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Félix de Azúa

Naciones

«Putin trata de mantener su dictadura imitando el imperio de terror estalinista. Donde hay nacionalismo radical, la guerra revolotea como un murciélago ciego»

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Naciones

Erich Gordon

Cuando se dice (y lo hemos oído muchas veces) que el nacionalismo equivale a la guerra podemos creer que se trata de una frase hecha y que no responde a ninguna verdad empírica, pero no: es perfectamente real.

Hubo un tiempo en el que todos descubrimos que había unas posibles naciones llamadas Montenegro, Eslovenia o Herzegovina. Fue durante las matanzas de los Balcanes. La guerra duró unos diez años, de 1990 a 2000, y concluyó con la aparición de nuevas naciones que siempre habían existido, como Croacia o Bosnia, y veinte años más tarde continúan en un estado de inquieta inestabilidad. No es de extrañar. Se calcula que la guerra costó la vida a unas 200.000 víctimas, con episodios sumamente criminales por parte de las milicias serbias.

Ahora les ha tocado el turno a las zonas más al este de Europa. Desde la invasión rusa de Ucrania andamos buscando viejas naciones o territorios sepultados y olvidados como Galitzia, Rutenia o Bukovina para tratar de entender qué ha pasado en ese hervidero de nacionalismos. Es muy recomendable acudir al magnífico Entre Este y Oeste de la gran periodista Anne Applebaum (Debate) en donde cuenta su viaje por aquella zona en los años noventa del siglo pasado. Es un modo muy provechoso de enterarse de lo que ha sucedido en una parte de Europa que, como los Balcanes, había desaparecido bajo el manto de hierro de la Unión Soviética y el de la Yugoslavia de Tito. Porque tanto el conflicto balcánico como el actual ucraniano son el resultado del hundimiento del imperio comunista.

Applebaum comienza por el inicio mismo, el que desató la barbarie rusa en Kaliningrado (Königsberg) hasta dejarla como la palma de la mano. Era esta una ciudad portuaria del Báltico que pasó por todas las dictaduras alemanas y soviéticas, después de haber sido el hogar de Emmanuel Kant. El arrasamiento era aún visible en los años del viaje de Applebaum. Y es que para entender por qué Rusia ha invadido Ucrania es preciso remontarse a las matanzas y guerras que tuvieron lugar entre Alemania, Rusia, Polonia y Lituania durante varios siglos y las carnicerías que causaron en naciones como Bielorrusia o la misma Ucrania. Los muertos, esta vez, no fueron cientos de miles: se cuentan por millones, especialmente en Ucrania, donde Stalin mató por hambre a su población.

«El final del imperio soviético ha traído decenas de guerras y matanzas entre las naciones sometidas»

En esta inmensa zona, el imperio soviético logró aplastar todos los focos de nacionalismo hasta que los mismos habitantes de aquellos lugares olvidaron por completo su pasado y su lengua. Sólo de ese modo se entiende que escritores ucranianos como Chejov, Gogol, Joseph Roth, Conrad o Vasili Grossman escribieran en ruso, en inglés o en alemán, y figuren hoy entre lo más admirado de la literatura rusa. El aplastamiento soviético no trajo ninguna riqueza o beneficio a la zona, todo lo contrario: las admirables páginas en las que Applebaum describe, cuarenta años más tarde, el estado de lugares que habían sido capitales barrocas o ciudades del imperio austro húngaro, como Minsk o Lviv (Leópolis, Lemberg, Lwów) y que cambiaron de manos tantas veces como para volar los sesos de la población, es desolador.

Del mismo modo que las invasiones napoleónicas produjeron la primera unificación de Europa, pero al precio de que, en cuanto se aflojó el puño de hierro, saltaran por los aires diez naciones en guerra que acabarían por producir un nuevo imperio, el del Tercer Reich, así también el final del imperio soviético ha traído decenas de guerras y matanzas entre las naciones sometidas.

La invasión rusa de Ucrania adquiere, a la luz del viaje de Applebaum, una lógica evidente dentro de su locura. Putin está tratando de mantener su dictadura mediante una imitación del imperio del terror estalinista, el viejo dictador a quien, por cierto, acaba de resucitar. Ya nos lo habían dicho, pero sólo una vez se conoce el recorrido histórico de Lituania, Polonia, Rusia, Bielorrusia y Ucrania se comprende, por un lado, la estrategia de Putin, y por otro, la reacción de Ucrania dispuesta a morir antes que volver a las garras de Rusia. Allí donde hay nacionalismo radical, la guerra está cerca revoloteando como un murciélago ciego.

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