Mandela “rara avis”

El funeral de Nelson Mandela nos ha permitido saber que en el mundo hay dos tipos de dirigentes: los que llevan su propio paraguas y los que necesitan de un acólito que se lo sujete.

El funeral de Nelson Mandela nos ha permitido saber que en el mundo hay dos tipos de dirigentes: los que llevan su propio paraguas y los que necesitan de un acólito que se lo sujete. Parece una tontería, pero eso dice mucho tanto de la consideración que tienen hacia los demás como de su inteligencia: es más probable no mojarse cuando tienes el control del paraguas. 

Lo anterior lo comento porque el adiós a Mandela se ha dado bajo un manto de agua constante. Una lluvia que, en la tradición sudafricana, es una señal de que a quien nos ha dejado se le están abriendo las puertas del cielo. En el caso de Madiba, eso ya lo sabíamos y así sería aunque hubiera lucido un sol radiante. Si a las personas les define aquello que son capaces de lograr, Mandela es un ser extraordinario. Lo ha sido por lo conseguido en vida, pero también por lo logrado con motivo su muerte. Nunca nadie fue capaz de reunir un quorum tan extraordinario de personalidades, un peregrinar de tantos poderosos que querían estar en su despedida y, junto a ellos, la expresión del pueblo que tuvo la suerte de verle nacer y morir. 

Tal vez desde ese cielo en el que estaba entrando escoltado por las gotas de lluvia, la eterna y reconocible sonrisa de Mandela se llenaba de matices para saludar a quienes le decían adiós. Sonrisa sincera para unos, sonrisa irónica para otros, sonrisa cómplice y hasta sonrisa por no llorar para no pocos de los que allí se congregaron, esos que nos dicen cuánto tienen que aprender de Mandela… los demás. 

Pero volviendo a la lluvia y los paraguas, hemos podido ver cómo el que protegía a Obama llevaba impreso “Avis”, lo que me hace pensar dos cosas: que ningún Obama pagará nunca más por alquilar un coche y que, en este mundo, Mandela era “rara avis”.