Futurible
«El fascismo populista vestido de rojo va a ir triunfando en todos los lugares que carecen de defensas intelectuales»
No parece que en una fecha como la de hoy deba el espectador ponerse funesto. Casi todo el mundo debe de estar recogido en alguna casa con un puñado de familiares o parejas humanas elegidas, o incluso también (oh afortunados) en una soledad compartida con un viejo compañero tipo gato, perro, caballo, borrica o pez rojo. A todos, mi felicitación.
La próxima entrada de este espectador será ya en 2022 y por esta razón voy ya preparando la carta a los Reyes. Habrán observado que junto al imparable declive de la influencia económica, espiritual y política de occidente se va elevando la de oriente. Cada vez más países parecen elegir el modelo de Rusia y China, que viene a ser como el despotismo ilustrado del siglo XVIII, pero puesto al día y con una densa red de redes electrónicas o inmateriales. El resultado es el mismo, un estamento aristocrático compuesto por los dirigentes (el partido comunista ruso y chino, el chavista y sus satélites) que gobiernan y viven con esplendor y grandeza, un estamento plebeyo (los que trabajan para el Estado a la manera de los esclavos) y un último estamento miserable excluido de toda protección.
El modelo tiene éxito en países que siempre han vivido bajo el sometimiento, como Rusia y China, pero también en aquellos para los que la tradición humanista e ilustrada carece de todo interés, es decir, los países latinos cada día más apartados de la educación y de la información seria. El último ha sido Chile. Como decía un dirigente de Podemos, en esos países lo único que tiene relevancia son «tres comidas al día». En eso resumía el gran cerebro de la izquierda progresista la vida en los países latinos. Y, creo yo, con creciente razón. A menos de que ocurra un milagro, el fascismo populista vestido de rojo va a ir triunfando en todos los lugares que carecen de defensas intelectuales. Y la mejor prueba es que son votantes pequeñoburgueses los que dan el triunfo a los nuevos partidarios del despotismo populista, o del despotismo propiamente analfabeto. Ellos son quienes consideran que Shakespeare, Cervantes o la ópera son una burla para «el pueblo» y que el Museo del Prado encierra los restos del Antiguo Régimen. ¿A quién le importan? Desde luego, no a la izquierda analfabeta.
Por eso mi carta a los Reyes Magos sólo pide unos pocos y humildes regalos para la gente de buena fe: estudio, reflexión crítica, educación, formación, protección de la cultura y del patrimonio, regreso de la historia y la filosofía a los estudios infantiles y juveniles, en fin, todo eso que difícilmente podrán darnos incluso los magos de verdad. Pero por pedir, que no quede.