Monedero Forever
El amigo Pablo puede quedarse con su mundo de frenos colegiados, penurias organizadas y sus medios ponzoñosos; JCM está hasta los cojones. El nunca debió meterse ahí. Él aspira, como el santo carmelita, a dejar todo cuidado / entre las azucenas olvidado. Él es un alma libre.
El amigo Pablo puede quedarse con su mundo de frenos colegiados, penurias organizadas y sus medios ponzoñosos; JCM está hasta los cojones. El nunca debió meterse ahí. Él aspira, como el santo carmelita, a dejar todo cuidado / entre las azucenas olvidado. Él es un alma libre.
Juan Carlos Monedero (JCM) se despide de la primera línea política con una carta personal a Pablo Iglesias, colgada en su blog personal, texto riquísimo, auténtico joyero, que pasamos a analizar a continuación:
- El título “Para mi amigo Pablo” ya anuncia el derrame de cursilerías por venir, más o menos como cuando los muros de contención de una represa comienzan a crujir y se ve a los empleados más veteranos y curtidos correr en todas direcciones.
- Ya en el primer párrafo JCM (el hombre del chaleco de acordeonista húngaro) menciona convicciones que él y su amigo Pablo compartieron “durante muchas noches, después de hacer La Tuerka, al salir de dar clase en nuestra Universidad, conversando con hermanos de aquí y de allá, compartiendo tranquilidad en medio de pinares.” No hay palomitas de maíz suficientes para sentarse a degustar, durante horas de gratísimo consuelo, frases como esa. El tono sospechosamente boy scout (“hermanos de aquí y allá”), la estampa de serenidad nocturna casi como de Fray Luís de León bajo el firmamento estrellado, la idea de que Iglesias & Monedero se dedicaran a buscar enclaves “en medio de pinares” (debemos entender que el sitio en sí no era un pinar, sino que estaba peculiarmente rodeado de pinares), lugares amenísimos en los que abrevar en los secretos hontanares de la amistad.
- El lector teme por un momento que JCM no entre a detallar, con el trémulo almibar de mil colegialas melancólicas, los recovecos de su fascinación por el amigo Pablo; pero por suerte tenemos el siguiente pasaje: «un tipo auténtico, con coleta, voz trenzada con el timbre de la gente de abajo y, sobre todo, con muchas ideas. Cuando Pablo me dijo: “¿nos lanzamos?”- le contesté: “contigo, Pablo, me lanzo”».
- Cuando la cosa ya empieza a tomar tintes de Brokeback Mountain, es entonces cuando JCM, en un sorpresivo plot-twist, saca la daga sarracena y toma por asalto no los cielos, sino al amigo Pablo, diciendo que ahora que ha dimitido podrá vivir «sin los frenos de los órganos colegiados; sin las penurias de las organizaciones (también, y eso me lo pierdo, sin sus grandezas); sin el dogal de las urgencias electorales. Sin la ponzoña de los medios ni sus enredos que envilecen». El amigo Pablo puede quedarse con su mundo de frenos colegiados, penurias organizadas, dogales electorales (sea lo que sea lo que eso signifique) y sus medios ponzoñosos; JCM está hasta los cojones. El nunca debió meterse ahí. ¿Cómo puede uno ser feliz rodeado de “frenos de órganos colegiados”? JCM aspira, como el santo carmelita, a dejar todo cuidado / entre las azucenas olvidado. Él es un alma libre.
- JCM ve un futuro en el que él y el amigo Pablo “van a recuperar sus cenas”, “van a reír como siempre”, “van a volver a ser los confidentes de ese otro mundo posible”. Hay aquí una extraña mescolanza de lágrimas de martes por la tarde y saliva de viernes por la noche. Hay algo mórbidamente pulsante, muy al fondo. Llamadme receloso, pero profesores hechos y derechos que pasean de la mano entre pinares nocturnos, riendo siempre, riendo de forma permanente, invariable, huyendo de dogales (qué coño son los dogales electorales) no es el tipo de gente a los que uno confiaría la educación de sus hijos.
- El crescendo concluye en un arrebato final, una lanzada de luz: “Y que ladren los que han perdido la capacidad de entender lo que significa la amistad. Seguimos creyendo, que sin amor no se puede hacer política” ¿Quién puede extrañarse de que este hombre facture sus asesorías con cifras de seis dígitos? ¿Quién no querría a su lado al Timonel del Amor?