Todo al rojo

Todavía queda alguno que tiene el balance de 2013 sin hacer y los escaparates físicos y mentales aún vestidos de Navidad.

Todavía queda alguno que tiene el balance de 2013 sin hacer y los escaparates físicos y mentales aún vestidos de Navidad. Reconozco que hace días que ya miro con ojos de año nuevo y el único rojo que visualizo es del de la pasión. Pero a los que el futbol nos corre por las venas como sangre a borbotones, el Bayern de Guardiola nos ha encendido aún más las luces del decorado.

La conquista del Mundial de Clubes del equipo alemán ha sido un ítem más que sumar al curriculum de Pep. Recuerdo aquellas lágrimas del técnico en el césped, cuando lo ganó con el Barça, y ese año único en el que el mundo se tiñó de blaugrana. Fueron seis títulos, seis. Ni más ni menos. Una proeza futbolística sólo al alcance de equipos en los que los astros se conjugan y explota el talento.

El propio Guardiola reconocía esta semana que su Barça fue el de Messi, no el suyo. Cierto. Le doy la razón, porque el centro de ese universo era el argentino que hizo mejores a los mejores, entrenador incluido. Este gesto de modestia le hace más grande si tenemos en cuenta que el Bayern puede llegar a igualar la épica del Barça en el 2014 que viene y que Pep ha ganado 16 títulos con mayúsculas de los 22 que ha disputado como técnico de ambos clubs.

Nadie le puede negar a Guardiola ni los resultados ni la pasión incluso enfermiza que pone a todo cuanto hace. Habla en alemán incluso a los españoles del equipo, se mimetiza en los detalles buscando la perfección, levanta paredes de piedra para que nadie pueda ver sus entrenamientos y muros emocionales para preservar su yo interior y no ser vulnerable a nada ni a nadie. Allá donde pisa, o deja huella o no crece la hierba, pero no deja indiferente y obtiene resultados. Apuesta fuerte y cuando hay otro que le aparta con los codos en la mesa de juego, abandona la partida.

Ahora, todo al rojo. Rojo Bayern.