Para enMarcar
Lloró su gente, parte de los espectadores y medio mundo del motor ante la gesta y él, con su sempiterna sonrisa, rehusó la palabra «prodigio» y votó por «esfuerzo» y «trabajo»
Lloró su gente, parte de los espectadores y medio mundo del motor ante la gesta y él, con su sempiterna sonrisa, rehusó la palabra «prodigio» y votó por «esfuerzo» y «trabajo»
Sólo tiene 20 años y está más curtido que un veterano de guerra. Audaz, con arrojo, intrépido, sin conocer el miedo, valiente como pocos y positivo como nadie, Marc Márquez hizo historia ayer en Cheste al proclamarse el campeón del mundo más joven de la historia en MotoGP. Lloró su gente, parte de los espectadores y medio mundo del motor ante la gesta y él, con su sempiterna sonrisa, rehusó la palabra «prodigio» y votó por «esfuerzo» y «trabajo». Poco me parece en su caso. Yo añadiría, en primer lugar, el talento innato de este joven crack. Y después, su descaro, ese atrevimiento marca de Marc que le empuja a hacer aquello para lo que casi nadie tiene arrestos, lo que parece una locura y lo que, al final, le ha consolidado en una cima que merece como nadie. Su corta pero intensa y exitosa carrera es para enmarcar. Su nombre en catalán es exactamente eso, el marco ideal de un trabajo regular, con pocos errores y mucha clase. Es un piloto que llama la atención, que no deja indiferente y que apuntó maneras cuando aún no se afeitaba. Ayer en Cervera, donde nació y donde le han visto crecer y multiplicarse en éxitos, enloquecieron. Con ellos compartió su sueño hecho realidad y también con Gerard Piqué, su gran amigo, al que Marc ha acompañado en todas las finales que ha jugado el Barça por Europa y al que ayer abrazó como tantos días. Habrá rúa en su pueblo, celebraciones privadas y el reconocimiento universal a una trayectoria casi impecable y marcada por la genialidad.