Guerra
Los horrores de Siria, o recientemente Irak o Afganistán, deben seguir estremeciéndonos y, aunque tal vez sea utópico siguen existiendo guerras justas, debemos aspirar a un mundo sin guerras
Los horrores de Siria, o recientemente Irak o Afganistán, deben seguir estremeciéndonos y, aunque tal vez sea utópico siguen existiendo guerras justas, debemos aspirar a un mundo sin guerras
Ahora cuesta pensarlo, pero a lo largo de la historia la guerra ha sido una de las herramientas más comunes para solucionar conflictos. Los varones eran educados básicamente para ser guerreros, la muerte en la batalla en defensa del país se consideraba “dulce y venerable”, como dijo Horacio, y la violencia, aunque fuera vista como una desgracia, se entendía como una parte natural y lógica de la existencia humana. Los grandes acontecimientos bélicos se conmemoraban: las victorias se celebraban como triunfos colectivos; las derrotas eran lloradas y los muertos recordados, como decía el Enrique V de la obra de Shakespeare, como unos afortunados.
En la Europa actual, por supuesto, esto ya no es así. Honramos a los muertos en batalla un par de días al año, nos enardecemos con películas bélicas, pero cada vez más vemos la guerra como algo ajeno, algo que pasa en otros lugares o en el pasado: Maratón no es más que una carrera de larga distancia y la Guerra Civil española es ese tema recurrente de tantas malas películas (y algunas buenas).
Esto es, naturalmente, una buena noticia. Por mucho que a veces añoremos valores militares como el honor o la capacidad de sacrificio, está bien que el militarismo retroceda en el mundo. Como señala Steven Pinker, si en los años cuarenta murieron en batallas 300 personas por cada 100.000 habitantes, durante la guerra de Corea fueron solo 30 y ahora la cifra es de 1 muerto por cada 100.000 habitantes. Los horrores de Siria, o recientemente Irak o Afganistán, deben seguir estremeciéndonos y, aunque tal vez sea utópico –siguen existiendo guerras justas–, debemos aspirar a un mundo sin guerras. Pero dicho esto y aunque suene raro: en Europa vamos por buen camino. Ojalá logremos globalizar también esto.