THE OBJECTIVE
Gregorio Luri

Mirando hacia la Transición sin ira

«El apretón de manos del Siglo XXI fue posible porque no existían cordones sanitarios»

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Mirando hacia la Transición sin ira

1977. El conservador Club Siglo XXI tenía programada una conferencia de Miquel Roca en octubre y otra de Carrillo en noviembre, pero este último recibió una invitación de la universidad de Yale y, de común acuerdo, se cambiaron el turno. Por eso, el 27 de octubre este club recibió con enorme expectación al Secretario General del PCE, que, además iba a ser presentado por Manuel Fraga. Es difícil imaginarse hoy el seísmo que provocó aquel acto. Gonzalo Fernández de la Mora, Juan García-Carrés, Torcuato Luca de Tena, Lucas María de Oriol, José María Velo de Antelo o Pablo Garnica se dieron de baja del Club, para dejar claro que aquel acto no les hacía olvidar Paracuellos. Puedo asegurar que en el PCE no fueron pocos los que vivieron el apretón de manos de Carrillo y Fraga como una afrenta a la memoria de Grimau, Montejurra o Vitoria.

Entre los asistentes al acto se encontraban la presidenta del PCE, Pasionaria, y el embajador de la Unión Soviética, país que estaba dedicando mucho dinero a apartar a Carrillo del timón del PCE y acabó produciendo una irreparable vía de agua en este partido. Aún viven personas que podrían ilustrarnos ampliamente sobre este asunto.

Fraga calificó el encargo de presentar a Carrillo de “honroso, aunque difícil”. “No necesito poner a Dios por testigo de que la distancia política e ideológica entre el Partido Comunista y Alianza Popular es muy grande, ni necesito recordar, por obvia, en qué consiste”, dijo. Se refirió después a la agresividad de los últimos tiempos —“Carrillo y yo nos hemos dicho de todo en la campaña”— y terminó calificando al conferenciante como “un español con las virtudes y los defectos de la raza bastante bien plantados”. “Estamos ante un comunista de pura cepa, y si él me lo permite, de mucho cuidado; por eso interesa oírle”.

Carrillo inició así su intervención: “En efecto, están ustedes ante un comunista de pura cepa […]. Reconozco lo que tiene de elogio en boca de mi ilustre presentador el añadido de que soy de mucho cuidado; pero, con su permiso, creo sinceramente que exagera […]. Somos conscientes de que el 15 de junio el país no votó por la transformación socialista de la sociedad, sino simplemente por el cambio democrático y respetamos fielmente el fallo popular”. Se despidió así: “No tengo la pretensión de lograr el asentimiento de los miembros del Club Siglo XXI a nuestras ideas. Pero me basta, señores, la prueba de civismo que han dado ustedes esta noche escuchando con respeto a un hombre que está quizá en las antípodas ideológicas de la mayoría de los presentes. Me basta la actitud del señor Fraga, afrontando, seguramente, críticas por presentarme aquí esta noche”.

César Alonso de los Ríos, en la crónica que escribió para Triunfo (aún faltaban unos años para que se pasara al ABC), decía que el acto había confirmado la definición que Brezinski, consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter, había dado recientemente del PCE: “un partido comunista no sólo desestalinizado, sino el más desestalinizado de los eurocomunistas […]. El tono de Santiago Carrillo fue el de un estadista. Pienso que ese tono, con las connotaciones de responsabilidad que conlleva, fue lo que más impactó al auditorio del siglo XXI”.

Con posterioridad a la conferencia, Carrillo declaró: “Nunca he planteado ninguna incompatibilidad con quienes fueron ministros y colabores del franquismo que luego apoyaron la Transición”. Por su parte, Fraga, reconoció que había presentado a Carrillo “sabiendo el bien objetivo que le hacía a la democracia y los riesgos que podía correr mi imagen política.

Un mes después, Carrillo llegó a Yale y se encontró con una huelga de los trabajadores de la universidad, que le pidieron que se solidarizase con ellos. Hasta el mismo secretario del PC de los Estados Unidos se sumó a la petición. Carrillo les dijo que tenían su solidaridad, pero que no renunciaba a dar su conferencia. En el campus lo recibió un piquete formado por sindicalistas y miembros de la Brigada Lincoln que llevaban pancartas en las que lo trataban de “scab” (esquirol).

Posiblemente tanto Fraga como Carrillo, al aceptar la invitación del Siglo XXI, sabían que no serían los Cánovas y Sagasta de la transición. Suárez y González se habían interpuesto en sus caminos. Pero Carrillo era consciente de que Fraga se había negado a hacer de Blas Piñar y estaba llevando hacia el centro (por cierto, “el centro” fue un invento de Fraga) a sectores que habían apoyado a la dictadura y Fraga sabía que Carrillo estaba empujando hacia la moderación a sectores del PCE que habían sido estalinistas.

No descarto que Fraga comenzase a mirar hacia el centro cuando descubrió a los curas obreros y Carrillo, cuando descubrió que esos curas estaban pidiendo el carnet del PCE.

El apretón de manos del Siglo XXI fue posible porque no existían cordones sanitarios. Vinieron después, dándole la razón al Fraga que exclamaba: “¡Qué difícil es reformar en un país tan dogmático e intransigente!” A él le retiraron el título de Hijo Adoptivo del Ferrol y de La Coruña y cuando murió, un grupo de barceloneses fue a celebrarlo a la fuente de Canaletas. A Carrillo lo expulsó del PCE Gerardo Iglesias con el beneplácito de Pasionaria en abril de 1985.

Entre las visitas que recibía Pasionaria asiduamente en aquellas fechas, se encontraba un antiguo y muy relevante capellán de la falange, el padre Llanos, convertido en cura rojo, que, sin embargo, estaba en la lista, firmada por el mismo Franco, de los “intocables” para la policía. Juntos entonaban el “Cantemos al amor de los amores”. De las manos del padre Llanos recibió Pasionaria la extremaunción que le permitió eliminar el cordón sanitario que la separaba del cielo, patria común de todos los seres alados.

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