No más falsas primaveras
Las actuaciones occidentales han provocado, fomentado y extendido la capacidad destructora de las organizaciones terroristas islámicas
Las actuaciones occidentales han provocado, fomentado y extendido la capacidad destructora de las organizaciones terroristas islámicas
Que el radicalismo islámico se ha convertido en el mayor riesgo para la Paz, desde la desaparición del bloque soviético, parece algo evidente. Las acciones de piratería y los atentados terroristas de los grupos armados de esta ideología se repiten, una y otra vez en todas las zonas del globo, provocando miles de muertos, heridos y desplazados, bajo la presión de un miedo atroz. Los asesinos desprecian a todas las víctimas, incluso las propias, pero se ceban especialmente en los cristianos de su misma raza y nacionalidad. Su objetivo no lo ocultan: imponer por el temor o la fuerza la ley coránica, de forma progresiva, en todo el universo, aniquilando a los infieles.
La reacción de las grandes potencias ha sido la adopción de llamativas y a veces espectaculares medidas de seguridad, más lesivas para la economía y comodidad del ciudadano que realmente efectivas, como demuestran los escasos resultados. Sin embargo, se echa de menos el desarrollo de auténticas y realistas políticas antiradicales, a corto y medio plazo.
Es más, me atrevo a decir, observando los acontecimientos de los últimos años, que las actuaciones occidentales han provocado, fomentado y extendido la capacidad destructora de las organizaciones terroristas islámicas.
El panorama actual, sin necesidad de entrar en detalles, es una prueba fehaciente de ello. Sumamos ya demasiadas víctimas como consecuencia de intervenciones ¿equivocadas? con el pretexto de razones justicieras, democráticas o humanitarias. Al menos no tengamos la desfachatez de denominar este sangriento proceso como “primavera árabe”.