Proyecciones
Pero para los que no entendemos de política exterior, la tentación es siempre pensar que cada país tiene en esencia las mismas disputas ideológicas que el nuestro. No es cierto
Pero para los que no entendemos de política exterior, la tentación es siempre pensar que cada país tiene en esencia las mismas disputas ideológicas que el nuestro. No es cierto
Al pensar en la política de otros países, casi siempre proyectamos sobre ella la política del nuestro. La prensa, los políticos y los ciudadanos queremos saber, para entendernos, con quién vamos, y lo más fácil es siempre buscar equivalencias. Los resultados de estas suelen ser inútiles. Así sucedió durante la rebelión egipcia.
Quienes en 2011 se enfrentaron al gobierno egipcio fueron en buena medida, parece, jóvenes liberales, partidarios de la democratización del país y, puede que en mayor grado, islamistas cercanos a la Hermandad Musulmana. A pesar de esta rara mezcla ideológica, los manifestantes contra las medidas de los gobiernos occidentales los tomaron como referente en lo que les pareció un alzamiento global coherente. Y todos procedimos a proyectar etiquetas. El gobierno militar egipcio, con razón o sin ella considerado hasta entonces como el mal menor más laico y progresista posible, fue visto desde entonces como un emblema del conservadurismo, o hasta del fascismo. Los jóvenes liberales de clases medias que se quedaron con las manos vacías fueron retraducidos: les llamamos “indignados”, como a los nuestros. Y en cuanto los Hermanos Musulmanes alcanzaron el poder, no pocos creyeron que eran simplemente derecha religiosa: es decir, neoconservadores.
Ninguna de estas etiquetas sirve para leer la realidad egipcia ni cualquier otra que no sea la occidental. Pero para los que no entendemos de política exterior, la tentación es siempre pensar que cada país tiene en esencia las mismas disputas ideológicas que el nuestro. No es cierto. De hecho, ahora que la realidad egipcia ya no nos sirve para hablar de nosotros, hemos dejado de prestarle atención. Pero en cuanto estalle otro conflicto lejano, volveremos a hacer absurdas proyecciones: estos son como el PP, aquellos como el PSOE, estos sus indignados. Y ya sabremos con quién ir. Hasta que deje de importarnos.