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Animalia

«La herencia de Disney son los prohibicionistas taurinos, hijos directos de Bambi. Sin saberlo, han puesto a los animales en el peldaño previo a su extinción»

Notas de un espectador

Estatua del Lamassu asirio conservado en el Oriental Institute Museum de la Universidad de Chicago. | Wikimediacommons.

  • Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es escritor, doctor en Filosofía y catedrático de estética. En junio de 2015 fue elegido miembro de la Real Academia Española.

Fue (una vez más) Malraux quien alertó mi curiosidad sobre la fascinación de los antiguos por la fuerza y la gracia de los animales. Pero no los completamente antiguos, porque en las cuevas paleolíticas no hay enfrentamientos con grandes bestias prehistóricas, sólo persecuciones, carreras y (por decirlo de algún modo) retratos sin idealización: había demasiado respeto y una profunda sumisión a la presa. Fue más tarde, en Babilonia, con los Caldeos, en Egipto, y sobre todo en la Edad Media, cuando proliferaron las imágenes embellecidas de fieras en lucha, en reposo o en ataque. Bronces escitas con tigres, toros babilonios, cocodrilos egipcios hasta llegar al águila y la serpiente aztecas, los antiguos estaban muy interesados por los poderosos, aunque desconocidos animales.

Malraux lo ve como un asunto de estilo, de diferencias formales evidentes que delatan el espíritu de cada cultura. No obstante, lo que a mí me inquieta es la escena en sí. ¿Por qué, justo cuando los humanos acceden a cierto bienestar agrario, cuando han abandonado la caza y la dependencia de sus presas, cuando han construido las primeras ciudades, les impresiona tanto la diversidad zoológica? Pues será quizás por eso, porque la han superado.  El táurido alado de Babilonia, como la esfinge egipcia, aun es un pariente del humano, una bestia terrible de enormes alas y cabeza humana que unifica la fuerza, la ligereza aérea y la inteligencia.

La proximidad de nuestra especie al estado de naturaleza aún pesaba sobre nosotros, la distancia no era infinita. Así también, de la leona que ennoblece a la esfinge egipcia sobresale una cabecita que ya se arranca al mundo animal como si quisiera hablar. En cambio, las imágenes de animales se generalizan en el medievo y se les da una nobleza artística hasta entonces desconocida en pintura y en escultura. Ahora ya no produce vergüenza compararse con los hermanos zoológicos, son animales, como nosotros, pero infinitamente lejanos y ahora salvados por nuestro arte.

«Los animales ya no son símbolos que el arte debe interpretar y dar sentido, sino mercancías que se exponen en el escaparate»

Frente a la nobleza que les concedió el pasado, la actitud actual es la de una derrota aberrante al valor sólo sentimental del reino zoológico. Los animales han perdido toda dignidad. Este contraste con los antiguos me parece a mí muy definitorio de nuestra vanidad. Los animales están ahora sólo para decorar nuestra admirable existencia y darle un toque elegante y cariñoso, sea en forma de mascotas domésticos o bajo la excusa del estudio biológico como personajes de las «maravillas de la naturaleza». Los animales ya no son símbolos que el arte debe interpretar y dar sentido, sino mercancías que se exponen en el escaparate. La infame labor de Walt Disney es la más exacta figuración de lo que para los modernos representan los animales. Su herencia inmediata son los prohibicionistas taurinos, hijos directos de Bambi. Sin saberlo, estas almas de cántaro han puesto a los animales en el peldaño previo a su extinción. O lo que es igual, su desaparición les parece más progresista que su existencia en este mundo

Para ellos los animales pertenecen al orden de las sandalias de verano, los aceites antisolares o los calcetines multicolores, elementos decorativos, números de colección, ejemplo de nuestros elevados sentimientos. Su desaparición significaría, tan sólo, un desarrollo lógico del capitalismo y su constante transformación de las mercancías para mantener su precio. Un punto, por cierto, con el que ignoran que están de acuerdo.

4 comentarios
  1. Inazio

    No lo pillo. Como siempre, todo es magnífico en el artículo de don Félix, pero, desgraciadamente para mí, como casi siempre desde hace ya un buen rato, hay un momento de la verdad en que saltan al ruedo los demonios familiares del autor y zas, se arma la marimorena. Los antitaurinos en este caso, como subconjunto del conjunto de la izquierda. ¿Qué brebaje o combinado habrán bebido los dos o tres ilustres intelectuales que claman constante y arbitrariamente contra los progresistas? ¡Éste es el mayor daño que los indecentes nacionalistas nos han hecho! Sin duda. Pero, coño, entregarse a los paletos nacionalistas del otro signo parece a todas luces un poco siniestro…

  2. Israel-Israeli

    Muy suavecito para el temita de los animalitos… Siempre encontré profundamente incoherente el “amar a los animales“ y tener un perro metido en un piso …

  3. Estebanco

    Si la relación del hombre con el resto de los animales (sobre todo los más cercanos a nosotros) se establece con la anteojera del arte, mal vamos. Si se sacan de la ecuación el sufrimiento y la compasión estamos comparando al resto de seres vivos con objetos inanimados. Y eso no dice mucho a nuestro favor.

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