Bendito aburrimiento
Más de una y más de dos veces me ha aburrido soberanamente ese rondo gigante que practican los nuestros cuando el rival se cierra en torno a su portería
Más de una y más de dos veces me ha aburrido soberanamente ese rondo gigante que practican los nuestros cuando el rival se cierra en torno a su portería
Como se esperaba, España defenderá en Brasil su título de campeona del mundo. No hubo sorpresas y salvo los empates con Francia en el Vicente Calderón y ante Finlandia en el Molinón, los de Del Bosque hicieron honor a su condición de favoritos en esta fase de clasificación en la que, como se esperaba, tan solo los franceses presentaron una mínima batalla por el primer puesto. El resto meros comparsas. Georgia, Bielorusia y compañía tan solo han servido para poner a prueba la capacidad que tienen los nuestros, para romper los entramados defensivos que, cada vez con más asiduidad, plantean los equipos rivales.
Visto el resultado final y con España clasificada sin conocer la derrota, poner algún pero al juego del equipo además de impopular puede resultar hasta temerario. A pesar de ello y aún a costa de que salten sobre mí los puristas del fútbol, tengo que decir que más de una y más de dos veces me ha aburrido soberanamente ese rondo gigante que practican los nuestros cuando el rival se cierra en torno a su portería. Aunque el fin, y sobre todo en el deporte profesional, justifica los medios y lo que vale es que la victoria acabe cayendo del lado de los tuyos, como espectadores somos muchos, creo que cada vez más, los que preferimos un fútbol más directo. Arriesgado decir esto cuando, con el estilo imperante, hemos sido dos veces campeones de Europa y una del Mundo. Bendito sea el aburrimiento dirán algunos si al final la victoria acaba cayendo de nuestro lado. No les falta razón. El problema es que los que ahora dicen que todo vale y que hay que excomulgar a todo aquel que ose meterse con el seleccionador y los jugadores, serán los mismos que pedirán que rueden cabezas si en la próxima cita mundialista las cosas no salen como sería de desear. Y es que ser padres en la victoria y huérfanos en la derrota es algo intrínsecamente ligado al carácter de este nuestro país.