El comunismo murió y no le dejan morirse

El comunismo murió porque partiendo de mentiras sólo pudo traer muerte y ruinas. Pero lo terrible es que aún hay muchos que quieren que siga vivo y nos intentan vender argumentos para volver a imponer el totalitarismo

Que las personas pueden acabar siendo metáforas de sus vidas, de su éxito o de su fracaso, es mucho más que una realidad evidente. Es una lección.

Hoy no hablo del Rey que vimos el otro día, Jefe de Estado de una España sumida en una profunda crisis general. Tampoco de quienes desde más cerca nos dan un ejemplo impresionante al final de sus vidas, soportando el sufrimiento y el dolor a base de buscar sentido y respuestas que llegarán más pronto que tarde.

Hablo de un Fidel Castro que se nos aparece en The Objective agarrando un bastón con una mirada francamente cínica que inspira el miedo angustioso de las pesadillas que nunca terminan. El comunismo murió porque partiendo de mentiras sólo pudo traer muerte y ruinas, obedeciendo a la ley que produce un perfecto silogismo. Pero lo terrible es que aún hay muchos que quieren que siga vivo, y nos intentan vender argumentos para volver a imponer el totalitarismo.

Lo más peligroso es que el comunismo hoy llega con otros disfraces para esconder la tiranía que provoca y seguirá provocando siempre los mismos resultados. El poder que pretende construir paraísos terrenales obedeciendo a la planificación de iluminados que aún no han comprendido la auténtica naturaleza humana nos ha mostrado, ya demasiadas veces, los peores horrores de los que es capaz el ser humano que también construyó catedrales góticas, compuso sinfonías hermosas, escribió emocionantes aventuras, inventó medicinas milagrosas y dio su vida para que otros vivieran la suya algo mejor.

Sabiendo de ambas alternativas, ¿por qué se empeñan en no dejar morir al que murió y solo trajo y trae, aún para muchos seres humanos, esclavitud y muerte?