THE OBJECTIVE
Javier Capitan

El árbol de la ilusión

De ahí la alegría con la que deberíamos recibir estos días, de ahí la necesidad de desterrar ese «a mi no me gusta la Navidad» que con tanta frecuencia escuchamos.

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El árbol de la ilusión

De ahí la alegría con la que deberíamos recibir estos días, de ahí la necesidad de desterrar ese «a mi no me gusta la Navidad» que con tanta frecuencia escuchamos.

Si de algo estamos necesitados es de ilusión, de iluminar aunque sólo sea por un rato ese panorama oscuro en el que nos hemos instalado, esa combinación de pesimismo y fatalismo que ha ido impregnando poco a poco la ropa con la que intentamos aislarnos de un ambiente que nos incomoda. De ahí la alegría con la que deberíamos recibir estos días, de ahí la necesidad de desterrar ese «a mi no me gusta la Navidad» que con tanta frecuencia escuchamos. Porque necesitamos una dosis de choque de ilusión para afrontar nuestra realidad, para transformarla. Los adultos hemos sido grandes sembradores de ilusión, hemos sido capaces de cultivarla durante generaciones y sólo esa extraordinaria capacidad explica la explosión de emociones que se desata en los pequeños durante estas fiestas. Es apasionante ver cómo hasta quienes lo han perdido todo en Filipinas son capaces de sembrar esa semilla con el árbol de la imaginación, en el que las botellas de plástico se unen para formar el «abeto» más hermoso de estás Navidades, el reciclaje del plástico en ilusión.

Nos hace falta un viaje a la infancia, un viaje a aquellos momentos en los que todo era posible. No es su inocencia la que lo favorece, es nuestra inocencia de adultos la que nos limita, la inocencia de pensar que no somos capaces de darle la vuelta a este calcetín que nos va cortando la circulación. Alguien se levantó en medio de la destrucción para decir «vamos a tener el árbol de Navidad más hermoso que nunca hayáis visto». Y, con la imaginación como fuerza creativa y la emoción como gasolina, lo pusieron en pie. No olvidemos que lo que existe en nuestra imaginación simplemente existe y por tanto es real, como los Reyes Magos y Santa Claus. Sólo tenemos que llenarla de proyectos y poner en pie nuestro propio árbol.

 

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