine negro con una historia romántica y todo envuelto en el delicado celofán de la comedia salvaje y vertiginosa. Porque otro de los alicientes de esta soberana diversión inteligente (es compatible), es el ritmo de la acción, de las reacciones, de los equívocos, de las falsedades y uno más: el arranque tan deslumbrante que pedía gritos un final excelente. Por cierto, lo tiene. Véanla porque junto a la diversión surgirán algunas preguntas que cada uno deberá resolver delante, por ejemplo, de una copa (o no) con los amigos. No hay mayor aliciente que comentar la película después de haberla visto y ésta lo tiene en proporciones extraordinarias.
Taberna
Alimentación González. C/ Huertas, 19. Barrio de las Letras
Hay una mesa en, porque no llamarla taberna, Alimentación González, que también es tienda, que se asoma a la calle de León, aunque su denominación fue «del León», porque allá por la segunda mitad del siglo XIX se instaló, podía ser, un feriante húngaro, que exhibía, previo pago, un león, y desde el ventanal se contempla el ir y venir callejero en pleno Barrio de las Letras y se dibuja a la derecha, la que fue casa de Cervantes, hoy un edificio que salvo la placa nadie reconocería como tal. Barrio de las Letras, el Ateneo, el Teatro Español, el Teatro de la Comedia, allí donde estaban los Corrales de Comedias del Siglo de Oro, el Monumental, la Plaza de Santa Ana.
Y qué tomar, pues, elemental, por ejemplo, La Europea (una variopinta tabla de quesos), los exquisitos platos de ahumados, la variedad gozosa de Tostas (la de hígado de bacalao), las conservas como las queridas sardinas en aceite o la cecina de buey. Y a vivir que con el jaleo ambiente se agradece hasta el infinito, si es que existe. Que esa es otra.