El casco torcido de Allende
Esta imagen me hace pensar en el momento en el que alguien que sabe que ya no tiene manera de escapar decide que en lugar de intentar negociar una salida, ése será su último día
Esta imagen me hace pensar en el momento en el que alguien que sabe que ya no tiene manera de escapar decide que en lugar de intentar negociar una salida, ése será su último día
La famosísima foto de Salvador Allende saliendo de la Casa de la Moneda con un fusil en la mano, un casco torcido y ropa de ir a la biblioteca, forma ya parte de del Patrimonio Visual de la Humanidad. Ese señor con cara de profesor aburrido, que no llegaría a sobrevivir al día siguiente de la foto, al igual que los que le acompañan, excepto quizás el carabinero del fondo, ha sido y es una imagen inspiradora para ya dos o tres generaciones. Un sencillo análisis de la imagen nos muestra la urgencia del momento, la improvisación. Tres personas miran hacia el cielo, quizás por la presencia de aviones y francotiradores de Pinochet alrededor del edificio. Los cuatro de primer término van de civil. Es más, de traje. No parece que esa mañana se hubieran preparado para morir. Esta imagen me hace pensar en el momento en el que alguien que sabe que ya no tiene manera de escapar decide que en lugar de intentar negociar una salida, ése será su último día.
Puede que la estabilidad política de Pinochet haya dejado los cimientos de la actual floreciente economía chilena, pero la imagen de Allende dispuesto a morir matando le ha dejado a Chile un patrimonio legendario que compensa la pavorosa imagen del despiadado Pinochet. Una imagen cuyo legado no se puede comprar con una buena balanza comercial. Hay cosas que se compran sólo con la vida de un hombre.