El secreto de las cosas

¿Puede convivir el oficio del periodista con el hermetismo de una investigación policial como la del caso de Asunta Basterra?

El periodismo es el oficio de contar lo que otros se empeñan en ocultar. El oficio de los que pueden ser los oídos de todos aquellos que están interesados en un hecho y que por determinadas circunstancias se encuentra lejos de ese acontecimiento. Si asumimos lo anterior hagámonos una pregunta: ¿puede convivir el oficio del periodista con el hermetismo de una investigación policial como la del caso de Asunta Basterra? Sólo tengo una respuesta, y es sí, sin matices y sin dudar. 

Es un sí dirigido a todos los que sin el mínimo rubor han atacado, vilipendiado y masticado a otros compañeros de profesión sin conocerlos, sin preguntarles, sin tener ni repajolera idea de en qué consiste esto de ser plumillas.

¿Y por qué todo lo anterior? Por lo de siempre, pero revisado y aumentado. A finales de septiembre Santiago de Compostela se estremecía con el hallazgo del cadáver de una niña de 13 años abandonado en una pista forestal. La honda preocupación, el dolor y la curiosidad se instaló rápidamente en la colectividad y los periodistas intentamos hacer lo que sabemos hacer: averiguar, contrastar, valorar y contar. Y es aquí cuando llega el momento de relatar, dos meses después, por qué sí podemos dar información veraz de un caso sin estropearlo lo más mínimo. Lo importante, al menos en el género en el que yo me muevo y que comparto con lo mejor de lo mejor del oficio, no es contar algo. Lo realmente importante es saberlo, callarlo cuando toca callarlo, y olvidarlo si es necesario.

Nada más ser encontrado el cuerpo de Asunta Basterra recuerdo conversaciones con fuentes y con compañeros que indicaban que había que estar muy atentos al funeral de la niña. Algo iba a pasar. Hasta aquí normal ya que los años y los casos te hacen aprender determinadas “rutinas” policiales. Se vigila a los sospechosos, se está en los entierros y por humanidad se practican detenciones ya con el sepelio terminado. ¿Alguien adelantó que eso iba a pasar? No.

Y llegaron las detenciones, la de Rosario Porto primero y la de Alfonso Basterra después. Y con los padres en prisión los datos siguieron llegando. A punto de levantarse el secreto de las actuaciones a día de hoy sigue siendo un misterio qué motivó la muerte de Asunta, cuál fue el móvil. Sigue sin ser importante a afectos policiales, pero sí aclaratorio. La Guardia Civil tiene una estructura de los hechos en la que un desengaño amoroso habría jugado un papel crucial en la mente de la madre de Asunta. Así, a bote pronto, me vienen a la cabeza cuatro o cinco compañeros periodistas que ya manejaban éste dato a los pocos días de las detenciones de Rosario y Alfonso. ¿Escuchó algo entonces? No.

Y no fue así por el mismo ejercicio de responsabilidad que a muchos nos ha impedido hablar públicamente de la contaminación de una prueba biológica en el caso que puede haber sido de crucial importancia. Sí, les hablo ahora del semen encontrado en el cuerpo de la víctima y que rodeaba el caso de un aura diametralmente distinta a la actual. Del semen contaminado, de que algo muy gordo había pasado me hablaron a mi al menos 3 fuentes distintas y a otros compañeros también… nadie dijo nada hasta que no era el momento de explicarlo a fondo. No se contó.

Y son sólo un par de episodios (de hecho escribo estas líneas pensando en algo que hoy mismo he sabido y que no se ni cuando ni si ni siquiera podré contarlo… y le aseguro que es muy interesante). Datos con los que abofetear a esos que critican el trabajo de tantos con tanto descaro, con el descaro que otorga no haber dado una sola noticia en su vida profesional y aún así adquirir un derecho déspota de atacar, de escupir al buen trabajo que tanto cuesta sacar adelante. 

Conclusión: el trabajo de investigación periodística puede convivir con investigaciones secretas, lo ha hecho, lo hace a diario y lo hará mientras haya periodistas que sean la frontera entre lo que se puede contar ahora, mañana o nunca.