Derecho a manifestarse
En mi juventud, al ir a una manifestación, había que llevar calzado deportivo, para salir echando viruta si cargaban los grises
En mi juventud, al ir a una manifestación, había que llevar calzado deportivo, para salir echando viruta si cargaban los grises
Hay ideas que, de puro sencillas, tardan en aparecer. ¿Para qué prohibir manifestaciones, por ejemplo ante el Congreso, dando una imagen tan reaccionaria? ¿No es preferible autorizarlas, como si uno fuera tolerante y demócrata, pero con una pequeña condición: que los manifestantes transporten las diez cabezas de un demonio antropófago como si fueran un sombrero mexicano? ¡Qué pena que no se les haya ocurrido antes a Rajoy o a Rubalcaba! En mi juventud, al ir a una manifestación, había que llevar calzado deportivo, para salir echando viruta si cargaban los grises. Era cómodo y discreto, y en casa podías decir que ibas a la biblioteca y nunca se enteraban de que en realidad pretendías montar barricadas y derrocar al Gobierno. ¿A dónde crees que vas con ese demonio antropófago de diez cabezas encima?, preguntaría en cambio cualquier padre sensato: ¡así no sales de casa! Y luego está la siempre disputada cuestión del número de manifestantes, que el demonio antropófago empantana a conveniencia. Según la foto, hacen falta dos ayudantes o costaleros para sujetar la máscara diabólica, así que las autoridades pueden dividir por tres, alegando que los otros dos no se manifestaban, sólo eran porteadores. Si viene la policía, con tu demonio de diez cabezas a cuestas, estás un poco vendido, me da la impresión, porque no parece fácil echar a correr con eso en la cabeza y los dos costaleros al lado, y es imposible pasar inadvertido. El único problema es que la conexión entre el acoso sexual y un demonio antropófago de diez cabezas, aunque no dudo que en la India salte a la vista, en nuestro país es entre misteriosa y estrambótica. Para todo hay solución: que sea obligatorio manifestarse con un sombrero de frutas a lo Carmen Miranda. O con un paso procesional, que es más nuestro.