Privacidad
Queremos que sepan cómo somos cuando hacemos cosas que, tradicionalmente, no queríamos que los demás vieran. ¿Lo hacemos porque la tecnología lo permite o porque ha cambiado nuestra mentalidad?
Queremos que sepan cómo somos cuando hacemos cosas que, tradicionalmente, no queríamos que los demás vieran. ¿Lo hacemos porque la tecnología lo permite o porque ha cambiado nuestra mentalidad?
La idea de privacidad, tal como la entendíamos hasta hace muy poco, tenía algo más de un siglo. Fue en 1890 cuando, en el artículo “El derecho a la privacidad”, los abogados Warren y Brandeis afirmaron que, frente al auge del fotoperiodismo y de los periódicos amarillistas, la gente tenía derecho a que “la dejaran en paz”. Por supuesto, la preocupación por la privacidad es mucho más vieja: existe por lo menos desde que los seres humanos nos vestimos, y fue aumentando con el paso del tiempo, como vemos en las casas, que cada vez han tendido a separar más las funciones de cada habitación y a disponer de baños privados para que los que viven en ellas tengan más intimidad entre ellos y con respecto a los de fuera.
Pero quizá ahora esa preocupación esté cambiando de nuevo. Aún queremos controlar cuándo pueden contar los medios algún aspecto de nuestra vida o publicar una foto en la que aparecemos, y nuestras casas siguen siendo pequeños búnkeres, pero parece que le hemos tomado un gusto adictivo a mostrar nuestra privacidad más mamífera -lo que comemos, cómo nos encontramos, qué hacen nuestros hijos, si anoche ligamos- a nuestros amigos e incluso a quienes no lo son. Pareciera que ya no nos contentamos con que los demás se hagan una idea de quiénes somos por cómo vestimos, o en qué trabajamos o cómo hablamos: queremos que sepan cómo somos cuando hacemos cosas que, tradicionalmente, no queríamos que los demás vieran, o al menos no siempre. ¿Lo hacemos porque la tecnología lo permite o porque ha cambiado nuestra mentalidad?
Eso ya no importa ahora y es un círculo vicioso. Quizá nunca como ahora hemos exigido reiteradamente el respeto a nuestra privacidad y, al mismo tiempo, la hemos mostrado con menos prudencia.