El segundo de Alexis Sánchez
Con su gran gol, el abnegado fajador chileno Alexis Sánchez por fin se sacudió la fama de negado frente al arco
Con su gran gol, el abnegado fajador chileno Alexis Sánchez por fin se sacudió la fama de negado frente al arco
El fútbol no se parece a la vida. Tal vez por eso nos atrapa tanto, nos hace vibrar y sufrir y gozar y sentir por un momento que la vida no es gris y las penas no duran. En el fútbol la redención siempre es posible, y la genialidad de un segundo puede borrar todos los sinsabores.
Todavía reverberan los ecos del clásico Barça-Madrid del sábado. Los madridistas aseguran que hubo dos penaltis no pitados. Los barcelonistas se congratulan de que el equipo no dependa solo de la inspiración de Messi.
Pero en lo que todos están de acuerdo es en que con su gran gol cuando el equipo más lo necesitaba, el abnegado fajador chileno Alexis Sánchez por fin se sacudió la fama de negado frente al arco, de trabajador falto de chispa, de perdedor en un equipo de ganadores.
Los millones que pagaron por él (buenas mañas para la negociación de su manager, pero una losa para un muchacho tímido y humilde del norte árido de su país) despertaron expectativas no materializadas que en su primera temporada. El programa humorístico ‘Cracovia’, de la televisión pública catalana, se burló cruelmente de él. Su sequía goleadora se convirtió en chiste. Le pasó lo peor que le puede pasar a un profesional con alta autoexigencia: no lo atacaban, no era cólera lo que provocaba, sino desprecio.
Y esta temporada, Alexis demostró su valía, mucho antes del gol precioso al Real Madrid. No perdió su autoconfianza, y se ganó la del entrenador. Cuando todos decían que era una patata, él se definió como un «jugadorazo». Estaba listo para el milagro, y el milagro se produjo en el momento ideal: ante su afición, ante el rival por antonomasia, en el momento en que el Madrid atacaba y los astros del Barça no salían del atolladero.
Con seguridad y sangre fría, sorteó a dos defensas y elevó el balón por sobre la cabeza del portero Diego López. Suavemente, delicadamente entró el gran gol del chico que supo esperar y nunca perdió la fe.